¿Dónde folgar, mi estimado?
Un breve recuento de algunos lugares curiosos para tener sexo.
Camino a Piura las horas del viaje ya agotaban, las películas que ponían solo nos ofrecían el tedio supremo y solo nos quedaba mirar el paisaje, a veces repetitivo, a veces agreste, pero siempre inmenso, siempre en soledad. Al parecer ambos pensábamos en lo mismo, pero fue Bradomín quien expuso la idea: “tanto lugar para folgar”, recuerdo que dijo.
Mi sí fue sincero y comenzamos a divagar sobre tanta tierra donde uno bien podría bajar del carro y comenzar algún arte amatoria con cierta compañera. La evocación y la lista de sitios fue larga, cada una más extraña que la otra. Había tiempo e imaginación siempre nos ha sobrado.
De hecho hay lugares infinitos para folgar, cada uno más insospechado que el otro. De repente uno entra a un salón y no puede imaginar (salvo que tenga fino el olfato) que hace poco, luego de una cátedra de literatura española medieval, una parejita acaba de salir de un polvo salvaje, o de repente si ibas por los baños de Informática te ganabas con los jadeos de más de uno, y claro, ni que decir de la huaca, el estadio o Los Tubos, esos lugares donde posiblemente uno midiera su riesgo y morbo.
De hecho, si uno hace una pesquisa entre noches de libación uno podrá saber que en la facultad de letras no solo ronda un fantasma si no la memoria de gemidos, uñas, sudores y más (el momento de las tomas era, definitivamente, el más propicio, y es que muchos no se quedaban a pasar la noche por la revolución si no por la carne).
A falta de un sencillo, cualquier rincón de la universidad debía ser debidamente aprovechado, así no resulta nada exagerado que un amigo me confesara que, durante los 6 años de la carrera, todo lo que no había bebido o fumado se la paso folgando de lo lindo en cada recoveco universitario (en medio de un apagón, en las escaleras, por el jardincito del Rectorado, etc.).
Posiblemente, más de uno se haya topado en el Centro de Lima con alguna escena callejera de sexo clandestino mientras nos ganaba el voyeurismo con un cigarro en la mano o, quién sabe, nos hayamos ganado con alguna pareja que birlando a los curiosos buscaba una cama improvisada entre los descampados de las ferias de libros o en el almacén de una librería.
Estas evocaciones han llegado a mí tras leer un curioso artículo de The Daily Mirror en donde se enumeran los lugares más extraños para folgar. Esto asimismo me trae a colación aquel caso de la alcadesa belga que fuera fotografiada teniendo sexo en el Palacio Real de Olite (Navarra).
No sé si se trate de un exhibicionismo, de una fórmula estimulante (como sucede con el personaje de Casanova 70 ante el riesgo) o simplemente que a uno le gane la libido y que todo lugar sea bueno ante tales urgencias, lo cierto es que aquí dejamos esta breve lista hecha por el tabloide inglés:
En las murallas de NewCastle (venciendo el frío)

En un reloj (como una forma de medir el tiempo)

Una cabina telefónica (una cabina de internet tampoco vendría mal, aunque sea muy incómodo)

En Sussex Beach (tiene más gracias si la playa no es nudista)

Escrito por
Escritor y corresponsal de literaturas indígenas en Latin American Literature Today
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