Negocios de Pura Sangre
Para algunos la crianza de caballos no es negocio, sin embargo detrás de un animal actualmente deportivo se escondería una industria millonaria
El caballo durante siglos fue usado como presa de caza y luego como arma de guerra, sin embargo su rol es actualmente deportivo. Lo que no ha cambiado es el papel económico que tiene este mamífero solípedo y cuadrúpedo: sigue siendo una plataforma de potencial negocio.
Cuando Chocano escribió "...los caballos eran fuertes, los caballos eran ágiles...", se añadiría que son una industria también.
Mercado de caballos = negocio poco planificado
En función a las razas de caballos, éstos pueden ser animales deportivos. Los equinos pura sangre suelen ser escogidos para carreras, salto, doma clásica o adiestramiento (dressage en francés) y prueba completa (que combina en la equitación salto con adiestramiento y una prueba a campo traviesa). Existen caballos no tan deportivos, pero que otorgan espectáculo: los Pura Raza Española y lusitanos son los escogidos por los rejoneadores (toreros a caballo) para la Fiesta y exhibiciones de doma o Alta Escuela ecuestre. Las llamadas razas criollas como en caballo peruano de paso, el criollo argentino, el mustang estadounidense son especies más propensas a ser usadas en faenas de campo. Sin embargo, la banalidad convierte a todas las castas en una costosa afición. Onerosa inclinación que podría rentabilizar buenas ganancias sin delinear un plan de negocios.
Seabiscuit, un caballo de carreras que triunfó en eventos como el Derby de Santa Anita en Estados Unidos en 1940 es un ejemplo. Nació poco prolijo para la velocidad, era bajo de estatura y con tres ‘grandes defectos’ para un caballo de carreras: era flojo, comelón y con poco pedigrí. Fue comprado a precio de saldo por un hombre de negocios, que poco o nada sabía de caballos. En 1938, tras vencer en un ‘mano a mano’ a War Admiral un gigantesco y linajudo pura sangre, el precio de Seabiscuit, el ‘caballo del pueblo’ como era motejado por la clase trabajadora estadounidense quienes se identificaban con el pequeño equino, considerándolo un símbolo de los trabajadores durante la Gran Depresión, alcanzó los seis dígitos siendo el caballo más costoso de la historia para el momento.
Otro tanto pasó con Jappeloup, un pequeño caballo que por su mal temperamento, poca estatura e incapacidad de sortear un obstáculo lo hubieran hecho candidato seguro a ser sacrificado. Pierre Durand, jinete francés de nivel olímpico lo adquirió a inicios de los años 80 corrigiendo la impericia del caballo para sortear una vara. Desde ese momento, todo fueron triunfos para Jappeloup. Una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988 lo demostró. A raíz de este triunfo, el equino llegó a ser el caballo de salto más cotizado en los circuitos ecuestres internacionales. Las peripecias de este caballo fueron llevadas a la pantalla por Christian Duguay en la película "Jappeloup" (2013).
Trascendió que Moorland Totilas, caballo excepcional para el dressage nacido en un sencillo establo de Holanda fue comprado en 2010 por 10 millones de euros. El cuadrúpedo demostró poco a poco superlativas dotes para la doma clásica de Alta Escuela. Después de una racha ganadora en competencias mundiales de doma que se inició en el 2006, logró su momento culminante cuando obtuvo tres medallas de oro en los Juegos Ecuestres Mundiales del 2010 de Lexington en Estados Unidos. El equino también es semental y el costo cobrado por sus dueños por el servicio de cubrir y fecundar a una yegua por parte de Totilas es de 8 mil euros por sesión. En 2009, 175 yeguas fueron programadas para ser cubiertas por el semental, generando un rédito para sus propietarios de 1.4 millones de euros. Todos ganaron, incluido Totilas claro.
Pese a estos casos de éxito, se podría decir que la industria de la compra-venta de caballos deportivos es aleatoria. No existe evidencia de que haya una planificación económica-financiera para alcanzar estos logros pues existe una cuota muy fortuita en un mercado que combina genética y suerte en un riesgoso cóctel. Caballos con irrisorios antecedentes resultaron ser un gran negocio y viceversa.
Pero, ¿es negocio?
Pese a las líneas sanguíneas, el cuidado y el entrenamiento, éstos no garantizan que el ‘producto’ sea bueno. Tampoco que la rentabilidad sea holgada.
Con cierta frecuencia se realizan remates en el hipódromo de Monterrico en Lima. Los caballos expuestos son animales que han terminado con su ciclo en el mundo de las carreras, ya sea por lesiones leves, bajo rendimiento o simplemente porque los propietarios los descartan de sus cuadras. Los compradores suelen ser agentes intermediarios de camales, pero hay personas vinculadas a la equitación que adquiere estos caballos (salvándolos de paso de una muerte segura) para salto o dressage. En teoría, una persona podría comprar un caballo de estos lotes subastados a precios bajos, US$200 ó US$600 a lo más, entrenarlo y hacerlo competir en pruebas nacionales y regionales por unos años para luego venderlo con suerte 10 o hasta 20 veces su valor original, todo estará en función a la hoja de vida que haya hecho el cuadrúpedo.
El problema: muchos caballos de hipódromo ‘no saben que son caballos’, es un proceso entrenarlos, adiestrarlos y de ser caso desintoxicarlos (algunos caballos de carreras podrían haber sido expuestos a estimulantes).
Considerando que el costo de mantenimiento –en función al club ecuestre donde se le aloje- puede rondar en promedio los US$500 mensuales, el procedimiento puede resultar oneroso y un precio de venta de entre US$10 mil ó US$15 mil cubra tan sólo un estrecho margen de ganancia al final del cuento. Además de ser complicado vender un caballo, puede ser poco rentable.
En las razas más rústicas como el caballo peruano de paso, el fenómeno es el mismo: mucho costo de mantenimiento, ritmo de ventas lento y margen austero de ganancia.
Es un mercado bizarro entonces: por un lado, existen sorpresas agradables en este negocio, pero por otro habrían variables que hacen de esta industria un segmento volátil que podría provocar que el inversor ‘pierda los estribos’ de su capital.
El redactor recomienda ver también a Santorín, un héroe local de las carreras quien ganó sin mayor expectativas previas de triunfo el Gran Premio Carlos Pellegrini en Argentina (1973):
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Economista, periodista, docente. Corresponsal para Latinoamérica de iForex financial news, consultor y analista. Sígueme en @eduardo_recoba
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