En un tuit de hoy, el periodista Beto Ortiz nos dice: “Al que pida que se prohíba La Paisana Jacinta habría que recordarle que Paco Yunque de Vallejo refuerza los estereotipos del cholito víctima”. 

A todas luces, una lectura errada del famoso cuento. Repasen el texto vallejiano. En ningún momento el narrador ningunea, inferioriza o muestra complicidad con la condición de víctima del protagonista. 

La voz omnisciente articula una representación de una realidad marcada por las jerarquías sociales. El cuento es una invitación a tomar conciencia sobre la injusticia que pesa contra Paco Yunque, no nos invita a ser cómplices de una victimización. Paco Yunque es básicamente una narración sobre la arbitrariedad de un poder jerárquico que se ha naturalizado. Hasta el maestro -que comprende el mecanismo jerárquico a cabalidad, a diferencia de Fariña o de Yunque- debe someterse a él. ¿Somos el maestro que no mueve ni un dedo y es un siervo del poder o somos Paco Fariña? 

El discurso de Vallejo va acompañado de un dibujo que refuerza lo que decimos, al mostrar la cadena de opresión. Puede que el gráfico sea básico, pero expresa en su sencillez la maquinaria ideológica del poder que avasalla la voluntad y que aboga por la continuidad de su violencia. En este sentido el cuento es sublevante . 

Ortiz atribuye a Vallejo una intención insospechada: promover un estereotipo. La Paisana Jacinta refuerza el imaginario racista apelando al humor contra el personaje -un personaje con el que no es grato identificarse-. El cuento enfatiza la naturalización de las jerarquías sociales hasta el punto del absurdo: todos deben validar las fantasías de Grieve, pues su ubicación en el mundo define tanto su arbitrariedad como la aceptación de su arbitrariedad.