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Cipriani, actor político

Un nuevo libro del IEP presenta la trayectoria del arzobispo de Lima como ideólogo y activista, desde sus días en Ayacucho. 

Publicado: 2014-03-08

Juan Luis Cipriani Thorne, arzobispo de Lima y primado del Perú, y cardenal de la iglesia católica, es desde hace un buen tiempo una figura inescapable de la vida pública peruana. Y no lo es únicamente por su encumbrada posición en la burocracia religiosa, sino por su persistente activismo político (es probable que Cipriani no reconozca esa distinción, pero basta recordar a sus comedidos predecesores, como Augusto Vargas Alzamora o Juan Landázuri Ricketts, para saber que es cierta). El efecto que su presencia ha tenido y continúa teniendo en el escenario nacional sin duda merece uno o varios estudios especializados y de profundidad, y sin duda también daría material para más de una fascinante crónica.  

Cipriani como actor político, el pequeño volumen escrito a cuatro manos por Luis Pásara y Carlos Manuel Indacochea que ahora publica el Instituto de Estudios Peruanos, no es, lamentablemente, ninguna de ambas cosas. Su brevedad lo obliga a quedarse mayormente en la superficie de los eventos y temas que aborda, y su intención, más ideológica que periodística, lo hace evitar el dramatismo y la tensión de la narrativa (cuyo perfil posible sin embargo se intuye en muchas de sus poco más de 100 páginas). Para esas cosas, profundidad y drama, parece que tendremos que esperar.

Nada de lo cual significa que el libro de Pásara e Indacochea carezca de importancia o interés. Los tiene, y en abundancia. En buena cuenta, porque la voz totalizante de Cipriani requiere con urgencia de contrapesos, y su permanente presencia política requiere que matengamos viva, aunque sea a trazos gruesos, nuestra memoria de lo que ha hecho y dicho en las últimas dos décadas y media.

El obispo y el dictador

Cipriani adquirió su primera notoriedad fuera de los confines institucionales de la iglesia en 1991, cuando asumió el cargo de administrador apostólico de Ayacucho, donde ya era obispo auxiliar desde 1988 (asumiría el cargo de obispo propiamente dicho en 1995). La fecha es harto significativa: esos fueron los años terminales del conflicto armado interno en el Perú, que tuvo en el departamento de Ayacucho su epicentro, y el escenario le daba a la iglesia -quizá la institución civil más sólida, extendida y poderosa en la región- un protagonismo incluso mayor que el habitual.

La primera sección del libro, escrita por Pásara y titulada “El obispo y el dictador”, repasa brevemente la estadía de Cipriani en Ayacucho, marcada sobre todo por su pronto alineamiento con los esfuerzos del estado por contener la subversión senderista y por su cercanía con el presidente Alberto Fujimori.

Ese alineamiento y esa cercanía continuarían a lo largo de toda esa década, a prueba de denuncias de corrupción contra el régimen y evidencias -que Cipriani, estando en Ayacucho, no puede haber desconocido- de una política de masacres y violaciones sistemáticas de los derechos humanos por parte de las fuerzas armadas. Al contrario, las denuncias y protestas contra Fujimori, según muestra Pásara, no hicieron más que estrechar el vínculo, con el obispo convertido en uno de los más acérrimos enemigos de las organizaciones de defensa de los derechos humanos activas en el Perú, de los movimientos sociales progresistas y, no hay que olvidarlo, de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación que investigó los hechos de aquel periodo histórico (y cuestionó su rol en la diócesis ayacuchana).

Ideas fuerza

La segunda sección del libro, “¿De dónde viene Cipriani?”, escrita por Carlos Manuel Indacochea, es una encapsulada historia del Opus Dei, el movimiento religioso al que Cipriani pertenece desde antes de su ordenamiento sacerdotal, y el cual encabezó en el Perú aún desde antes de su llegada a Ayacucho. Cipriani, además, tiene la distinción de ser el primer miembro del Opus Dei que alcanzó la condición de cardenal en toda la historia del movimiento.

La ágil e informada presentación de Indacochea no debe sorprender a nadie que tenga la más mínima noción del Opus Dei, pero hay cosas que nunca está de más volver a enfatizar (y que los lectores menos informados sobre esta organización indudablemente encontrarán de interés. Los vínculos de origen del Opus Dei con el fascismo español, su crecimiento y prosperidad bajo la dictadura franquista, su infiltración casi clandestina en los círculos de poder social, económico y político de muchos países, su clara intención de activismo reaccionario: todo ello está retratado aquí, y echa luz sobre la plataforma en que se asienta la ideología de Juan Luis Cipriani. (Y, hay que recordarlo, de algunas otras figuras importantes de la política y la economía peruanas, como Martha Chavez, Rafael Rey Rey y Dionisio Romero, todos mencionados aquí).

Por último, la sección final, “El pensamiento guía”, escrita por Pásara, se ocupa de presentar las ideas-fuerza que parecen animar la acción política del arzobispo, usando como base documental para ello sus pocos escritos publicados, sus homilías y sus declaraciones públicas.

Y esas ideas-fuerza, sin duda derivadas por Cipriani de sus compromisos ideológicos, son básicamente tres: la centralidad de la familia tradicional (Cipriani equipara el divorcio al narcotráfico y el terrorismo entre los males del mundo de hoy) y los roles de género asignados, con la mujer en el espacio doméstico y el hombre en el público, como cabeza jerárquica de la unidad familiar; la nula o escasa injerencia del estado en la actividad económica y la vida social; la resistencia a cualquier forma de cambio o transformación progresista.

Si el segundo de estos intereses pone a Cipriani de la mano con los ideólogos del neoliberalismo, la verdad es que los otros dos tamizan el segundo término de esa palabra compuesta hasta hacerlo casi desaparecer: Pásara muestra con eficacia que no hay mucho de liberal en el pensamiento del arzobispo, sino todo lo contrario. Cipriani no posee ni instintos ni convicciones democráticas, y tiende más bien al autoritarismo más reaccionario en la defensa de los que concibe como valores fundamentales, asentados en una teología acérrimamente conservadora. Estos no son insultos, pues es seguro que Cipriani lleva tales etiquetas con orgullo. Pero sí son llamadas de alerta para sus fieles, que no deben olvidar nunca de qué lado del espectro vienen sus palabras y sus acciones (que deberían representar a la iglesia en su conjunto, pero casi nunca lo hacen). Y también para todos los peruanos, que, querámoslo o no, estamos sometidos a su prédica desde las muchas cajas de resonancia mediática que parece tener a su disposición.

Un libro valioso, pues, el de Pásara e Indacochea, con la promesa de estudios y relatos más completos sobre este personaje sin duda crucial para entender la política peruana de los últimos años, y quizás de los que vendrán.


Escrito por

Jorge Frisancho

Escrito al margen


Publicado en

Redacción mulera

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