La nación más poderosa
El poder de los Estados Unidos tiene una expresión básica: su fuerza militar, cuyas tácticas y estrategias globales están cambiando.
¿Qué queremos decir cuando decimos que los Estados Unidos son el país más poderoso del planeta?
Queremos decir muchas cosas, y seguramente lo que queremos decir cambia según el punto de vista de quien pronuncia la frase y el argumento que se está tratando de apoyar o contradecir.
Pero una cosa es cierta: al nivel más básico, lo que queremos decir es que en el mundo actual, los Estados Unidos son el país con la mayor capacidad militar, cualquiera sea la medida que usamos para definir esa capacidad. Son el país cuyas tropas y armamentos tienen el mayor alcance y la mayor fuerza letal. Son el país contra el que ningún otro tiene la menor posibilidad de éxito en un campo de batalla convencional (y, como veremos, de manera creciente tampoco en uno no convencional).
Este es quizá uno de los datos más claros y fundamentales de la política internacional contemporánea, y es curioso que, más allá de un reconocimiento general, no se aun tema del que escuchamos hablar en demasiado detalle con frecuencia.
Y no es que la información sea difícil de obtener. Al contrario, está disponible para cualquiera a unos cuantos clicks de distancia. Y lo está por obvias razones: en tiempos “normales”, el enorme poderío militar tiene tanto una función propagandística como una función disuasiva. Los pormenores, es verdad, es mejor dejarlos en la opacidad, pero una imagen clara de la enormidad del aparato militar estadounidense es algo que los estrategas y gobernantes de ese país conciben como parte de la proyección de su poder.
Por ejemplo, esta gráfica, tomada del portal Slate, presenta de la manera más sucinta posible la relación entre los gastos militares de los Estados Unidos y los del resto del mundo:
En inglés, "billion" equivale a mil millones, no a un billón. De cualquier modo, es una inmensa cantidad de dinero, más que las otras 10 potencias combinadas. Aún si se toma en cuenta los recortes al presupuesto planeados para los próximos años.
Todos estos fondos destinados al gasto militar, por supuesto, sirven para el desarrollo y la adquisición de grandes armamentos. Y entre esos armamentos pocos tienen tanta importancia como los portaaviones de gran calado, que son uno de los instrumentos esenciales para la proyección de fuerza letal. Esta tabla, tomada de Business Insider, compara con la misma nitidez que la anterior la flota de portaaviones de los Estados Unidos con las de otros países que también aspiran a potencIa, al menos en sus contextos regionales.
Estas imágenes son, sin duda, impresionantes. Pero quizá no reflejen el desarrollo más significativo en términos de dominio militar global en los Estados Unidos de hoy. Para eso, uno tiene que pensar no en los armamentos convencionales y en el poder expresado de esa manera, sino en las fuerzas no convencionales.
Porque ese es, en realidad, el terreno en el que el poder militar se juega en estos días en el mundo: intervenciones de fuerzas especiales y comandos, como los SEALs de la marina o la Delta Force del ejército.
En parte esta es una respuesta a las realidades del mundo contemporáneo, donde los desafíos al poder militar estadounidense son fundamentalmente asimétricos y no pueden ser combatidos de modo eficaz con portaaviones. Y en parte se trata de una postura filosófica, lo que se conoce como la “Doctrina Rumsfeld” en honor al primer Secretario de Defensa del presidente George W. Bush.
Ante unas fuerzas armadas que aún no terminaban de cicatrizar las heridas de la Guerra de Vietnam y que operaba bajo la “Doctrina Powell” (el poderío militar norteamericano debe proyectarse como fuerza demoledora y absoluta, sin posibilidad de respuesta), Rumsfeld propuso la idea de que los escenarios de guerra del futuro cercano iban a ser, sobre todo, no convencionales, y que la fuerza más útil en ella eran las “fuerzas operativas especiales”, no los ejércitos masivos como los que se requieren en una invasión territorial (esta idea tiene además la ventaja de ser más barata, o más eficiente en su uso de recursos monerarios)
Bajo esa lógica, que al menos en parte continúa en pie, el Comando de Fuerzas Especiales de los Estados Unidos (SOCOM, establecido en 1987), ha visto crecer su persupuesto en la última década de 2,300 millones a 7,000 millones de dólares, y su personal de 31,000 tropas entre operadores y contingentes de soporte, a 72,000.
Y de manera aún más significativa, este comando (que incluye, entre otros, un sub-comando para América del Sur, SOCSOUTH) ha visto también expandirse sus responsabilidades. Hoy las fuerzas especiales de los Estados Unidos -a cargo, recuérdese, por operaciones secretas, asesinatos selectivos, sabotaje, y demás- llevan a cabo desde su cuartel general en Florida entrenamiento táctico y coordinación con numerosos otros grupos similares del mundo, se involucran directamente en campañas de desinformación y propaganda en la internet y hasta coordinan abiertamente con la agencia de ayuda al desarrollo de su país, la USAID. Todas estas funciones son nuevas.
Pero quizá el dato más sorprendente es el alcance que SOCOM tiene ahora, Esta gráfica, tomada de TomDispatch.com, muestra en qué países han estado activas las fuerzas especiales de los Estados Unidos en 2012 y 2013 (no hay ninguna indicación de que las cosas hayan cambiado en 2014).
Más de 100 países (o el 60% de las naciones del mundo) han recibido, pues, a estas tropas, ya sea para trabajos tácticos o para labores de entrenamiento. Es que para SOCOM, como ha escrito el periodista Jeremy Scahill, el mundo entero es un campo de batalla, aún si en estado potencial. Y cuando hablamos del poder de los Estados Unidos, es de eso de lo que hablamos: en ese campo de batalla global, sólo un país puede desplegar así sus herramientas de guerra
Para terminar, este es el trailer de Dirty Wars, un documental basado en el libro de Scahill, que debería ser de visión obligatoria para todos los interesados en el tema.