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Activistas evangélicos estadounidenses implicados en la gestación del proyecto de ley para "matar a los gays" en Uganda

Publicado: 2014-03-02

El pasado viernes 14 de febrero, el Parlamento ugandés aprobó una ley que castigará la "homosexualidad agravada" con pena de cadena perpetua. La nueva medida, que ha provocado una ola de críticas y la condena internacional generalizada, incluyendo la del presidente de los Estados Unidos Barack Obama, se produce al cabo de un largo debate interno cuyo origen, según los defensores de esta ley, se hallaría en la voluntad de "proteger" a los niños ugandeses del "reclutamiento" por parte de diversos colectivos LGBTI occidentales. 

Aunque este tipo de lenguaje transparenta una actitud de violento rechazo no sólo de la homosexualidad en sí, sino también de la injerencia (por más imaginaria que sea) de códigos de conducta foráneos sobre las costumbres del conservador país africano -predominantemente cristiano-, lo cierto es que existen en esta historia fuertes indicios de que los legisladores ugandeses habrían sido en realidad motivados a fortalecer este tipo de actitudes por una campaña orquestada por un pequeño grupo de activistas evangélicos estadounidenses.

Lo que está en juego

Conocida como el proyecto de ley para "matar a los gays", la iniciativa incluía originalmente una disposición que pretendía penar con la muerte repetidas instancias de actos homosexuales. El parlamentario ugandés David Bahati, uno de los principales defensores de la iniciativa, señaló luego que la disposición de pena de muerte sería desechada de la versión final del documento enviado al presidente Yoweri Museveni, indicando que la sentencia se reduciría a prisión perpetua (aunque este no es precisamente el avance que todos esperábamos).

el presidente de uganda yoweri museveni

La nueva versión del texto acaba de ser aprobada este lunes por Museveni luego de una larga serie de idas y venidas y de cambios de opinión motivados, no es difícil imaginarlo, por la presión de gobiernos como los de Gran Bretaña y Estados Unidos, que han amenazado con cancelar las ayudas a su país en este contexto de patente violación de derechos humanos.

Aunque el presidente ha asegurado a sus homólogos extranjeros que no cree que Uganda deba matar a los gays, ha insistido también en que "no podemos aceptar la promoción de la homosexualidad como si se tratara de algo bueno." La impresión que dejan estas declaraciones es que el presidente está alineado en su fuero interno con parlamentarios como Bahati, y que de no ser por las amenazas que se ciernen sobre la economía de su país debido a los posibles recortes en las ayudas, sin dudarlo mandaría a asesinar a la comunidad LGBTI ugandesa. Es necesario recordar que el clima de violenta homofobia que se vive ahí ya tiene muchas víctimas en su haber. El activista gay David Kato fue asesinado, por ejemplo, en 2011 luego de que su nombre fuera publicado por la revista Rolling Stone (el periódico de ugandés, no la revista de rock estadounidense) en una lista de 100 homosexuales ugandeses (por supuesto, la policía de Uganda ha dicho que no existen pruebas para demostrar que su muerte fuera resultado de su activismo LGBTI). Muchos ugandeses homosexuales han tenido que pasar a la clandestinidad luego de esta clase de ofensivas; otros han sido objeto de palizas, acoso e incluso de un tipo de tortura singularmente cruel llamado "violación correctiva".

Cabe mencionar que la ley aprobada por Museveni también contiene una disposición que permitirá llevar a la cárcel a los ugandeses que no reporten la actividad homosexual de otros, y una disposición que prohíbe la "promoción" de la homosexualidad, similar a la que encontramos en la ley rusa contra los homosexuales (en Rusia se considera que el solo hecho de afirmar que uno es gay o apoyar a las personas homosexuales ya califica como "promoción").

La influencia estadounidense

La enérgica posición oficial del presidente Obama, por más loable que sea, no debería hacernos perder de vista que la influencia de Estados Unidos en este triste estado de cosas está bien documentada. En el ojo de la tormenta se encuentra sobre todo una serie de ponencias llevadas a cabo en Uganda en 2009 por un grupo de activistas anti-homosexuales estadounidenses. Las conferencias, que se extendieron durante tres días, estuvieron dirigidas a una selecta audiencia de personalidades influyentes de la política ugandesa, incluidos legisladores. El tema: la "agenda gay" occidental, incluyendo la extraña noción de que los activistas gays en el extranjero han puesto los ojos en África para "reclutar" a nuevos adherentes.

Los tres estadounidenses implicados han negado que su intención haya sido la de motivar el proyecto de ley para "matar a los gays", aunque uno de ellos, Scott Lively, ha reconocido que la iniciativa sí fue discutida con los legisladores ugandeses. En un post de marzo de 2009 sobre su visita al país, Lively señaló que un ugandés se refirió a su campaña como "una bomba nuclear contra la agenda “gay” en Uganda”. Los otros dos estadounidenses son Caleb Lee Brundidge y Don Schmierer, este último miembro del consejo de Exodus International, la notoria organización cristiana que hasta el año pasado fomentaba la idea, hoy reconocida como un disparate, de que se puede dejar de ser gay por medio de diversas terapias.

Según Jeff Sharlet, quien informó ampliamente sobre las raíces estadounidenses del proyecto de ley, Bahati también ha citado el mensaje contra la homosexualidad del Pastor Rick Warren como una influencia. Warren, junto con John Ashcroft y el senador Jim Inhofe, han sido visitantes frecuentes de los desayunos de oración al estilo norteamericano que se celebran anualmente en Uganda. Hay que anotar sin embargo que Warren, Inhofe y Ashcroft han condenado públicamente el proyecto de ley.

Aunque esta iniciativa es indudablemente el más grave producto del actual proceso de erosión de los derechos humanos que se vive en Uganda en nombre de la religión, no es la única medida absurdamente restrictiva pasada por el Parlamento en tiempos recientes. La semana pasada se aprobó también una ley que prohibirá las minifaldas, junto con mayoría de la ropa que se considere demasiado reveladora de determinadas partes del cuerpo femenino. El nuevo proyecto de ley prohíbe además cualquier acto destinado a "corromper la moral", una generalidad difusa y aterradora con la que, en buena cuenta, nadie se puede salvar.


Escrito por

Alonso Almenara

Escribo en La Mula.


Publicado en

Redacción mulera

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