Paso uno: estar ante una maravilla histórica del mundo. Paso dos: encontrar aquel rincón por donde circule la menor cantidad de turistas. Paso tres: desnudarse sin llamar la atención de nadie. Paso cuatro: que la cámara —asistida por alguien o automáticamente— cumpla con su trabajo. Paso cinco: proteger la imagen de los guardias que te pedirán que la borres y subirla, apenas puedas, a la Internet.

En los últimos meses, más de un turista extranjero ya ha tratado —e incluso ha conseguido— capturar una imagen de su cuerpo libre de prendas frente a las ruinas de Machu Picchu. 

Para las autoridades cusqueñas esta nueva moda atenta contra la magnificencia de la ciudadela inca, además de incitar a que otros turistas pretendan intentarlo en sus próximas visitas a Machu Picchu. Así, el nuevo director regional de cultura, Ricardo Ruiz Caro, ha anunciado que los guardaparques incrementarán la vigilancia para evitar tales acontecimientos, como declaró para el corresponsal en Perú del diario británico The Guardian.

Desde la perspectiva de los nudistas se trata, en cambio, de una forma de afirmación de sus consignas: "Somos felices viendo decapitaciones en las películas, pero cuando vemos un cuerpo desnudo nos ponemos nerviosos. Queremos derrumbar esa barrera frente al cuerpo humano, pero de forma divertida" (Paul Marshall, administrador del blog Naked at Monuments, 'Desnudo en los monumentos', citado por la BBC). 

La polémica —de existir una genuina— se centraría en determinar si es o no una actividad que violenta gravemente a la ciudadela, así como a su significado histórico. 

Desde un ángulo se puede ver como una manera poco peculiar, una moda que tarde o temprano se terminará diluyendo, de incentivar la visita de más turistas; y desde otro se puede concebir esta aventura como un agravio contra la memoria de una cultura milenaria.