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El discreto encanto del manuscrito de Voynich

El manuscrito de Voynich, descubierto en 1912, ha sido objeto de investigaciones de algunas de las mentes más brillantes de la linguística, la física y hasta la botánica, pero hasta ahora nadie ha logrado descifrarlo. Descubre aquí por qué el New York Times lo ha llamado la "ballena blanca del mundo de la criptografía".

Publicado: 2014-03-01

La Biblioteca Beinecke de libros raros y manuscritos de la Universidad de Yale es mundialmente famosa por el extraordinario caudal de publicaciones únicas y curiosas que es resguardado en sus archivos. Entre los cientos de miles de manuscritos modernos (que incluyen ejemplares de autores como Conrad, Dickens y Joyce) y miles de pergaminos provenientes de la edad media y el renacimiento que conforman la colección, hay sin embargo un objeto que merece mención aparte por lo extrañas que son sus características, por su belleza plástica y por el enorme poder de atracción que ha ejercido desde la fecha de su descubrimiento en especialistas de las más diversas disciplinas: me refiero al manuscrito de Voynich, descubierto en 1912 en un monasterio italiano por el librero lituano Wilfrid Voynich, y actualmente catalogado como el ítem MS 408 de la colección. 

La biblioteca Beineke. ¿No les recuerda a ciertas escenas de la película "la novena puerta" de roman polanski?

El manuscrito, hecho de papel vitela, consta de 246 páginas de texto escrito a mano e ilustraciones. Todas ellas están numeradas, y es así como sabemos que algunas han desaparecido. Escrito en un lenguaje desconocido y aparentemente indescifrable, el curioso objeto ha sido a menudo llamado "el manuscrito más misterioso del mundo"; poblado además de imágenes seductoras de plantas quiméricas, cuerpos celestes y extraños personajes que se pasean desnudos entre sus páginas en una perturbadora procesión, el descubrimiento de Voynich ha dejado perplejos a sus numerosos lectores durante más de cien años.

Aunque existe, inevitablemente, una larga tradición de intentos de desciframiento y exégesis (los lingüistas se han abalanzado sobre el texto, los físicos han usado modelos computarizados para estudiar sus patrones, los químicos han analizado el pergamino, y los historiadores han rastreado la propiedad del manuscrito a través de los siglos...), pero lo cierto es que hasta ahora no hemos logrado saber, a ciencia cierta, casi nada acerca de su propósito, origen o autoría. Por esta razón, el manuscrito ha sido llamado por el New York Times la "ballena blanca del mundo de la criptografía".

Existen, no obstante, algunas creencias sobre el manuscrito que han logrado ser apartadas y unos cuantos detalles sobre su origen que luego de más de un siglo de estudio han podido ser confirmados. Por ejemplo, se solía atribuir a los propietarios reales del manuscrito la creencia de que su autor había sido el filósofo inglés Roger Bacon (1214-1294), pero hoy sabemos que esto no es posible. En 2009, investigaciones de la Universidad de Arizona demostraron, mediante la prueba del carbono 14, y con una fiabilidad del 95%, que el pergamino podía datarse entre 1404 y 1438. Por otro lado, el McCrone Research Institute de Chicago demostró que la tinta fue aplicada no mucho después, confirmando así que el manuscrito es un auténtico documento medieval. Esto desacredita también la hipótesis de que el manuscrito podría haber sido creado por el propio librero Voynich, como se ha estipulado alguna vez.

doncellas tomando un misterioso baño (detalle).

Ahora bien, la cuestión contemporánea más importante sobre el manuscrito sigue siendo la más elusiva: ¿es el texto "real" o no, finalmente? En términos generales, hay tres posibilidades: a) está escrito en una lengua real aún no descubierto; b) está escrito en un código correspondiente a una lengua conocida y c) es simplemente un engaño escrito en un lenguaje falso. Pocos voynichólogos suscriben actualmente la primera posibilidad, y la razón es que el análisis estadístico ha revelado que el voyniché (es el nombre oficial del sistema de escritura que aparece en el manuscrito) obedece a algunas reglas inexistentes en cualquier otro idioma conocido: en particular, no existen palabras con menos de dos o más de 10 letras; además, la distribución de letras dentro de las palabra es peculiar: algunos caracteres aparecen solamente al principio de una palabra, otros solamente al final y algunos siempre en el medio. Finalmente, el texto parece ser más repetitivo que los típicos idiomas europeos: existen secuencias en las que la misma palabra aparece hasta tres veces consecutivas.

Sin embargo, otros datos arrojados por el análisis estadístico parecerían contradecir esta postura. Uno de ellos es el descubrimiento de que el voyniché cumple la ley de Zipf, que establece que en todas las lenguas humanas la palabra más frecuente en una gran cantidad de texto aparece el doble de veces que la segunda más frecuente, el triple que la tercera más frecuente, el cuádruple que la cuarta, etcétera. Esto hace pensar que se trata no sólo de un texto redactado en un lenguaje concreto, sino también que ese lenguaje se basa en alguna lengua natural, ya que los lenguajes artificiales, como el klingon de Star Trek, no cumplen esta regla. Por otro lado, el nivel entropía del texto (alrededor de 10 bits por palabra) es similar al que encontramos en los textos escritos en latín y en las lenguas europeas.

Evidentemente, la polémica sobre la naturaleza del texto no ha menguado; de hecho, ha recrudecido incluso en las últimas dos semanas a raíz de la publicación de un estudio que ha anunciado el desciframiento parcial de diez palabras del documento en base al estudio comparativo de las ilustraciones botánicas presentes en una sección del manuscrito. La reacción general ante este anuncio ha sido de escepticismo, sobre todo en la medida en que ya se han revelado inútiles numerosos intentos similares de decodificar pequeñas secciones aisladas del conjunto.

ok, qué está pasando acá.

¿Y si se llegara a revelar finalmente que el manuscrito ha sido desde siempre un gran engaño, un monumental rompecabezas sin solución, un juego a lo mejor creado específicamente para motivar esta clase de fiebre criptográfica? Queda claro en todo caso que, tenga o no significado en última instancia, el manuscrito de Voynich se ha vuelto con el tiempo objeto del más elegante tipo de suicidio profesional que puede existir: el objeto suscita una curiosidad intelectual casi a prueba del contacto con la realidad; es una suerte de maelstrom colorido hecho de caracteres misteriosos y bellos diagramas incomprensibles al que es fácil de ingresar, pero del que no se puede volver a salir. En el fondo, es justamente la hipótesis del elaborado engaño la que más me atrae, quizá por la solemnidad delirante del espectáculo, por el despliegue absurdo de esfuerzo intelectual en una escala enorme que recorre disciplinas y generaciones. Absurdo y en cierto modo heroico: ¿no había dicho Borges alguna vez que un gentleman solo persigue causas perdidas?


Escrito por

Alonso Almenara

Escribo en La Mula.


Publicado en

Redacción mulera

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