- En Europa a veces se cultiva una curiosa imagen de la literatura latinoamericana; esto ya se ha divulgado entre los escritores latinoamericanos. Esa imagen elaborada arbitrariamente pretende ubicar la literatura latinoamericana como una continuación de la literatura del siglo XIX, con otros medios. Muchos críticos europeos, sobre todo alemanes, postulan esta posición y también en muchas editoriales está presente como una figura fantasmagórica. Que es así, tú mismo lo has experimentado hace poco, Mario Vargas Llosa. Ahora sabes que muchos jefe literarios, muy doctos, emprenden sin reparos cambios estilísticos cuando un autor latinoamericano como tú, experimenta demasiado con el idioma, como abiertamente lo dicen, y aún más cuando dichos autores muestran muy poco respeto por la gramática y otros tratados. Ellos desean que el autor se ajuste a la imagen que aquí se tiene de un autor latinoamericano…
- Entonces los señores tendrán que esperar mucho y tendrán que conformarse mal o bien a que haga lo que quiera y lo que me parece correcto…
- Es de desear, Mario. Pero a pesar de todo fue inevitable que algunos libros de autores latinoamericanos, no solo de los tuyos si no también de los de Cortázar, los de Sarduy, los de Di Benedetto y Sábato hayan irrumpido como un ciclón en las imágenes europeas. A todos aquellos que se habían ubicado cómodamente en la excelsa esquina de la “literatura europea”, los obliga a modificar sus pensamientos. Muchos emitieron opiniones sobre libros sin poder leer tan solo un renglón del original, lo cual ha tenido consecuencias desastrosas, como se puede ver en lo miserable de nuestras traducciones. Por otra parte no todos los críticos europeos, sobre todo los alemanes, estuvieron o están dispuestos a hacer la concesión que en Latinoamérica hoy se hace literatura más “moderna”, más significativa, de más fuerza expresiva que la lograda por la mayoría de los llamados “modernos” de Europa…
- Y bueno, Günter, ignorancia y escasa información no son punibles. Pero esa gente, a la que conozco personalmente desde la época de mi estadía en Europa, esa gente debería tener por lo menos la virtud de callarse y no hablar sobre lo que no entienden nada. Nosotros, los latinoamericanos en Europa, nos hemos divertido muchas veces a costa de ellos. ¿Qué otra cosa cabe?
- Se podría hacer algo, Mario. Es decir podrías hacerlo tú –discúlpame si voy un tanto turbulento, y discúlpame por este asalto- podrías manifestarme tu concepto literario, podrías decirme por qué y con qué objetivo escribes. Yo creo que entonces se podría asustar a los que están en las esquinas de la cultura. Tus libros se leen, han tenido éxito, incluso gran éxito. Has tenido suerte en Alemania. Tu magnífico traductor, Wolfgana A. Luchting, una de nuestras pocas excepciones, ha traducido tus libros de modo excelente, verdaderamente los has llevado al idioma alemán: ha polemizado con editoriales y comentaristas como si protegiera sus propios libros. Pero como dije es una excepción, desgraciadamente, solo una excepción. Aunque personalmente tú has tenido suerte, lo cual es una casualidad realmente teniendo en cuenta las circunstancias, una explicación de tu parte como te la he pedido sería muy provechosa. Eres además un estudioso de la literatura y también profesor, yo creo que lo que puedes decirme como teórico y práctico de la literatura puede ser interesante, puede disipar ciertos errores, apreciaciones y juicios equivocados, pero también puede poner en evidencia las limitaciones y la falta de voluntad de algunos.
¡Mi estimado amigo Lorenz, me aflige un poco el hecho que tengamos esta conversación, que por muchas razones me alegra, en circunstancias tan desfavorables! Espero que seas indulgente puesto que ya sabes que en cierto modo estoy respondiendo casi con las valijas en la mano, porque viajo a Puerto Rico. Por eso tenemos que conversar en medio de baúles, y, tal vez sea un diálogo accidentado. No puede ser de otra manera, ya que estoy rodeado de equipaje, de valijas a medio hacer, de papeles en el piso, y, bueno, te pido que tengas en cuenta las circunstancias en la que esta vez nos hemos encontrado. También te pido que atribuyas a esta situación lo que en mis respuestas aparezca tal vez caótico, mis contradicciones y las fallas tanto de contenido como de forma, te pido que tomes mis respuestas con cierto cuidado porque desgraciadamente soy un hombre que no se puede concentrar si su ambiente está alterado. Pero terminemos con este preámbulo, estoy seguro que sabes lo que significa “una vida entre valijas”, precisamente la has tenido que practicar cada tres meses, de modo que tendrás comprensión para todo lo dicho. Pero entremos de una vez en materia: si se pregunta a un escritor, sea cuentista, novelista o ensayista, sea poeta, si se pregunta a un escritor por qué y con qué fin escribe, es ponerlo en un serio aprieto. Una vez en una clase en el Columbia College de la universidad de Londres, los alumnos me pidieron que discutiéramos sobre la novela, y se me ocurrió hacerles la pregunta que me habían hecho en otras ocasiones periodistas, y que es la misma pregunta que tú, Günter, me haces ahora: “¿Por qué es usted novelista?” “¿Por qué escribe?” “¿Cuál es la razón de su vocación?”. Es decir, le pregunte a esos estudiantes lo que ellos creían, no solo porque un escritor es escritor, si no por qué precisamente escribe novelas. Las respuestas de los estudiantes fueron sorprendentes. La más común, que uno escribe porque quiere ser rico y famoso. Una estudiante dijo que según su opinión una persona se convierte en escritor porque quería que sus libros fuesen posteriormente adaptados para filmes de Hollywood. Bueno, esas respuestas desde luego son absurdas, pero si se las compara con las respuestas que a veces han dado los mismos escritores sobre el origen de su profesión, sobre la razón de su profesión, entonces se comprueba que los escritores suelen responder con absurdos parecidos. William Faulkner, por ejemplo, cuenta que se hizo escritor en New Orleans cuando estaba trabajando para un fabricante clandestino de aguardiente; un día conoció a Sherwood Anderson, se hizo su amigo y vio el tipo de vida que Sherwood Anderson llevaba: escribía toda la mañana, y a partir de las doce del día comenzaba a beber. Bebía y conversaba con sus amigos desde la tarde hasta muy avanzada la noche, “y”, dice Faulkner, “pensé que si la vida de escritor es así, ésa es la vida para mí. Por lo tanto escribí un libro y cuando comencé me di cuenta que escribir era divertido”. Esa también es una respuesta divertida, ¿no? Pero indudablemente no se le puede considerar una respuesta seria. Nadie puede creer que el escritor Faulkner nació el día en que conoció el tipo de vida que llevaba Sherwood Anderson. A Gabriel García Márquez por ejemplo, en una mesa redonda cuando se le interrogó: “¿Cómo se hizo usted escritor?”, respondió: “Yo soy escritor porque deseo que mis amigos me quieran, escribo novelas porque mediante mis libros aspiro a tener más amigos”. También es una respuesta divertida, ¿no es cierto? Pero tampoco es seria.
- Y bueno, Gabo seguramente es el menos indicado para tales preguntas, sin que uno corra el riesgo de recibir una respuesta insólita, una respuesta mordaz. No te planteo esta pregunta por curiosidad, ya lo dije, sino porque soy de la opinión que cuando los autores latinoamericanos dan una respuesta seria a una de tales preguntas seriamente formuladas, contribuyen a que los europeos puedan hacerse una imagen relativamente fidedigna de dichos autores, de sus problemas, de sus ambientes. Yo que para los escritores europeos los escritores de Latinoamérica viven en gran parte en su espacio vacío, dado que en Europa no se sabe mucho más de Latinoamérica que de la luna, a la que el hombre desea ahora conquistar, los escritores de ese mundo deberían ayudar un poco, sobre todo al lector interesado para que pueda comprender lo que son los libros de Latinoamérica, lo que deben ser, porque en realidad fueron o son escritores. Sí, yo creo que es necesario sencillamente porque existe una laguna en los conocimientos, simplemente no están dadas las condiciones que se deberían tener para poder entender vuestros libros. Por esta razón te he planteado mi pregunta.
- Por esa razón es, naturalmente, una pregunta seria que merece ser contestada seriamente, ¿no es cierto? Nunca he supuesto que preguntaras por curiosidad o por motivos similares a los que tienen algunos periodistas o esos estudiantes. De acuerdo a la forma como reaccionaron los escritores ya citados, al modo como respondieron las preguntas en los ejemplos mencionados, en esa carencia de respuestas serias a preguntas no serias, o derivaciones ridículas, de todo eso se puede deducir de inmediato que los mismos escritores no saben por qué escriben y que incluso en parte esté ahí la clave de sus respuestas. Yo creo que si alguien supiera por qué escribe, entonces no sería escritor. Pienso que en la base de la vocación hay un esfuerzo, en cierta forma un esfuerzo ridículo, de crear pensamientos, realidades y verdades, es decir, crear con palabras algo semejante, equivalente a toda esa vasta, tan múltiple, tan rica como es la realidad. La empresa en sí, se puede decir, es bastante ambiciosa y al mismo tiempo grotesca, porque en efecto la vida está tan llena de gente, de aventuras, de tragedias, de experiencias de toda índole, experiencias que una sola vida humana no puede abarcar ni en su milésima parte. Y no obstante hay hombres que se empeñan en crear todavía más gente, más tragedias, más aventuras, más experiencias, que no tienen ni siquiera la virtud de existir, que son meras ilusiones, meros espejismos, ¿no? ¿Por qué se empeña un hombre en producir más vida de la que hay? Tal vez porque la vida no es suficiente para él, porque la realidad no le basta. En otras palabras, porque esa realidad no le satisface, no lo deja conforme. Creo que si uno escribe no está conforme con la realidad; y si intenta crear verdades y realidades lo hace porque no acepta la realidad real, ¿no? Y su voluntad de crear realidades ficticias es un acto de rebelión, el testimonio de un desacuerdo profundo con el mundo. Eso es, creo yo, la razón de la vocación literaria: rebelión a la realidad, al mundo.
- ¿Cómo debe entenderse eso? ¿A qué te refieres cuando hablas de esa “realidad” contra la que se rebela, contra la que se rebela la vocación de escritor? ¿Estás hablando como latinoamericano, en cuyo millieu hay muchas cosas que desafían a una rebelión contra la realidad? ¿O haces esta declaración en general, refiriéndote a una rebelión contra cualquier tipo de realidad, también contra las realidades psicológicas, metafísicas?
- Hablo en forma general, considerando en general, ¿comprendes? Te explicaré todavía un poco para que puedan surgir dudas, nuevos errores. Debo ser cuidadoso. Escribir es una manera de negar el mundo, el mundo tal como el escritor lo siente o lo ve. Ahora bien, ¿Por qué el escritor es un rebelde? Yo creo que él no lo sabe, porque si supiera la causa de su rebelión la traduciría en actos más directos que el escribir libros, que en última instancia son actos indirectos, una forma de no-acción, de reacción, tan solitarios que casi no significan una acción para el escritor. Creo que si este curioso rebelde que es el escritor supiera exactamente el porqué de su rebelión, si es por ejemplo un rebelde por causas sociales, probablemente sería un misionero, político o revolucionario, de todos modos un militante, si su rebeldía tiene bases emocionales o morales, podría convertirse en un santo, en un ángel o hasta en un monstruo; o por último recurrir a los psiquiatras o buscar de alguna forma en la realidad la manera de realizar su desacuerdo con el mundo, su rebelión contra él. La dificultad para el escritor reside en que le es desconocida la raíz de su malestar frente al mundo. Trata de explicarse a sí mismo el porqué de esa reacción viciada con la realidad. Yo creo que ése es el origen de la vocación literaria, naturalmente, expresada muy en general ¿no? Es un desacuerdo con el mundo, de raíces oscuras para el propio escritor y por las cuales indaga mediante esa vocación, esa voluntad de crear ficciones.
- Allí bien podría estar también la causa de muchos malos entendidos. La transcripción ficticia de una realidad, hablemos de la realidad real, de la realidad social, geográfica, política, el autor solo puede lograr extrayéndola del conocimiento de esa realidad. El lector que a veces no tiene idea de esas realidades podrá entonces difícilmente seguirlo. Me parece que es una dificultad digna de considerar si se quiere lograr una comunicación entre autor y público. Para ejemplificar tomemos tu propio caso. Eres del Perú. Perú es un país muy determinado por lo indígena, sobre el cual el lector europeo no conoce mucho y en el que apenas puede situarse. Sentirse; también lo vemos en el caso de Asturias. No quiero afirmar que eres indigenista, Mario. Tampoco te tengo por un regionalista. Cuando tus libros aparecieron en Europa muchos críticos e intérpretes no titubearon en interpretar lo específicamente moderno en ellos, eso que los diferencia de la mayoría de los autores latinoamericanos, como el resultado de tu larga permanencia en Europa. Naturalmente eso suena siempre a “egoísmo europeo”, un poco al intento de rescatar de ese modo un resto de la imagen, del sueño de superioridad literaria de Europa y de su proyección. Nunca di mi adhesión a esa interpretación porque opino que mucho de lo que estos libros se revela como “tan moderno”, tan experimental, tan de vanguardia, es, además de otros factores, consecuencia de la influencia indígena en el pensamiento peruano. Creo y me gustaría oír tu opinión al respecto, creo que también tu obra, aun cuando se diferencia mucho de las obras de José María Arguedas o Salazar Bondy para solo nombrar estos dos ejemplos, solo puede ser comprendida teniendo en cuenta el trasfondo indígena o mestizo del Perú, que únicamente puede surgir sobre la base de tu experiencia como escritor en Perú, en Latinoamérica, y estas bases no han sido alteradas por los muchos años de tu exilio voluntario.
Lo que acabas de decir, Günter, es por cierto una cuestión fundamental, que sin duda aquí no podremos tratar exhaustivamente, en eso estamos de acuerdo, ¿no? Por eso, de lo que has dicho tomo solo la pregunta esencial, es decir tu deseo de recibir mi explicación, por qué mis libros no serían imaginables sin mi origen latinoamericano, sin el medio peruano y sin mis vivencias como escritor en Latinoamérica. Bueno, eso enfoca un problema sumamente delicado y un tema muy controvertido sobre todo en América Latina. Se trata de la viejísima y siempre actual polémica entre “americanismo” y “europeismo”. Yo creo que soy un escritor latinoamericano en tanto que reúno los requisitos existenciales para ello: he nacido en una sociedad con una evolución histórica determinada, hablo un lenguaje que se habla en esta sociedad, y mi actitud, mi condicionamiento natural es muy distinto del que puede ser el de un escritor francés, italiano, inglés o también español, que por esas razones idiomáticas es el que estaría más cerca. Creo que esas coordenadas históricas, sociológicas, lingüísticas y tal vez fundamentalmente esta relación entre yo como escritor y mi propia tradición cultural hacen de mí algo totalmente distinto de un escritor europeo, un escritor nacido hoy en una sociedad que tiene un grado de desarrollo histórico completamente distinto, que se mueve dentro de una problemática social y cultural también totalmente distinta. Me parece que la diferencia más importante entre un escritor europeo y un latinoamericano es ese condicionamiento cultural. El europeo nace ya inmerso dentro de una tradición cultural sumamente sólida. Establecida a lo largo de siglos y de la cual, quiera o no, debe ser continuador con la ayuda de su talento creador. La relación de un escritor latinoamericano con su tradición es sumamente distinta, en primer lugar por la levedad y el carácter extraordinariamente flexible, vago e incluso amorfo de esta tradición. La tradición cultural latinoamericana es rica pero múltiple, fragmentada, en parte recoge la tradición cultural europea, pero por otro lado hay una serie de vertientes aborígenes, africanas que también contribuyen a la vida cultural del hombre americano. Pero esas diferentes vertientes culturales no se han unificado, no se han integrado en América Latina. Están corriendo todavía paralelamente, sin que se haya producido su unión. Y esto da al escritor latinoamericano una extraordinaria libertad frente a esa tradición.
- Me parece, Mario, que precisamente eso pone de relieve lo que dije recién sobre mi intento de explicar lo “moderno” en tu obra, tomándolo de tu tradición personal y social. Porque esa libertad frente a la tradición conforma asimismo una tradición latinoamericana que me parece muy importante. El escritor latinoamericano, aunque cuenta con una experiencia más polifacética y más rica que el escritor europeo, precisamente porque el escritor latinoamericano para mantener su imagen, es totalmente heredero…
- Bueno, tomado estrictamente son más aún las herencias culturales a las que puede recurrir. Él puede, digámoslo otra vez, apropiarse de todo aquello que necesita de esas fuentes culturales que integran indiscutiblemente su ser, y puede también, lo que muy difícilmente puede hacer un escritor europeo, rechazar aquello que no le interesa, lo que le estorba o lo que considera inútil o negativo para su tarea creadora. Eso tal vez se traduce, mejor que en otros campos, en el campo lingüístico. El español, que es el idioma en el que yo escribo, y en que escriben casi la totalidad de los autores de Hispanoamérica, es un español en el que nosotros podemos hacer y deshacer, en el que nosotros podemos introducir modificaciones, cambios, renovaciones, como podían hacerlo los escritores españoles del Siglo de Oro, cuando el idioma que hablaban, el medio lingüístico en que se movían, no estaba de ninguna manera cristalizado, acartonado o academizado como está hoy por ejemplo en España. El escritor que nace en España carga con un peso lingüístico extraordinario y le cuesta un enorme trabajo escapar a esas muletas lingüísticas que le impone un idioma trabajado, perfeccionado, en cierta forma cristalizado, hasta fortalecido. Juan Goytisolo, un escritor español joven, importante, ha descrito muy bien esta diferencia en que se halla el escritor latinoamericano y el escritor español respecto a su idioma. El escritor español está mucho más adherido, maniatado, por decirlo así, por el peso de una tradición lingüística, en tanto que el escritor latinoamericano está en una actitud de disponibilidad mucho mayor frente al idioma. Bueno, esto que ocurre frente al idioma ocurre también frente a todos los otros niveles culturales. El escritor latinoamericano puede declararse heredero de Cervantes y de Shakespeare, pero puede rechazar al conde de Gabineau y a Nietzsche si le parece. Tiene el derecho de elegir libremente sus conexiones y reacciones. Lo que un europeo no puede ni debe porque…
- Y naturalmente también puede recurrir a los legados espirituales precolombinos que América tiene para ofrecer y que desde luego son totalmente inaccesibles para un europeo. Esta posibilidad, Mario, todo lo que encierra la palabra “mesticismo”, es una riqueza inmensa que asegura siempre a al cultura mestiza y sobre todo a la literatura, una ventaja enorme, una constelación única, única en todo el mundo, porque el mesticismo de América es precisamente un fenómeno único. Sin embargo no deberíamos olvidar que el escritor latinoamericano debe moverse también en un milleu social único, desgraciadamente en pocos aspectos alentador, y que este medio catastrofal sociológicamente visto lo lleva a ser actor…
- Precisamente ése es un fenómeno sumamente importante. El problema de las sociedades en la que nosotros, latinoamericanos, nos movemos son totalmente diferentes a los problemas con los que el escritor europeo como miembro de una sociedad europea debe enfrentarse personalmente y también a través de la literatura. Es verdad que nuestras sociedades participan de muchos problemas universales, hoy y desde hace mucho. Es el problema de la alienación que existe desde hace tiempo aquí, incluso tal vez en mayor medida que en Europa. El problema de las ciudades gigantescas que de la noche a la mañana se desbordaron en modernas “cosmópolis”. Esos también son problemas nuestros, pero al mismo tiempo que esos problemas, diríamos “desarrollados”, los latinoamericanos vivimos también problemas de la Edad Media o del siglo XIX. Y eso entonces hace de nosotros hombres distintos, nosotros somos pueblos que estamos a caballo, ¿no es cierto? En otra época, en diferentes edades culturales, históricas y sociológicas. Pienso que en esto ya se ve bastante claro cuál puede ser la diferencia enorme entre un escritor latinoamericano y un europeo. Solo ignorantes pueden negar en mis libros la concepción latinoamericana, esa gente, mencionada por ti son ignorantes ridículos. No se trata en absoluto de renegar de la cultura occidental o europea. Estoy absolutamente en contra de cualquier nacionalismo literario, y cualquier tentativa a favor de un arte regionalista, provinciano, incluso nacionalista, me parece disparatada y rechazable. Pero lo que parece evidente es que el sistema de coordenadas dentro del cual se mueve, dentro del cual actúa y crea todo escritor latinoamericano, no es el mismo que el de un escritor europeo. Y en ese sentido yo estoy mucho más cerca de un autor argentino, chileno o ecuatoriano que de un escritor alemán, inglés o también español.
- Conozco, Mario, esas diferencias, conozco también sus relaciones con España y su literatura. Completaste tus estudios en Madrid y precisamente España es el punto de partida de tu fama literaria. Tus primeros libros verdaderamente importantes no los publicaste en una editorial latinoamericana sino en una española. Y que hayas conocidos tan rápidamente, hasta se podía decir en este caso que te hayas hecho famoso es, dejando de lado un escándalo escasamente literario designable más bien como político o social, es gracias a la atención que desde un primer momento te prodigó la crítica española, sobre todo los jurados de casi todos los concursos españoles importantes. Uno de los jurados que debía fallar sobre La ciudad y los perros, cuando todavía eras completamente desconocido, llamó públicamente a tu libro “la mejor novela escrita en los últimos treinta años en idioma español”. Bueno, fue en España donde se te otorgó por ésta y también por tu segunda novela, casi todos los premios que se dan en ese país. En Perú, tu propio país, tuviste, digamos, poca suerte en tu primera novela La ciudad y los perros. Si hubiese dependido de los gobernantes del Perú, el mundo nunca hubiese conocido tu libro. La ciudad y los perros fue quemada públicamente en Lima. Me acuerdo todavía bien de este incidente. En aquel entonces yo estaba justamente en Berlín donde se realizaba un coloquio de escritores latinoamericanos y alemanes, y, de pronto estalló como una bomba esta noticia. Hubo un gran revuelo alrededor de este auto de fe, puesto que mientras tanto se sabe que La ciudad y los perros es una de los libros más importantes de tu generación Latinoamérica. Entonces en 1964 se quemó este libro en Lima. Dejemos de lado el hecho que tal vez haya habido una cierta maniobra comercial, los editores son también hombres, a veces muy sutiles cuando se trata de negocios. Pero dejemos eso de lado. Donde se puede quemar libros hay algo enfermo, algo putrefacto en ese Estado. Creo que en aquella época no estabas más en el Perú. ¿Pero qué crees que fue lo que motivó a algunos a quemar tu novela?
- Bueno, en realidad las cosas ocurrieron así con La ciudad y los perros. Cuando apareció la edición española, la edición de Seix Barral, llegaron algunos ejemplares al Perú, y el libro pasó desapercibido para los militares peruanos, especialmente para los militares instructores, y en el colegio militar “Leoncio Prado”, que es donde está situada la novela. Fue un año después que hubo una edición popular de la novela en el Perú, hecha por un editor peruano. Y esta edición fue lanzada al público con mucha publicidad, una publicidad no siempre de buena ley, y entonces esta publicidad despertó la curiosidad de, en fin, de mucha gente en torno al libro. Y fue solo entonces que el libro llegó a manos de algunos militares peruanos, algunos oficiales del colegio militar “Leoncio Prado”. Los militares peruanos no suelen interesarse por la literatura, y esto fue un hecho, así, bastante excepcional. Yo no estaba en el Perú cuando el libro fue quemado y no conozco bien las circunstancias de la quema, pero el hecho en sí es sintomático en muchas cosas…
- ¿Estarías de acuerdo en extraer conclusiones de ciertas tendencias fascistas o totalitarias en Perú de la quema de la novela? Pregunto esto porque por ejemplo, el fascismo alemán tuvo en este campo un rendimiento muy especial. ¿ O lo ves más bien como un proceso sociológico, como una consecuencia, consecuencia muy reveladora de todos modos, del nivel cultural peruano, o, debo decir, la falta de nivel?
- Sí, Günter, porque sería un error pensar que esta quema de los ejemplares de La ciudad y los perros tiene el mismo sentido que tenían la quema de los libros en la Alemania nazi, por ejemplo, ¿no? Como dije no estaba en Perú, pero creo saber que hay una diferencia. Esa diferencia está que en este caso el acto de quemar un libro, no es tanto un acto condicionado por una ideología determinada, una ideología totalitaria y esclavista, ¿no? Una ideología que reclama monopolio cultural de un sistema para una sociedad. Al contrario, fue un acto de incomprensión total para el fenómeno cultural que constituye una novela. El hecho que mi libro fuera quemado por “antipatriota”, ¿te das cuenta? Una de las acusaciones que se hizo contra el libro fue que “sacaba los trapitos al aire”, mostraba ante el público no peruano problemas que no debían de ninguna manera conocer los extranjeros, porque esto lesionaría el honor del Perú, que eran problemas que solo se podían tratar en casa –lo que estaba revelando una incomprensión fundamental, esencial del hecho literario-. Entonces la quema no era tanto un acto de totalitarismo como de simple ignorancia, como también de simple estupidez. El acto en sí me parece penoso, en el sentido que revela no tanto totalitarismo como una extraordinaria ignorancia, un desconocimiento casi absoluto de lo que es la literatura, de lo que es la novela. La novela se vio como una simple especie de reportaje periodístico sobre el Instituto Leoncio Prado…
- Disculpa la interrupción, Mario, pero la objeción me parece necesaria para excluir de inmediato errores, porque la novela La ciudad y los perros tiene naturalmente factores completamente reales ya que existe un Instituto Militar “Leoncio Prado”, incluso con este nombre, del mismo han sucedido cosas en esa casa como tú la describes, aunque hayas llevado estos hechos a una ficción. No digo esto para contradecir tu autointerpretación, sino por cierta experiencia. Por ejemplo en el caso de Asturias, en todo el mundo hay gente que siempre se remite con gusto a la “creación ficticia” cuando el autor remueve hechos incómodos o que prefiere no ver. Por eso solo quisiera dejar constancia…
- Sí, Günter, probablemente esta objeción sea necesaria, porque con lo dicho, cualquier latinoamericano lo entiende como tú lo has entendido, que en ningún caso quise afirmar que las cosas que en la novela se cuenta sean totalmente ficticias, imaginarias. Tú sabes lo que significa, y lo trasmitirás a tus lectores. Creo que el ambiente de la novela refleja con bastante fidelidad el ambiente del colegio Militar “Leoncio Prado”, que yo conocí; en este sentido la novela es también un testimonio, un documento. Pero una novela para cualquier lector medianamente racional no es nunca un documento, y no se lee jamás una novela como información de tipo periodístico. Bueno, esto fue lo que provocó el escándalo en Lima, que se viera en la novela una información de tipo periodístico, que se le tomara literalmente como una descripción anecdótica, histórica podríamos decir de la vida en el Colegio Militar “Leoncio Prado”. Esto es triste, porque revela un desconocimiento total de lo que es la novela y una falta total de experiencia en lo que se refiere a lectura de novelas. A mí me parece de hecho sintomático sobre todo del profundo vacío cultural de una sociedad, del desconocimiento profundo de una sociedad respecto a los problemas literarios.
- Uno se podría preguntar hasta que punto se trata de ignorancia, de un estado precario de instrucción mantenido conscientemente. Creo que en muchos países latinoamericanos es también un gran problema. Pero dime Mario, ¿hay algún caso precedente para la quema de tu novela? ¿Se ha manifestado así la censura peruana anteriormente poniéndose en ridículo? Aunque supe que en Perú varias veces han sido encarcelados autores como Alegría, o Vallejo, nunca había oído que se prohibiesen libros y ni qué hablar de quema.
- Al respecto quiero decir que en Perú muy raras veces se han prohibido libros o se ha establecido una censura literaria. Nuestros poderosos no necesitan mostrar tales debilidades como son siempre los escándalos de censuras o como fue la quema de mi libro. La razón de esta “tolerancia”, entre comillas, por parte de los poderosos en mi pías que tienen al mismo en la violencia es muy sencilla: la literatura en sí no es considerada un peligro, no puede ser un peligro la literatura para los poderosos, para los vanidosos, para los que poseen algo en un país donde más de la mitad de la población no sabe leer ni escribir, y donde un enorme porcentaje de la otra mitad, de la mitad alfabeta no está en condiciones siquiera de comprar libros o de desarrollar una vida cultural, porque su formación cultural es sumamente embrionaria e incipiente. Es decir, en una sociedad donde los lectores potenciales son una pequeñísima minoría, la literatura nunca ha sido un peligro, nunca se ha visto en la literatura algo peligroso para la sociedad por los gobernantes, por los dueños de la sociedad. Y por eso mi libro no fue nunca prohibido, eso es sintomático, La ciudad y los perros nunca fue prohibida, se la quemó, se le tachó por los periódicos, se dijo que había sido, en fin, un libro antipatriota, que había sido un libro pagado por los ecuatorianos, en fin, tonterías de ese estilo, pero no se le ocurrió a nadie prohibirla, y justamente por eso, es otro síntoma, ¿no?, de ese profundo vacío cultural, de esa profunda carencia cultural de la que adolece mis país y en cierta forma América Latina.
- Uno se puede imaginar perfectamente que esta situación desesperante para el escritor no tiene forma nada de alentadora, y comprendo por qué siempre te has ocupado de este tema. Cuando recibiste en Caracas el premio Rómulo Gallegos, tuviste palabras muy fuertes, muy duras para la situación en el Perú, por otra parte se debe mencionar que esta situación no se limita solo al Perú sino que también reina en otros países latinoamericanos. Ya me has dicho aquí una serie de cosas al respecto, te estaría agradecido, Mario, si también te refirieras concretamente a la repercusión directa de esta situación en el escritor.
Bueno, la situación cultural de mi país creo que está más o menos resumida. Podría decirlo en unas cuantas palabras: los problemas de un escritor o de un artista en el Perú son en primer término problemas, diría, de tipo histórico social, ¿no? ¡El Perú es un país subdesarrollado; su desarrollo quiere decir ignorancia! Es un país donde la gran masa de la población no realiza actividades culturales. Tenemos estructuras económicas y sociológicas absolutamente anacrónicas, y vergonzosas, desde un punto de vista moral para mi país, que tiene a la gran mayoría al margen, diríamos, de toda actividad cultural. El enorme analfabetismo que existe, tiene cuando menos a la mitad de la población peruana totalmente al margen de la literatura; gente que no sabe leer ni escribir, no puede interesarse en absoluto por los libros, como es lógico. Bueno, pero la otra mitad, la que queda que es alfabeta para no fatigar la palabra “ilustrada”, que han recibido una cierta educación y que potencialmente podría ser un público interesado en la literatura, hay un enorme porcentaje también de gente que está excluida de toda actividad literaria, que no constituye un público consumidor de libros, por razones también sociales y económicas. Porque es gente que vive en condiciones sumamente precarias, gente que no ha recibido la instrucción suficiente ni tiene condiciones de vida mínimamente decorosas como para permitirles interesarse en actividades culturales. De todas maneras queda un porcentaje mínimo de la población, digamos que es instruida, en primer término y en segundo lugar que reúne las condiciones materiales, condiciones económicas, la mínima comodidad y los mínimos ingresos necesarios para poder ser un público cultural…
- La situación es semejante en otros países. Mario, se debe reconocer. Pero lo que a cada extranjero impresiona tan desfavorablemente es esa gran arrogancia de los estratos sociales elevados, ya mencionados, que solo en Paraguay he encontrado, una arrogancia unida a ignorancia pero que no muestra otros aspectos como por lo menos en otros países. Las clases superiores de otros países latinoamericanos no son en absoluto idénticas, si así se puede llamar, frente a las clases superiores del Perú. Por lo menos se esfuerzan por dar la impresión de estar interesados en al cultura, aun cuando lo hagan por vanidad o snobismo. En Perú vuestra llamada aristocracia no hace un secreto del hecho que la cultura, sobre todo la literatura, los tiene sin cuidado…
- La observación, Günter, es horrible, pero por desgracia se ajusta demasiado a los hechos. Por cierto que como peruano no me avergüenzo de ellos, puesto que con la gente de la que hablamos, no tengo nada en común. En realidad en nuestro país existe este pequeño problema adicional que nos eleva por encima de los otros países, con excepción del Paraguay. Porque esa pequeña minoría que en gran parte está conformada por los dueños del Perú, por la burguesía peruana, a diferencia de lo que ocurre en otros países latinoamericanos, como Argentina por ejemplo, o como en Chile, donde la burguesía ha sido muy europea en el sentido que ha sido una burguesía más o menos ilustrada que se ha interesado en la literatura, por razones espurias muchas veces, por simple snobismo muchas veces, pero en fin ha constituido “clientela cultural” y ha podido financiar, promover, mantener una actividad cultural literaria nacional. En el Perú no ha ocurrido así, en el Perú la burguesía peruana, es decir esa, la pequeña minoría instruida y con los “aisance”, con la comodidad suficiente, los medio suficientes para fomentar una cultura, en Perú esa burguesía ha tenido tradicionalmente una desconfianza atroz a todo lo que sean actividades culturales. Es una burguesía que no ha sido jamás un creador de talento, un pintor, un escultor, un poeta de talento. La burguesía peruana es una burguesía totalmente infecunda en ese plano espiritual. Entonces esto nos da un índice, estarás de acuerdo con esto, Günter, en fin, algo bastante trágico, no, del clima en que debe desarrollar, sacar adelante su vocación un escritor peruano. Bueno, un escritor que vive en un país sin lectores, vive en un país sin editoriales, sin publicaciones culturales, en un país, donde la literatura no es propiamente una vocación, no cumple con función social alguna. Es una actividad que no solo no mantiene a quien la profesa, a quien la practica, sino que incluso constituye un lastre extraordinario para ganarse la vida y para sobrevivir.
- Bueno, por cierto es un fenómeno que no solo se produce en Latinoamérica. A los autores de otras partes les sucede lo mismo, también en Europa. Yo creo que la mayoría de países latinoamericanos, exceptuando otra vez al Perú y Paraguay, el escritor dispone de algo que puede reconciliarlo con su situación económica, y, es esa veneración, esa adhesión, hasta se podría decir ese cariño que sus compatriotas le prodigan, con lo cual recompensan la intervención del autor en pro de la verdad y de ellos mismos. Lo he visto en Argentina con Sábato y en Brasil con Jorge Amado, y un ejemplo muy reciente fue la recepción que el pueblo guatemalteco preparó a Asturias al regreso de su exilio…
- Desgraciadamente, no puedo decir lo mismo en el caso del Perú. También en eso nuestras circunstancias son completamente diferentes, mucho más amargas para el autor, incluso para aquel que se compromete con su pueblo; y tiene una razón posible, porque en una sociedad donde la cultura no significa nada y donde la literatura es una actividad marginal, solitaria, el personaje del escritor es un personaje absolutamente estrafalario y excéntrico. El hecho mismo de dedicarse a una actividad que no tiene “cabida”, que no cumple una función social, hace del escritor un poco un paria. O sea que materialmente las condiciones de vida para un escritor en el Perú son sumamente difíciles. Su profesión no le da para vivir, tienes que buscar otras profesiones y otras actividades, pero como es un país subdesarrollado, otras actividades, otras profesiones, significan mucho tiempo, significan días, semanas, meses, años, dedicados a este oficio que es puramente alimenticio para un escritor, quien, lógicamente, solo quiere escribir, solo aspira escribir. Y entonces tú ves, de esta manera es como se frustran tantos escritores peruanos. Comienzan practicando cada vez menos tiempo su verdadera vocación, terminan convirtiendo su vocación en un pasatiempo de días domingos y feriados. Y de esta manera no se puede crear nada, no se puede producir. Porque la literatura es una pasión, ¿no? Y la pasión es siempre excluyente, la pasión no admite ser compartida. La literatura es en ese sentido una mujer demasiado celosa y excluyente. O sea que, materialmente, las condiciones en el Perú para desarrollar una vocación literaria son sumamente difíciles. Pero a esto se añaden también las dificultades, diríamos, o vacíos de tipo cultural. En una sociedad donde la situación literaria es tal, ya se puede más o menos suponer cuál es el clima intelectual, el clima cultural que vive un escritor. Ese ambiente por el que me has preguntado, seguramente por causas precisas porque tú lo conoces bien, no es nada estimulante, al contrario resulta deprimente, negativo para la práctica de la literatura. La literatura está siendo constantemente combatida, ¿no? Está siendo constantemente denunciada, negada por una sociedad y por una realidad que tiene ese tipo de problemas. Es una de las razones por la que los escritores peruanos han elegido tradicionalmente, en fin, muchos de ellos, por cortas o por largas temporadas, el exilio, fundamentalmente es la razón por la que yo he elegido también….
- El concepto de exilio al que te has referido, Mario, ha adquirido gran importancia dentro de la literatura latinoamericana. En lo que atañe al Perú tú mismo has hablado al respecto en Caracas y creo que puede ser válido como representativo para el continente. El exilio en nuestros contexto es un concepto interesante.
- Sí, Günter, así es. Pero fíjate, cada vez que un periodista europeo conversa con un escritor latinoamericano residente en Europa, indefectiblemente aparece la pregunta: ¿Por qué vive aquí? ¿Por qué no está en su país? Con eso no estoy haciendo alusión a ti, puesto que conoces bien nuestro mundo y no podía asignar a tu pregunta una intención negativa. Las preguntas por pura curiosidad uno puede hacerlas a un lado, por cierto, pero no es éste caso. La pregunta contiene la mayoría de las veces un temor o un reproche. A mucha gente la parece que el exilio de un escritor es algo peligroso. Ellos parten del concepto que la falta de contacto directo con la idiosincrasia y el idioma, lo que es casi lo mismo, de la gente de su país, ese contacto interrumpido puede empobrecer la visión de la realidad por parte del escritor, debilitarla o falsearla. Para otros el problema tiene un significado ético: elegir el exilio es una decisión inmoral, porque opinan que el escritor debe permanecer en su país y luchar por su función intelectual y artística. Si se va a vivir al extranjero, es un egoísta, un hombre sin responsabilidad, un cobarde o todo eso junto.
- Mario, este problema tampoco es desconocido en Europa. Si pienso en las discusiones durante la época de Hitler sobre el valor o no del exilio…
- Pero en ese caso existía una coacción, es otra forma de exilio, sobre el que tenemos que hablar porque también es agudo en Latinoamérica. Pero nosotros estamos aún en los exiliados voluntarios, sobre cuyas motivaciones ya te hablé. Y la respuesta a la pregunta referente a las razones casi siempre es diferente. Uno dice que vive en el exterior porque la atmósfera cultural de París, Roma o Londres le resulta estimulante. Otro opina que a la distancia tiene una perspectiva mejor de la realidad de su país. Por último el tercero admite simplemente que le resulta divertido vivir en alguna otra parte que no sea su país.
- Pero siempre y cuando se trate de un exilio voluntario.
- Naturalmente. Estoy hablando solo de los exiliados voluntarios, no de aquellos que se les debe designar como “deportados políticos”. Las respuestas de los “voluntarios” se las podría resumir en: escribo mejor en el exilio, tomando ese “mejor” psicológica y no estéticamente, es decir, porque escribo con más facilidad, con más tranquilidad, con mayor seguridad interior. Es absurdo discutir si un libro hubiese resultado mejor estéticamente, si el autor lo hubiese escrito en su país y no en el exilio. Nadie puede probarlo. Para el poeta es mucho más fácil, para el autor de mundos ficticios, porque su realidad lo sigue donde él va. Sus héroes de dos cabezas, sus rosas carnívoras y sus ciudades de cristal son hijos de sus fantasías, de sus sueños y no de su ambiente. Como él aspira de todos modos a un lenguaje muy personal, un lenguaje sin color local, un lenguaje abstracto, quizá hasta exótico, también puede lograr sus objetivos a través de sus lecturas.
- Bien, Mario, pero en la literatura de Latinoamérica el realismo, el regionalismo, el ambiente tiene gran importancia. ¿Cómo es posible conciliar estos hechos con tu concepción?
No he hablado sobre mis opiniones, sino de la del constructor de mundos ficticios. Si al escritor realista se le plantea uno de tales interrogantes, para su justificación debe recurrir a ejemplos, que no escasean. Precisamente la literatura peruana ofrece muchos ejemplos de ese tipo. Toma el Inca Garcilaso, publicó sus Comentarios reales después de un exilio de treinta años, y César Vallejo hacía por lo menos doce años que estaba lejos de su país cuando escribió los Poemas humanos.
En otras literaturas nacionales también se dan esos ejemplos: Sarmiento escribió su Facundo lejos de la Argentina; nadie pone en duda el carácter nacional de la obra de Martí, quien escribió en todos los países de su exilio. Asturias descubrió en Europa los rasgos mágicos de su país; y los libros más argentinos de Cortázar, considerándolos anecdóticamente, han surgido en París.
- Mario, estoy dispuesto en todo momento a reconocer como suficientes las motivaciones que tú me has nombrado para tu cambio de exilio. Pero lo que has dicho recién casi no es posible aceptarlo como argumento. En una enumeración. Mario, una estadística, pero no en absoluto un argumento. Con el mismo método se puede probar también lo contrario…
- No, la estadística no es un argumento, tienes razón pero no es un indicio. Es un indicio que el exilio no menoscaba la capacidad creadora…
- Bueno, podría nombrarte muchas otras opiniones que afirman lo contrario. También la de Asturias, o la de Amado…
- Por cierto que soy consciente de eso. Y uno debe cuidarse de las generalizaciones. La generalización de ese tema conduce con seguridad al absurdo. Los contraejemplos son evidentes, son conocidos los nombres de escritores que han desfigurado en el exilio la realidad de sus países o han perdido su capacidad creadora. Pero ahora estamos ya en medio del absurdo, ya que la contraestadística nos prueba también que muchos autores no están en condiciones de representar su realidad aunque hayan puesto un pie fuera de su país, o aquellos que sin alejarse de sus casas han hecho magníficas descripciones de otra realidad, una realidad a la que casi no conocen. Piensa en Julián del Casal, vivió en Cuba pero escribía sobre Francia y Japón. No dejaron su país, pero literalmente visto viven en el exilio. Y tú vives en Alemania y escribes sobre Latinoamérica, Günter, como si vivieras allá, como si fueses uno de nosotros…
- De acuerdo, Mario, aun cuando ésta u otras situaciones similares no quisiera señalarlas necesariamente como exilio, porque en realidad este concepto está hoy demasiado bien definido como para emprender con él un viaje al absurdo. Por lo tanto tu toma de posición respecto al problema moral del exilio queda en pie.
- Si, quisiera agregar todavía algo. Un escritor que deja su país, ¿demuestra una falta de solidaridad con el destino de su país y de sus compatriotas? Esta pregunta, que no planteaste y además conozco tu opinión, esta pregunta pone en evidencia que quien la plantea tiene un concepto confuso y casi despectivo de la literatura. Estoy convencido de que un escritor no puede servir mejor a su país y a sus compatriotas que escribiendo sobre ellos con la mayor exactitud y sinceridad…
- Bueno, debería ser una condición. ¿Pero no estamos construyendo un círculo vicioso? ¿El exiliado, aquel que vive exilio realmente puede lograr también esa actitud, esa sinceridad? ¿No lo absorbe demasiado su nuevo ambiente?
- Bueno, Günter, otra vez es una cuestión de definición. Dicho con más rigor, depende de lo que se entiende por exactitud y sinceridad de un escritor. Por cierto que no se trata de naturalismo. Pienso que un escritor da la máxima prueba de exactitud y sinceridad cuando su vocación está ante todo lo otro, cuando su vida está subordinada en consecuencia. Su fidelidad primera se dirige a la literatura, su primera responsabilidad, su obligación especial. Si él escribe mejor en su casa, tiene que quedarse allí, si escribe mejor en el exilio debe emigrar. Es posible que su ausencia quite a su país un hombre que podría haberle sido muy útil como periodista, maestro o promotor cultural, pero es posible también que ese periodista, ese maestro o ese promotor cultural haya robado un escritor a su país. No se trata de lo que es más útil; una vocación, por lo menos la de escritor, no admite ser dirigida según un criterio comercial, histórico, social o moral. Probablemente un joven que renuncia a la literatura para enseñar o para hacer una revolución es más digno de admiración, considerado desde un punto de vista ético y social, que aquel otro, ese egoísta que solo piensa escribir. Pero visto desde la perspectiva de la literatura aquel generoso no es ejemplar, bajo ningún concepto, en todo caso es un mal ejemplo porque su nobleza o su heroísmo son una forma de traición. Quien exige del escritor una determinada conducta, que por ejemplo no la exige de un médico o de un arquitecto muestra su desconfianza a las ventajas de su vocación. O sea, a un escritor se lo juzga por su forma de vida, por sus opiniones o su residencia, pero no según el único criterio por el que se lo debería juzgar, sus libros. Porque se tiende a valorar a éstos como función de su vida aun cuando puede ser justamente al revés. En el fondo estos intérpretes no creen en la literatura y esconden su escepticismo detrás de una sospechosa vigilancia estética, moral o política de la vida de un escritor. La única forma de despejar las dudas en este sentido sería la comprobación que la literatura es buena para algo. Con lo que tampoco alcanzamos el objetivo, porque aunque nosotros estemos convencidos de la función de la literatura, nunca podremos comprobarlo con las leyes de la razón práctica.
- Tus novelas –no te preocupes, no trataré de comprobar lo incomprobable- tus novelas La ciudad y los perros y La casa verde, Mario, son gran literatura. Se le podría llamar “literatura universal” si ese término no estuviese tan gastado, y su sentido tan menoscabado. Es natural que tus novelas hayan sorprendido a Europa, y en cierta forma es hasta incomprensible la consternada reacción. Puesto que si algo se sabía de literatura latinoamericana, solo se conocía México, Argentina y Brasil como “países literarios”, la mayoría de los otros países, incluyendo Perú, en tal sentido eran “tierra incógnita”, porque por ejemplo a Vallejo se lo conoce, pero, que fue peruano, no ha sido tenido en cuenta, tal vez porque se trata de un poeta, de su procedencia simplemente no se enteraron, solo de su muerte por inanición en París. Bueno, cuando tus libros aparecieron entre nosotros no fue posible seguir ignorando sencillamente esos hechos. Como ya te dije, se hicieron toda clase de conjeturas y explicaciones al respecto, pero el hecho que eres peruano y escribes sobre el Perú no era posible pasarlo por alto. ¿Cómo es posible que en realidad así ocurriera? Seguramente ahora no estoy planteando la pregunta correcta al hombre adecuado. Porque no debería preguntarle al mismo autor de La casa verde y la ciudad y los perros. Sin embargo, trata de darme una respuesta, por favor. ¿Cómo pudo suceder que estos dos libros pudieran surgir precisamente en un “país extraño” literariamente, y a pesar de todo lo que ya hemos definido como “ambiente peruano”?
- Pienso, Günter, que la literatura solo puede producirse dentro del marco de valores universales. Si no cumple este requisito no es literatura, es periodismo, sociología o folklore. De otro lado, me parece que la literatura irremediablemente refleja una realidad determinada. ¿Cómo podría ser de otro modo? Y que no debe preocuparnos el problema de si y en qué manera debe el escritor expresar su nacionalidad, su realidad local; lo quiera o no lo quiera el novelista, comunica en lo que él escribe una experiencia del mundo a partir de su mundo. La manera puede variar, adoptar las formas opuestas, pero no hay escapatoria posible. No debemos, no podemos señalar características peruanas, o argentinas, o chilenas, ni siquiera latinoamericanas, para una literatura, desde un punto de vista. ¿Cuáles serían tales características? ¿O cómo podemos fijar pautas comunes para un escritor argentino que nació y hoy vive en Buenos Aires, esa gran metrópoli cosmopolita, para un escritor peruano del Cusco, escritor peruano de Lima, o para un escritor de lengua francesa de la Martinica? Ese es un hecho muy importante para nosotros, al que has señalado constantemente en tus trabajos cuando te refieres a la necesidad de diferenciar o bien cuando previenes del peligro de las generalizaciones que nos aplican, generalizaciones que surgen de modo precipitado, tontamente precipitado. Nuestra literatura, la literatura de Sudamérica, necesariamente está tan diversa, tan múltiple como lo es América Latina. Será una literatura plural, una literatura que tendrá mil caras.
- ¿En una multiplicidad de facetas de Latinoamérica incluyes automáticamente lo heterogéneo de las obligaciones de los autores? Expresado con mayor precisión: ¿Crees tú, Mario Vargas Llosa, que el escritor tiene que cumplir una tarea política o social? ¿Eres o te sientes un “autor comprometido”? ¿qué podría ser señalado como tu credo político o social, o más en general y menos confuso, como tu credo humanista?
Contestaré con gusto la pregunta referente a la naturaleza de la obligación del escritor ante su pueblo. Por el simple hecho de ser escritor en América Latina se pasa a formar parte de las víctimas de la sociedad. ¿Cómo se puede asumir con responsabilidad y rigor la vocación literaria en sociedades donde la literatura no cumple función alguna? Sumemos a los latinoamericanos analfabetos, los semialfabetos, los hombres y mujeres con una cierta instrucción, pero condenados por sus condiciones de vida a no leer ni comprar libros, y veremos que las tres quintas partes de esos doscientos millones de Latinoamérica están al margen de la literatura. Quedan, y es verdad, las dos quintas partes restantes, es decir, esas burguesías educadas y con recursos y tiempo suficientes para constituir un público lector. Pero a diferencia de las burguesías europeas, las nuestras son excepciones que caben en una mano, no han tenido nunca el interés ni la mera curiosidad ni siquiera el snobismo de la cultura. Y por el contrario han desdeñado al escritor y al artista, han visto en ellos seres anómalos y pintorescos, tal vez inofensivos, a los que convenía en todo caso tener a distancia. Sin lectores, sin editores, sin un público que lo estimule, que lo exija, el escritor peruano ha trabajado en la más lastimosa soledad. Ha sido en la casi totalidad de los casos un productor disminuido y ad honorem, un exiliado en el seno de su propia sociedad. ¿Cómo en estas condiciones podría el escritor sudamericano sentirse solidario de sociedades cuya ruindad comprueba en carne propia, en lo que para él constituye lo más preciado, que es su vocación? ¿Un escritor inglés o francés puede sentir tal vez cierta nostalgia de un sistema cuya injusticia le parece evidente en el dominio económico y social, pero que al menos ha creado algo en el campo científico de la cultura? Nosotros los escritores latinoamericanos no tenemos nada que añorar de las actuales sociedades, pues nuestras clases dominantes han sido en el campo cultural tan ineptas y tan canallas como en el campo económico y en el social. Los países que nos han entregado carecen de vida cultural auténtica, están roídos por la ignorancia, alienados por subproductos culturales deformantes, el radioteatro sensiblero, la historia cursi, el periodismo amarillo, y el melodrama cinematográfico. ¿No es asombroso acaso que los libros más leídos de América Latina sean las novelas rosa de Corín Tellado?
- Bueno, Mario, en esto te puedo tranquilizar. En Europa tampoco es diferente. El periodismo corrupto como tú lo has nombrado, no es común, pero en su defecto tenemos nuestra Regenbogenpresse que en su naturaleza presenta una forma igualmente peligrosa de corrupción humana. Desde luego en Europa no se conoce a Corín Tellado, pero cada país produce el mismo tipo de autores de novelas rosas. En Alemania se llaman Courths-Maler o Marlitt y persiguen los mismos fines.
- Por cierto, los conozco en Francia, en Inglaterra y aquí en Estados Unidos, existen justamente las historietas. Sin embargo hay una diferencia, y es una diferencia notable que llega a lo existencial. El escritor latinoamericano por su propia condición desamparada solo puede ser, a menos de ciego, de ingenuo o de tonto, solo puede sentirse solidario de esas enormes multitudes vejadas y desposeídas que constituyen las mayorías de nuestros países. Y solo puede sentirse enemigo de los enemigos de estas mayorías, es decir del imperialismo que nos saquea, de las oligarquías nativas que colaboran con este saqueo y de las castas militares que lo amparan y lo hacen posible. El escritor latinoamericano debe optar resueltamente por la liberación de las víctimas innumerables de nuestro continente. Una liberación que será también la propia liberación de los escritores.
- ¿Y crees tú, Mario, que tal objetivo, que ese sueño puede realizarse tan pronto?
- Personalmente creo y espero que el cambio, indispensable, necesario, que vendrá, al que aspiran los desposeídos de América Latina, deberá asumir un carácter socialista para ser real. Pienso que solo el socialismo puede traer a nuestros países la justicia social que necesitan y movilizar nuestros pueblos en la energía y la convicción indispensables para vencer la batalla contra el subdesarrollo.
- Escucha, Mario, ¿en todo lo que me acabas de decir no te dejaste seducir demasiado por idealismo, por sueños? De hecho desde que conozco desde hace mucho tu posición política, nunca hiciste un secreto, y en Caracas, durante la adjudicación del premio impactaste a todos los concurrentes con tu sinceridad. ¿Pero no crees que ya sería tiempo de corregir, o incluso modificar un poco lo que se llama concepto socialista? Cuba tiene sus propios problemas pero piensa en lo que sucedió en Checoslovaquia; en general, hoy día, en algunos lugares llamados socialistas se registran incidentes que alcanzan a menudo casi el estado de “guerra entre hermanos”. Respeto tu opinión, Mario, en mucho coincido contigo, en casi todo, ¿pero no crees que sería oportuno tomar una actitud más crítica?
- Günter, no me puedes tomar por un dogmático. Sé diferenciar muy bien, sé distinguir. Yo no estoy inscrito en ningún partido político, y mi adhesión al socialismo no es de ningún modo dogmática. Incluso mi admiración y mi entusiasmo por la revolución cubana no me impiden reconocer ciertos aspectos del socialismo que considero deficientes o criticables. Sé muy bien, que Cuba dentro del propio campo socialista constituye tal vez el caso más avanzado de comprensión hacia el problema de la creación literaria y artística. Pero yo aspiro a que el socialismo en América Latina aproveche la oportunidad, la experiencia histórica, y no incurra en los errores, en las equivocaciones, en los absurdos que cometió por ejemplo en el campo de la cultura el periodo stalinista, y que apenas ahora comienzan a ser superados lentísimamente. Yo ambiciono para mi país, y América Latina, un socialismo que no solo nos emancipe del imperialismo y nos libere de las oligarquías parasitarias, que entregue las tierras a quienes las trabajan y colectivicen los medios de producción, sino que también admita la libertad de prensa y la oposición política organizada. Estos principios, la libertad de prensa y admitir la oposición política, pueden ser de origen burgués, pero son indudablemente las mejores armas con que cuenta un pueblo para fiscalizar a sus gobernantes e impedir abusos de poder.
- Bueno, que precisamente así no funciona, el mundo lo ha notado otra vez en Checoslovaquia. Sin embargo, sospecho que tienes más presente el ejemplo cubano, cuando hablas de socialismo. Lamentablemente en Alemania se conoce muy poco sobre Cuba, y todo lo que llega raras veces tiene pie y cabeza, a menudo es una mezcla colorida de fantasía y verdad. Puede ser que Fidel Castro piense y sienta de otra manera que los señores en Moscú. Pero Castro es solo un hombre, y no vivirá eternamente. Por lo tanto es una base demasiado endeble como para poder edificar sobre él un futuro.
- En realidad, ése es el gran problema para todos los que estamos convencidos de la necesidad y el valor del socialismo. Desde luego que si Fidel Castro llamara hoy a elecciones, no necesitaría preocuparse, la mayoría de los cubanos votaría por él. Porque saben lo que en él tienen. Pero Fidel Castro no es eterno como no lo era Lenin, y nada nos asegura que quienes lo sucedan, serán igualmente patriotas, o lúcidos. El régimen del partido único entraña siempre un peligro a corto o largo plazo. En la escasa medida de mis posibilidades yo quiero luchar por la instauración del socialismo en mi país, pues pienso que solo él puede sacar al Perú de la injusticia, ignorancia y de la miseria en que se halla. Pero cuando esto ocurra espero no perder esa prerrogativa natural del escritor, el derecho a la crítica, al enjuiciamiento constante, y diría obsesivo de la realidad. Siempre he creído que el escritor es fatalmente un rebelde, y la literatura una suerte de insurrección permanente.
- Sé a lo que te refieres. Pero todavía tengo una serie de preguntas para plantearte. Hasta ahora hemos hablado en general sobre literatura y mucho sobre política, y si bien es cierto que casi todo lo que has dicho son reflexiones y declaraciones personales, hemos hablado muy poco sobre ti mismo y sobre tus propios libros, Mario. Espero tu aprobación para reparar esa falta.
- Con gusto Lorenz, pero hasta ahora solo hemos hablado de mí, de mi mundo…
- De acuerdo. Entonces hablemos todavía un poco más intensamente de eso. Por tal motivo quisiera hacerte ahora una pregunta muy convencional, casi tan convencional como aquella, por qué escribes. Dime, por favor, cuáles son los autores que aprecias en especial. Como ensayista y colaborador de muchas revistas has escrito sobre muchos escritores. ¿entre ellos hay algunos a los que designarías como tus maestros?
- No puedo contestar de golpe y porrazo, y cuando a uno se le pregunta tan de repente, descubre lo poco que se ha preocupado por ese tema. Bueno, entre los autores de la literatura mundial que aprecio específicamente podría tal vez comenzar citando a Flaubert. En fin, lo considero uno de los más importantes, o tal vez el más importante fundador de la novela moderna. ¿No? Creo que todos los que escribimos hoy día debemos a Flaubert la mayor parte de los recursos que son hoy día los más usados en la técnica novelística. Creo que con Flaubert la novela se acabó de emancipar totalmente de su creador, que él fue quien perfeccionó los recursos técnicos que han hecho posible esa emancipación de la novela del creador. Es probable que Flaubert haya influido en mí porque lo he leído y releído muchas veces. Sobre todo la Educación sentimental, es el libro de él que prefiero. También podría citar a un autor minoritario que es Juan Martorell, el autor de Tirant lo Blanch que es un escritor valenciano de fines del siglo XV, que escribió una novela de caballería en idioma catalán…
- Sobre ese libro publicaste hace poco un gran ensayo, sobre la estrategia narrativa de esa novela…
- Sí, sí, pero desde hace mucho tiempo me estoy dedicando a ese autor y ese libro. Esa novela me ha fascinado siempre. La leí en mi primer año de universidad, me impresionó muchísimo, la he releído desde entonces varias veces; en su época debió haber sido, y creo que fue algo así, como La guerra y la paz. Esta novela es muy importante para mí, porque en cierta forma es la novela que a mí me gustaría escribir. Es una novela que deslumbra tal vez antes que nada por su extraordinaria ambición. Es una tentativa de recuperación, diríamos casi total de la realidad. Es un modelo de novela total, es decir novela que intenta describir una realidad en todos los niveles que la componen. En el caso de esta novela de caballerías, la realidad que intenta capturar, expresar y transmitir a través de esa ficción es nada menos que toda la Edad Media: y esta novela parece la Edad Media, bueno, en un nivel puramente individual a través de su héroe, Tirante, y otros personajes, que son descritos como personalidades independientes. Pero la Edad Media aparece también como sociedad, como grupos humanos, ¿no? Podemos seguir en esta novela toda la jerarquía social, desde la base de siervos, de esclavos, hasta la cúspide de señores feudales. Y todos estos niveles sociales están descritos con sus costumbres, con sus idiosincrasias, con, en fin, hasta sus alienaciones y sus mitos. Están descritas las batallas, están descritas las costumbres, están descritos los mitos, todos los seres puramente subjetivos, que la Edad Media creó: los dragones, los grifos, y toda esa realidad múltiple está unida, está fundida dentro de una gran totalidad narrativa como creo que está fundido todo el siglo XIX europeo en cierta forma en La guerra y la paz, de Tolstoi, ¿no? Cito estas novelas porque no solo me impresionaron mucho cuando las leí, sino que en cierta forma constituyen para mí una especie de paradigma, sobre todo, siempre las novelas que de alguna manera pretenden lo que Tirant lo Blanch o La guerra y la paz consiguieron. Abrazados a abarcar una realidad desde sus múltiples niveles, desde los distintos puntos de vista posibles, y que de todas maneras esa realidad aparezca como una totalidad. Es también la razón por la cual admiro a Balzac, por la que admiro a un escritor como a Faulkner, que pienso que con todas sus novelas han hecho una especie de Gran Saga, no, de “Deep South”, por la misma razón admiro también a escritores como Dickens por ejemplo. Quisiera citar algún escritor de lengua alemana para no resentir al amigo Günter Lorenz , pero el único que tengo muy presente es un escritor de lengua alemana que no era alemán, era un judío de Praga, que es Kafka, tal vez el escritor de lengua alemana que tengo más presente entre los narradores, sí, y se me ocurre algo: Kafka era incluso compatriota tuyo Günter, a eso llamo una casualidad. Y ahora entre los escritores latinoamericanos, bueno, voy a citar a los que ya conoces, desde luego, que me parecen, desde el punto de vista de la novela los más interesantes que ha producido América Latina hoy día. Autores como Cortázar, como García Márquez, como Juan Carlos Onetti, como Carlos Fuentes, en fin, creo que en todos ellos hay una gran ambición. Esa ambición, esa libertad, fecunda de creación, que es lo que yo más admiro de un escritor. Y si tuviera que citar a algún poeta citaría a Rubén Darío, que aunque está un poco pasado de moda, pienso que de todas maneras es un extraordinario poeta. Y desde luego a Neruda y a mi compatriota Vallejo.
- De estos autores que son ejemplares, volvamos a ti y a tu propia obra. Se sabe que eres un trabajador muy activo y meticuloso. No sé si te recuerdas, hace un par de años, cuando aún no te conocía personalmente, en una de las primeras cartas de nuestras correspondencia te me presentaste como un hombre de Arequipa, lo que significa que debes de ser intransigente, resuelto, trabajador y perseverante, entonces comparaste esas cualidades con los de una mula, lo cual es divertido pero dice poco sobre tu forma de trabajo. Me gustaría que me dijeras algo sobre el proceso creador, al que tú mismo adjudicas una importancia tal que incluso deseas hacer participar al lector en el marco de tu “realidad verbal”. Es decir, cómo se desarrolla este proceso creador y cómo se efectúa. ¿Puedes decir algo al respecto o esta pregunta también toca aquellas zonas sensibles, sobre las cuales el escritor Mario Vargas Llosa no les gusta hablar?
- No, Günter, tu pregunta es absolutamente lícita en nuestro contexto, porque no estás solicitando ninguna indiscreción como suelen exigir los reporteros de diarios. Por cierto que esta pregunta roza una zona sensible como es la del porqué y para qué se escribe, pero ésa no es una razón para callar los hechos fundamentales. Ahora bien, sabes que una declaración cien por ciento válida no puedes esperar naturalmente de mí…
- Tampoco es necesario. Pero todo lo que pueda contribuir al esclarecimiento de todo el complejo, es muy útil.
- Bueno, tú sabes, un escritor como cada poeta tiene su propio mundo. En el que está inmerso, en el cual vive. Así también cada poeta, y cada escritor también tiene sus propios apetitos, sus propias curiosidades, sus propias obsesiones. Tiene también sus propias técnicas, su propio método de trabajo. En mi caso guiarme por la espontaneidad, por la intuición del momento, por lo que se llamó en un tiempo la inspiración, en la cual yo no creo, sería fatal. He comprobado que lo que escribo sin revisión, sin paciencia, sin mucha obstinación, resulta siempre caótico, incoherente. Que las primeras versiones son materiales muy deficientes, son hasta poco legibles; es evidente, pues, que necesito un método especial para escribir. Necesito a través de varias adaptaciones de los episodios descubrir cuál es el tratamiento que conviene más para cada situación, cuál es la técnica apropiada para aprovechar mejor las vivencias que puede encerrar en sí cada episodio. Por otra parte pienso que la novela en sí misma exige constancia, un rigor más estricto que otros géneros. Es comprensible que un poeta escriba guiándose a veces por la espontaneidad, que no sea laborioso, y disciplinado. Pero la novela, que es la creación de un mundo muy vasto, exige que el escritor vaya en cierto modo viviendo este mundo desde adentro, vaya incorporándoselo, vaya siendo aceptado por este mundo. Creo que eso solo se puede conseguir a través de una disciplina, de una constancia, de una paciencia.
- ¿Dime, Mario, crees en el futuro de la literatura latinoamericana?
Bueno, eso creo que pertenece más al ramo de la adivinación que al ramo de la literatura, pero a juzgar por lo que está ocurriendo en los últimos años, creo que se puede decir que ese proceso de desarrollo que se registra en la literatura latinoamericana no tiene por qué interrumpirse, al contrario es muy posible que aumente, que continúe. Creo que hay una serie de razones para explicar este desarrollo de la literatura latinoamericana. Sobre todo lo que se refiere a la narrativa. Tú conoces bien esta materia, tal vez coincidas conmigo si digo que hay razones de tipo histórico, social y también razones de tipo literario. Creo que América Latina está acercándose poco a poco al apocalipsis, a un “cambio de piel”, ¿no? La situación en América Latina históricamente es explosiva. Y, bueno, creo que siempre han sido los momentos que preceden al apocalipsis social o histórico de una sociedad, los más estimulantes y fecundos, para la aparición de una novelística ambiciosa e importante. Eso, eso creo que es una de las razones históricas sociales. Otra de las razones tiene que ver con la actitud de los escritores respecto a su vocación. Creo que todos los escritores de América Latina hoy día son mucho más rigurosos, mucho más estrictos consigo mismo de lo que eran antes. Escritores que han asumido su vocación, ¿no?, como una pasión, es decir, como algo excluyente; son gente que han organizado su vida en función de la literatura, gente que vive para escribir. Creo que solamente así se puede realmente hacer libros ambiciosos, importantes, ¿no? Anteriormente los escritores latinoamericanos organizaban la literatura en función de sus vidas, vidas consagradas a otros ámbitos, a la política, al dinero, en fin, a profesiones liberales y no solían vivir para escribir, sino escribir para vivir. Y creo que ésa es una de las razones por las que sus obras solían ser poco rigurosas, y bueno, por qué no decir, poco importantes.
- ¿Y opinas tú que algo así como razones de competencia, refiriéndome a la literatura europea, que una especie de competencia entre la literatura europea ya acreditada y la impetuosa literatura latinoamericana, crees estas razones no cuentan cuando se habla de la situación actual de la literatura latinoamericana?
- Al contrario, Günter, incluso ésa es una de las razones más importantes. La había dejado para el final, pero te has adelantado. Sin duda alguna ésta es una razón muy importante para el desarrollo de la literatura latinoamericana, para ese impulso, y es esa situación de parálisis en la que se encuentra, si así se puede decir, la narrativa europea y latinoamericana. Tú debes poder juzgarlo porque eres el “inventor” de esa “marca” que afirma nuestra literatura es la “literatura del futuro”. Tú implantaste esa expresión en el mundo, y mientras tanto ya se la cita en todas partes. Pienso como tú, dado que entre tanto han sucedido cosas sorprendentes. Antes los escritores latinoamericanos tenían un complejo de inferioridad frente a los escritores europeos y norteamericanos, y hasta cierto punto los imitaban, los copiaban, se servían de ellos como modelos sobre paradigmas. Si en los tiempos en que la literatura europea producía a un Joyce, a un Kafka, ese complejo de inferioridad hasta cierto modo podía comprenderse, o cuando la literatura norteamericana tenía a un Faulkner. Pero hoy, en nuestros días que la literatura europea tiene un Robert Grillet, a una Nathalie Sarraute, o un Michel Butor, los latinoamericanos no tienen por qué tener complejos de inferioridad, sino más bien un complejo de superioridad. Creo que esa decadencia, que yo supongo sea providencial, de la novela europea, ha estimulado extraordinariamente a los escritores latinoamericanos. Hoy día no hay a quién imitar, aunque quisiera, no podría imitar. Los modelos europeos o norteamericanos son muy pobres, son muy poco convincentes, ¿no?
- Bueno, Mario, algo así no gustaría en Europa. Y sinceramente muchas veces admiro vuestra autoconfianza, esa seguridad, ese optimismo en el que coincidís todos vosotros, los escritores latinoamericanos.
- Pienso que no es ni seguridad, ni autoconfianza, ni optimismo. Por cierto que hay algo de eso. Pero en primer lugar creo que teniendo en cuenta la decadencia literaria de Europa y Norteamérica, que como digo, espero que sea una decadencia provisoria, tomando en cuenta esa decadencia actual indiscutible y esa deshumanización, ha habido una especie de toma de conciencia, de envalentonamiento del escritor latinoamericano, lo que naturalmente contribuyó y contribuye también a su emancipación, entre otras cosas. No necesitamos seguir escondiéndonos tímidamente, no necesitamos mirar codiciosamente a Europa. Nosotros mismos tenemos por fin algo para presentar, y de lo que, creo, podemos estar orgullosos y con justicia, lo que no tiene nada que ver con la vanidad. En lo que a orgullo y vanidad se refiere no queremos emular ni a los europeos ni a los norteamericanos.
- Cuando escribes, Mario, ¿tienes en realidad el propósito, admitido por muchos de tus colegas, especialmente los autores más antiguos de tu continente, dime, tienes el propósito de cambiar la situación de tu país? ¿Escribes para tus compatriotas, para los latinoamericanos, o escribes porque crees que tienes algo para decir al mundo, es decir también el mundo no americano? ¿Cómo escritor que es lo que realmente deseas conseguir?
Yo quiero que las condiciones de mi patria, las condiciones de Latinoamérica y de las naciones del mundo cambien. Y estoy, en fin, dispuesto a hacer lo poco que puedo hacer desde mi posición particular para que esto ocurra. Pero debo confesar que en el momento de escribir, no pienso de ninguna manera en la literatura como un instrumento de cambio, no, de la situación social de mi país o de América Latina. Debo incluso confesar que no pienso en un tipo de lector determinado, que no pienso en la persona o las personas a las que la historia que estoy contando llegará. Creo que en este sentido no soy una excepción, creo que el escritor, en el momento de la creación, no tiene presente de ninguna manera lo que ocurrirá con su libro una vez que esté terminado. Creo que eso es lo que los franceses llaman “la lucha con el ángel”: escribir un libro, decir algo que uno trata de sacar de sí mismo, algo que uno quiere recuperar y exorcizar, a su vez, a través de las palabras. Y uno está demasiado concentrado, está demasiado sumergido en este afán de sacar de sí mismo este mundo, a través del lenguaje, ¿no? Este mundo que más tarde constituirá la novela, emanciparlo e independizarlo de sí mismo, para preocuparse por lo que ocurrirá más tarde con este mundo o por el mensaje que este mundo verbal trasmitirá. Yo creo que la literatura solo puede ser universal, es decir, un libro solo merece el nombre de literatura cuando está al alcance de lectores de cualquier país, de cualquier lengua. Creo que cuando un libro no llena este requisito, no es literatura, sino folklore, o periodismo, o documento, o testimonio, pero no creación. De esta manera, creo que la literatura por definición solo puede ser universal.
- ¿Pero durante el proceso de trabajo no se da aquella “disposición anímica fundamental”, no se me ocurre una expresión mejor, aquel hecho psicológico, que satisface la esencia psíquico del escritor bajo esa predisposición, su estado de ánimo, y por eso solo puede escribir bajo esa influencia sobre esto o aquello? ¿Lo que hace, por ejemplo, que Borges no podría nunca sentir, expresarse o escribir como Asturias, y Asturias como tú y a la vez jamás tú como Ciro Alegría, aun cuando se lo propusieran? Lo que conforma digamos, la substancia de la personalidad, lo que determina, predestina y establece el cómo, el qué, el porqué y el para qué de su escribir.
- Estamos totalmente de acuerdo, Lorenz. El proceso de creación es un proceso inexplicable, pues siempre arroja nuevos interrogantes y desde tiempos inmemoriales fue enigmático como el hombre mismo. Ahora, desde luego que un escritor no puede, en el momento de escribir, mutilar de sí mismo sus convicciones, ideas políticas, ideas sociales, sus convicciones filosóficas, o morales. Si estas convicciones son profundamente sentidas, es evidente que estas convicciones pasarán, a través de sí mismo, hasta lo que escribe, y de esa manera llegarán al público su indignación contra las condiciones sociales-históricas en que vive su país, o su continente o la Humanidad. Pero creo que eso no puede ser nunca algo premeditado. Yo creo que el mensaje de una obra debe transpirar de esta ficción como transpira el hombre cuando le da el sol. Creo que debe ser una consecuencia de la ficción y no a la inversa. La ficción no puede ser consecuencia de un mensaje, una ilustración de una convicción de tipo político o histórico. Porque si ocurre así, si un hombre premedita las consecuencias políticas, morales, sociológicas que pueda tener su ficción, entonces esta ficción no será nunca creación, carecerá de vivencia propia, será demasiado dependiente de la realidad para construir una realidad autónoma, una realidad soberana en sí misma.
- Sin duda ésta es una afirmación muy precisa, una autoclasificación. Mi próxima pregunta puede parecerte algo rara, pero no obstante deseo plantearla. ¿Podrías imaginarte, Mario, que de pronto, da lo mismo por qué, no pudieses seguir escribiendo, que deberías ejercer otra profesión? O digamos más en general: ¿qué desearías ser si no fueses escritor?
- Esta si que es una pregunta graciosa, Günter, te lo confirmo. Pero me alegra que hayas corregido rápidamente y dijeras qué es lo que me gustaría ser en vez de qué me gustaría hacer. No quisiera vivir nunca la situación en la que debería buscarme otra profesión, exceptuando todo lo que ya he practicado a la par de la literatura. ¿Qué desearía ser si no fuese escritor? Esta es una forma entretenida de jugar con posibilidades. Me gustaría ser un personaje de una novela que he leído, me gustaría ser uno de los tres Mosqueteros, por ejemplo me gustaría ser Tirant lo Blanch, tal vez, me gustaría ser uno de los personajes de Joseph Conrad, uno de esos marinos extraños que se pierden en mundos exóticos, siempre obsesionados por alguna idea fija y un tanto utópica. Me gustaría ser uno de esos personajes de las novelas que me han impresionado y que han pasado a formar parte de mi mundo imaginario, ¿no?
- Bueno, Mario, tu fantasía es en realidad digna de admiración y no se puede llamar precisamente modestas tus “pretensiones”. Pero de todos modos encuentro tu respuesta muy significativa. El hecho que a mi pregunta haya dicho solamente una respuesta “literaria”, que no te hayas buscado una profesión fantástica, casi me demuestra que te has identificado totalmente con la literatura. Puede ser algo complicado en el caso de Tirant o de los Mosqueteros, pero hay también otro aspecto, y es el de tus propios libros. Mi pregunta puede parecerte indiscreta. Además de identificarte con los protagonistas de otros libros, ¿te identificas también con los tuyos? Tus novelas, tus cuentos, posiblemente también tus ensayos ¿son algo así como “fragmentos de una gran confesión”, para citar a Goethe?
- Bueno, por cierto que me identifico con lo que yo escribo. Creo que así le ocurre a todos los novelistas. Tú lo señalaste precisamente en los ejemplos de Borges, Asturias y Alegría, Günter. Creo que solo se puede escribir a partir de ciertas experiencias profesionales. Experiencias que por alguna razón, desconocida para el escritor, lo han marcado más profundamente que otras, han permanecido en él, y se han ido convirtiendo poco a poco en memorias, en recuerdos que lo obedecen, que lo atormentan, en verdaderos demonios, esos demonios que él quisiera emancipar, exorcizar de sí mismo, y al mismo tiempo quiere salvar del olvido, de la muerte. Entonces creo que el origen de Tololo que he escrito ya está profundamente enraizado en ciertas experiencias de mi vida, y que en ese sentido lo que escribo es, por supuesto, una especie de confesión interrumpida, fragmentada, salpicada, ¿no? Ahora yo creo que en ese sentido toda literatura narrativa es confesional, pero hago esta salvedad: solo es literatura esta materia confesional en el momento en que se emancipa de su autor, en el momento en que estas experiencias personales se transforman en algo distinto, adquieren soberanía, adquieren vida propia, y por lo tanto pasan a ser experiencias compatibles, ¿no?, por lo demás los hombres. En ese sentido se ha emancipado, se han liberado del escritor, convertir esas experiencias personales a través de la imaginación, del lenguaje y de una estructura, en experiencias comunes, en experiencias imaginarias colectivas. Pero desde luego que el escritor está identificado con aquella, porque esa experiencia colectiva tiene como corazón diríamos, como núcleo básico, o elemental, ciertos episodios claves de la vida del escritor.
- Sin duda, las experiencias básicas, las propias experiencias son importantes en la vida de cada hombre, no solo en la del escritor. Así por ejemplo tus experiencias peruanas, hicieron madurar consecuencias políticas. En tu caso no pueden existir dudas que tú simpatizas con la Cuba de Castro. Lo has declarado en esta conversación más o menos sin reparos, también lo sé de otras ocasiones, por ejemplo, tu discurso en Caracas. Además perteneces al Comité de colaboración de la revista cubana Casa de las Américas, la cual es una de las mejores en idioma castellano. ¿Crees que el fidelismo es una receta eficaz para los males de Latinoamérica, sobre todo a aquella parte de Latinoamérica a la que pertenece tu país, Perú, Colombia, Bolivia, Ecuador? No necesitas responder a esta pregunta porque sé que contienen inflamable y tu respuesta podría crearte dificultades. Pero dime, ¿qué posibilidades ves en la práctica, no en la ilusión, de terminar con la injusticia, la falta de humanidad, la desigualdad en esta parte del mundo? ¿Cómo debería ser tu continente según tu opinión de escritor, para que fuese un continente con el que podrías identificarte totalmente?
- Bueno, si, desde luego, yo simpatizo con la revolución cubana. La revolución cubana es tal vez el acontecimiento histórico más importante ocurrido en América Latina después de la Independencia Latinoamericana a comienzos del siglo pasado. Creo que la revolución cubana abre, en cierto modo, el proceso de la segunda independencia latinoamericana, una independencia económica, ¿no? Hasta entonces la independencia había sido, en cierta forma, solo política y a veces solo teóricamente. En ese sentido creo que con la emancipación, de la tutela del imperialismo, concretamente, ha abierto una nueva época histórica en América Latina. Por eso me considero absolutamente identificado con los ideales de la revolución cubana. Creo de una manera general que más que el fidelismo se puede decir que es el socialismo probablemente la única cura que existe para los males socio-económicos de América Latina. Es decir, América Latina solo puede superar el terrible anacronismo de sus estructuras sociales, su postración económica, su dependencia de monopolios e intereses extranjeros, a través del socialismo. Y en este sentido, siendo Cuba el primer país socialista de América Latina, desde Luego cuba es una especie de estímulo o ejemplo para una segunda emancipación del continente.
- Soy de la opinión, Mario, que Che Guevara fue víctima de su propio pensamiento. Partió de la base que el modelo era posible transplantarlo a todas partes. Creo que en su afán revolucionario cometió el error de pasar por alto las diferencias sociológicas y también las que se asientan en las diferencias de mentalidades, sobre las que ya hablamos. ¿Qué tiene en común un negro o mulato de Cuba con un indio de Bolivia? Me interesaría mucho conocer tu opinión, si es plausible la aplicación de la Revolución Cubana en todos los países latinoamericanos, como se exige hoy a menudo, y a mi parecer, tan irreflexivamente. Fíjate , por ejemplo, en Argentina, donde estuve un tiempo, no veo ninguna de las condiciones que estaban dadas en cuba para un fidelismo. Y en otras partes, aunque con otras características, es lo mismo…
- También esa es una afirmación importante, y aun aquel que sueña con la revolución, con el gran cambio, con el despertar de la libertad y la humanidad, debe mantener la calma y no olvidarse de pensar. Lo que acabas de decir, da en el blanco. Como tú, no creo, de ningún modo que la Revolución Cubana, a pesar de la gran admiración que siento por ella, no creo que pueda ser un modo estricto, no, que ella pueda aplicarse indiscriminadamente en todos los países de America Latina y en la misma manera que se aplicó en Cuba. Si, pues, no creo que el proceso que siguió la Revolución Cubana, se pueda aplicar de una manera mimética, idéntica a todos los países de América Latina. Cada uno de estos corresponden a situaciones de tipo histórico, de tipo social, y de tipo cultural distinto, encontrarán cada uno vías distintas también para alcanzar esa emancipación, para llegar a ese socialismo del que vendrá la cura para sus males. Yo pienso que países como el Perú, como Bolivia, como Ecuador, tienen desde luego una serie de afinidades en este sentido, tal como la tienen, de otro lado, Chile, Uruguay y Argentina, digamos, pero creo que de una manera general se puede decir que solo a través del socialismo podrá América Latina adquirir el impulso, ese, suficiente como para salir de su estado de postración, y para vencer las terribles injusticias que hoy día existen en nuestra realidad. Ahora, yo creo que el escritor, el escritor latinoamericano tiene la obligación de comprometerse con este ideal. Debe aspirar y hacer todo lo que esté a su alcance en cuanto ciudadano de su respectivo país, para contribuir a ese cambio de tipo revolucionario. Pero de todos modos, Günter, creo que el día que el socialismo se imponga en nuestros países, de ninguna manera habrá cesado para el escritor ese compromiso de rebeldía y de inconformidad con la sociedad que debe caracterizar a un escritor. Yo creo que dentro del socialismo el escritor tiene también que cumplir una función de tipo crítico, de fiscalización de su sociedad, y que debe ser, en ese sentido, también un insurrecto intelectual, un rebelde permanente, ¿no?
- Todo, pero con la condición que se trate de un socialismo que le conceda ese derecho, que no embista contra diarios y revistas con tanques, como ocurrió en Praga. Puesto que lo que tú dices en el fondo hacia donde querían llegar los checos con su socialismo.
- Mira, Günter, cuando yo hablo de socialismo, no tengo en la mente un régimen actual, si no más bien lo que yo me imagino como el Estado socialista ideal, un estado que permanece fiel a sí mismo y a sus fundamentos. Tal vez todavía debería agregar que el hecho de sentirme hoy, totalmente identificado con el socialismo, no significa que acepto totalmente de una manera indiscriminada todos los postulados o, diríamos, las realidades socialistas presentes. No, de ningún modo. En la confrontación con el capitalismo, el saldo del socialismo es enormemente positivo; no obstante, opino que arrastra una serie de lastres y de elementos negativos contra los que debemos combatir: Nosotros debemos combatir, en cuanto escritores, por un socialismo que admita la crítica, que admita que no solo la libertad de creación, la libertad artística, sino también la libertad de expresión, y que admita el disentimiento de tipo político. Creo que nuestro ideal debe ser un socialismo que no solo suprima las injusticias sociales dentro de una realidad, sino que admita la discusión política, la diversidad política y la libre confrontación y el libre juego, en fin, con las ideas. ¿Estás de acuerdo?
- Sería indispensable si se quiere solucionar los problemas antes que sea demasiado tarde, problemas que en Latinoamérica, ya desde hace mucho, están pidiendo a gritos una solución. Uno de los problemas que deben ser solucionados lo has experimentado tú mismo en el Perú. Se lo podría designar como un problema racial, una situación muy explosiva e importante por muchas razones. Hasta en Alemania se sabe que el Perú cuyo ambiente está determinado en gran medida por el elemento indígena, y al mismo tiempo es uno de los países que presenta uno de los índices de analfabetos más altos del mundo. Pero sobre todo creo que es uno de los países donde lo indígena tiene una importancia particular, igual se trata de los descendientes de los incas o de los llamados chunchos, que aparecen en tus libros. Se dice que tú como escritor eres un descubrimiento de Arguedas y Arguedas se considera un autor indigenista. ¿Qué lugar ocupa el indio en tu obra? ¿Qué importancia tiene directa o indirectamente, consciente o inconscientemente?
- Bueno, desde luego, el Perú es un país indígena, ¿no? Históricamente, porque fue la cuna de una de las grandes civilizaciones de América, y social y demográficamente hoy día, porque gran parte de la población está compuesta por indios. En este sentido todas las personas que hemos nacido en el Perú, hayamos nacido en la sierra o en la selva, hablando quechua o hablando español, hemos sido influidos, en cierta forma condicionados por lo indígena. Nuestra de ver el mundo, nuestra manera de sentir las cosas, nuestra manera de relacionarnos con los demás seres, están indudablemente influidos por ese elemento indígena, cuya presencia es preponderante en la historia peruana. En sentido yo reconozco una deuda grande con el mundo indígena del Perú. En mi caso creo que es una influencia menos visible, tal vez menos directa que en el caso de otros escritores, como el que has citado tú, Günter, el de José María Arguedas, Arguedas nació en la sierra, vivió gran parte de su juventud, de su niñez entre indios: aprendió a hablar primero en quechua y luego en español. Él tiene, desde luego, una visión de lo indígena mucho más directa, y, sin duda profunda de ese mundo del que pudiera tener un escritor como yo, que ha pasado, en fin, su niñez en la costa, un tanto alejado de la presencia física de los indígenas, y que, desgraciadamente, y lo confieso con un poco de vergüenza, no habla el lenguaje de los indios. No hablo el quechua, he tenido incluso pocas oportunidades de convivir con los indígenas. Es indudable que, en fin, mis experiencias vitales, que han determinado mis cuentos y mis novelas, no están profundamente ligadas a la experiencia indígena como podría estar la de José María Arguedas, u otros escritores que están en su misma situación. Pero creo que, indiscutiblemente, así como en la obra de estos escritores indígenas la presencia, diríamos, del Perú occidental, del Perú de la costa, del Perú más o menos europeizado, es una presencia innegable, ¿no?, en el caso de los escritores que más o menos han sido formados dentro de este mundo, también la presencia del indígena, de una manera indirecta, de una manera menos visible pero no menos cierta, se manifiesta. Ahora exactamente hasta que punto, yo mismo no puedo juzgarlo. Yo estoy sumergido en esa realidad, en la que están inextricablemente fundidos esos elementos, esos indígenas y occidentales, de cuyo cruce, de cuya mezcla resulta lo que se llama el Perú.
- ¿Crees que se podría diferenciar entre un Perú “genuino” y un Perú “falso”, es decir un Perú “indígena”, indio y un Perú “blanco”?
- Bueno, yo creo que no, no se puede hablar de un Perú genuino y de un Perú postizo en este sentido. Creo que sería caer en este absurdo maniqueísmo en el que cayeron primero los llamados hispanistas de la generación novecentista, los de Agüero por ejemplo, que pensaba que el Perú genuino era el Perú blanco, el Perú hispánico, el Perú europeo, ¿no? Y en el que cayeron luego, por reacción contra los novecentistas hispanistas, los indigenistas, que sostuvieron que el Perú genuino era el Perú indio, el Perú quechua, el Perú de las sierras, y que el Perú de la costa, el Perú europeizado y “español”, era el Perú postizo y falso. Yo creo que no se puede plantear de ninguna manera esa división. En realidad, porque esa división es absolutamente falsa. No necesito decírtelo porque siempre has abogado por la “América mestiza”, precisamente de eso se trata. En primer término porque ya no existe, creo, de una manera general, un Perú genuinamente indígena o un Perú genuinamente español. Es verdad que ese amestizamiento del Perú de ninguna manera se ha completado ni alcanzado siquiera las proporciones grandes que ese proceso de simbiosis de las dos culturas, de esos dos mundos ha alcanzado hoy día en Bolivia o en México. El proceso es mucho más lento en el Perú, pero creo que a partir del hecho que esas dos vertientes forman nuestra personalidad nacional. Lo peruano está íntimamente subordinado a lo indígena, como a lo occidental, a decir “hispánico” o “español”, ¿no?, y en ambas vertientes puedes reivindicar tan legítimamente el derecho a la peruanidad. De tal manera que culturalmente no creo que se pueda establecer de ningún modo una subordinación, un orden de prelación de importancia entre estas dos culturas. Lo que sí existe, desde luego, en término social-económico, es la subordinación de parte del mundo indígena por el mundo europeizado o el mundo blanco, el mundo costeño. El mundo blanco, el mundo de la costa, ha explotado inicuamente al mundo indígena y lo sigue explotando. Hay que luchar contra este estado de avasallamiento. Hay que luchar por destruir ese estado de dependencia, de explotación en el que está el mundo indígena todavía por culpa del mundo blanco, de una manera general. Pero tampoco se puede plantear eso en términos estrictamente racistas. No se puede olvidar que los “blancos”, que disfrutan de ese privilegio y aprovechan esa explotación del mundo indígena, son también una ridícula, una ínfima minoría dentro de ese Perú europeizado, costeño, ¿no? Y que dentro de ese Perú europeizado, costeño, hay enormes sectores que son también a su vez víctimas de ese pequeño grupo de privilegiados que constituyen la oligarquía y la plutocracia peruana. Creo que eso hay que plantearlo en términos económicos. Hay que destruir esa estructura de explotación, para que luego ambas culturas, la cultura de occidente y la de origen quechua, puedan competir, puedan rivalizar libremente dentro del Perú, al mismo tiempo que puedan cruzarse, mezclarse hasta dar, en fin, origen a una cultura peruana común, una cultura peruana mestiza, necesaria.
- Después de esa incursión en el futuro de tu país, volvamos al tuyo propio, Mario. Entonces ahora te vas a Puerto Rico, para hacerte cargo de una nueva cátedra. ¿Cómo te imaginas que será tu futuro? Actualmente llevas una vida de gitano, disculpa esta afirmación, pero viajas de un país a otro. ¿No crees que este estilo de vida al que te has entregado perjudica su capacidad de trabajo? ¡Y además tu edad! ¿Crees poder mantener la envergadura literaria lograda hasta ahora, que sin duda es también agotadora?
- Me cuesta trabajo decir cuál va ser mi propio futuro, realmente supongo que seguiré escribiendo novelas, salvo que ocurra, en fin, un hecho trascendental, inesperado en mi vida, que me libre de esa necesidad de escribir, ¿no? O sea que probablemente seguiré escribiendo novelas. No sé si novelas de la misma vastedad. Tal vez sí, yo tengo más bien la impresión que mis proyectos literarios tienden a pecar de un gran defecto: el defecto de la proliferación, es decir que son cada vez más grandes, mas vastos, más largos, ¿no? No se adelgazan, engordan con el tiempo. No disminuyen, aumentan. O sea que en fin, una de las cosas que podría tal vez adelantar sobre mi futuro es que seguiré escribiendo novelas largas, gordas para pesar de mis editores y lectores, y por cierto de mis traductores.
- Ya hablamos sobre las razones de tu modo de vida. ¿Crees que las circunstancias actuales de tu vida y de tu trabajo son definitivas? ¿O crees que alguna vez podrás trabajar en Lima o en alguna otra parte del Perú como trabajaste en Madrid, París, Inglaterra y ahora en los Estados Unidos? ¿Te sientes en realidad un emigrante? ¿Regresarás alguna vez al Perú?
- De una manera general yo pienso que sí, volveré un día al Perú, si es que algún día las condiciones cambian, y encuentro en el Perú, en fin. El estímulo suficiente, la tranquilidad, el tiempo libre suficiente para poder escribir. Honestamente, Günter, no sé si se puede decir que mi literatura es una literatura de exilio. Considerando el domicilio físico del autor, en el momento que escribió, indudablemente es una literatura de exilio, porque casi todos mis libros han sido escritos fuera del Perú. No creo que temáticamente se pueda decir que es una literatura de exilio, porque temáticamente, anecdóticamente todos mis libros están situados en el Perú. Ahora, yo quisiera aclarar que de ninguna manera escribo sobre el Perú por una cuestión de principio. No creo que un escritor tenga la obligación moral de escribir sobre su país anecdóticamente, ¿no? Creo que un escritor como Cortázar, que sitúa ficciones suyas en París, o Borges, que las sitúa en un mundo intemporal, ahistórico, un mundo mental, tienen pleno derecho de hacerlo. Creo que un autor no puede escapar a su realidad, o que esa realidad que lo ha formado, que ha depositado en el esos demonios, que son quienes lo azuzan y lo llevan a escribir, aparece siempre irremediablemente, ¿no?, se lo proponga o no, en sus obras. En algunos casos no aparece tan visiblemente como sería en el caso de los escritores fantásticos, pero creo que aparece también de una manera parabólica, indirecta, ¿no? Creo que cada realidad contiene también una forma de irrealidad, que es la que expresan los escritores fantásticos, de esa realidad. Y creo que esa irrealidad es un nivel tan legítimo, tan lícito, de realidad como la realidad estrictamente social o los niveles estrictamente sociales e históricos. Me preguntas si me siento un emigrante. Bueno, no entiendo bien la pregunta, es decir, soy una especie de nómada, indudablemente, porque estoy rodando de un lugar al otro, todo el tiempo. Ya comienzo a cansarme también de ese viaje incesante, ya quisiera echar raíces algún tiempo, en algún sitio. No sé cuándo regresaré al Perú, pero pienso que si en algún momento puedo trabajar en el Perú, con la misma tranquilidad con la que trabajo en el extranjero, desde luego, volvería sin pérdida de tiempo.
- Otra cosa, Mario, volvamos otra vez a la literatura y dejemos lo referente a tu vida privada. Ciro Alegría, tu gran compatriota, me dijo en una oportunidad que para él la literatura es un arma, es la continuación de la lucha política con otros medios. ¿Compartes esa opinión, o te has impuesto otras normas para tu propia literatura? Por cierto que tomo como base lo que me dijo Asturias, que la buena voluntad no puede reemplazar al talento. ¿Te consideras un autor comprometido? Como ganador del premio Rómulo Gallegos, y como dueño de veintidós mil dólares que viene con él, prácticamente no debes conocer preocupaciones económicas –espero que disculpes la indiscreción. Tus libros han tenido en todas partes un éxito enorme, éxito de venta también. ¿Desempeña un papel importante para tus planes futuros esa independencia financiera ininterrumpida?
- Bueno, Günter, reconocerás que es una carga concentrada, en la pregunta hay varias preguntas: La primera es que si considero que la literatura es una continuación de la lucha política, con medios diferentes. Yo creo que no, creo que la literatura es una forma de lucha también, creo que la literatura es una forma de insurrección, permanente, pero no contra ese nivel de realidad en el que opera la política, el nivel puramente social y económico, sino contra la realidad en general. La literatura es una insurrección, una rebelión permanente, contra uno o varios aspectos de la realidad. En ciertos casos puede ser el nivel político o histórico. En otros casos no, en otros casos pueden ser otros niveles aquellos contra los que el escritor protesta a través de su vocación, y de sus ficciones. Yo creo que la literatura no puede estar subordinada de ninguna manera a la política, que la política, que la política no puede servirse de la literatura. Creo que la literatura en cambio puede servirse de la política, en el sentido que la política es una experiencia más, un aspecto más de la realidad. Y que la literatura se sirve de todo lo que forma parte de la realidad, para sus fines, para contribuir, para construir esos mundos imaginarios, a través de los cuales los lectores, los hombres conocen mejor su propia realidad, se conocen a sí mismos. De toda manera creo que los fines de la literatura y la política pueden llegar a coincidir, pero de ninguna manera acepto que puedan estar subordinados. Ahora respecto al compromiso literario, bueno, yo sí me considero un autor comprometido, creo que un escritor solo puede ser un hombre comprometido por la responsabilidad que tiene, es decir, un hombre profundamente, con un sentido de profunda responsabilidad, respecto a su vocación. Creo que el compromiso fundamental a que nos obliga esa vocación es a ser auténtico, a decir con el máximo vigor de lo que es capaz, aquello que lo obsesiona. El compromiso de un escritor es un compromiso fundamental con sus “obsesiones”, con sus demonios, más que con sus convicciones.
- Eso sería si el mismo escritor se hubiese marginado de la sociedad. Pero no es así, y uno puede suponer tal cosa de un hombre con tu manera de pensar, que él mismo se aísle de la comunidad. Es decir él también tiene obligaciones con la sociedad, con…
- Por cierto, Gunter, que las tiene. Y desde luego que el ciudadano escritor las tiene irremediablemente , es un miembro de una comunidad, creo que en cuanto a tal, debe estar comprometido con las mejores opciones, con las opciones más progresistas dentro de esa sociedad y debe contribuir, en la medida de sus fuerzas, al triunfo de esas opciones. Yo creo que expliqué algo de esto en la pregunta anterior al referirme al socialismo como única salida de los problemas latinoamericanos. Pero lo que no creo es que la vocación literaria y la responsabilidad ciudadana deban estar confundidas, mezcladas o deban estar subordinadas. Creo que son dos tipos de compromiso que se empeñan en niveles diferentes de realidad. Ahora, estimado amigo Lorenz, desgraciadamente el premio Rómulo Gallegos no me ha liberado de preocupaciones económicas, porque si así fuera yo no trabajaría, sino me dedicaría exclusivamente a escribir. Yo creo que en esto hay un arma de doble filo, lo sé, creo que el ideal de todo escritor, en cierta forma el mío también, es llegar a alcanzar alguna vez una tranquilidad económica suficiente para dedicarse exclusivamente a escribir, a no tener ningún otro trabajo. El problema es que abandonarlo todo y dedicarse exclusivamente a la literatura, si uno no tiene asegurada esa tranquilidad económica, es siempre peligroso, porque uno puede terminar escribiendo para vivir, ¿no? Creo que en realidad, el auténtico escritor solo puede hacer lo contrario, escribir para vivir no, sino más bien vivir para escribir. Creo que eso, mal que mal, lo estoy consiguiendo ahora, a pesar que no puedo vivir exclusivamente de la literatura. Pero he tenido la suerte de conseguir trabajos que me dejan tiempo libre suficiente como para poder seguir escribiendo.
- Tú has tenido esa suerte, Mario. Muchos otros no la tienen. La vida de esos escritores puede ser entonces el infierno. Naturalmente que tiene sus pro y sus contra. Pero yo creo que el poeta que pasa hambre, que el escritor que no sabe cómo mantendrá a su familia y a sí mismo, no puede cumplir su obligación, o a la sumo haciendo concesiones al gusto del público. ¿Crees que la situación de la literatura latinoamericana, en especial de la literatura peruana, cambiaría si el escritor y el poeta no tuviesen tantas preocupaciones económicas? Supongamos que ese estado ideal llegara algún día, se hiciera realidad. ¿Qué consecuencias podría tener para la literatura?
- Bueno, yo no creo, porque yo no creo que la vocación literaria esté determinada por preocupaciones económicas, ya te dije que creo que el origen de la vocación literaria es una inconformidad, un disgusto, rechazo de algún aspecto de la realidad. En algún caso ese inconformismo, esa repulsión puede estar motivada por estrecheces de orden económico, pero motivos para rebelarse, motivos para estar en desacuerdo con la realidad habrá siempre, incluso cuando se hayan resuelto todos los problemas imaginables, siempre habría un problema en contra de la realidad, y es el hecho de ese elemento fundamental de la condición humana: de la muerte. Yo creo que existiendo esa espada de Damocles en la vida humana, ya nos está dando un motivo de rebeldía. Suficiente como para seguir alimentando vocaciones literarias durante muchísimos siglos más, y fascinando el espíritu del hombre.
Publicado: 2014-03-16
Enero de 1969. Vargas Llosa acababa de terminar su novela Conversación en la Catedral. Dos años atrás había leído su discurso La literatura es fuego al recibir el Premio Rómulo Gallegos por su novela La casa verde, y tres años antes su novela La ciudad y los perros, ganadora del Premio Biblioteca Breve, había sido catalogada por uno de sus jurados como “la mejor novela escrita en los últimos treinta años en idioma español". Seis años vertiginosos que situaron a Vargas Llosa en la cúspide de la literatura de ambos continentes. Es en este contexto que el crítico alemán Günter W. Lorenz entrevista a Vargas Llosa, una larga conversación que apareció junto a otras entrevistas a escritores en el libro Diálogo con Latinoamérica. Günter era un crítico que aseguraba que la literatura latinoamericana era la literatura del futuro. Y Vargas Llosa aquí reflexiona de una manera extendida sobre la condición del escritor latinoamericano, su compromiso inextinguible con la literatura, los autores que motivaron su estilo. Y también, de política. Es el Vargas Llosa aún adherente a la revolución cubana, pero siempre sobre la base de la búsqueda del desarrollo y modernidad de una sociedad y el respeto a las libertades individuales y a la crítica. A continuación, la entrevista de Günter W. Lorenz.
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