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Los últimos días de Villanueva

El periodista Ricardo Uceda revisa las relaciones de poder entre los Humala y los primeros ministros que han pasado por el gabinete.

Publicado: 2014-02-25

En un artículo publicado en La República, Uceda repasa los sucesos que marcaron la salida de cada premier del gabinete ministerial. Al parecer, la lógica ha sido hasta ahora que cuando hay una discrepancia fuerte de visión política, el premier debe ser aislado de su relación con Ollanta Humala. ¿Cómo y quiénes son los responsables de dicha jugada? Lee la nota y lo sabrás.

Cuando César Villanueva aceptó ser Primer Ministro, Óscar Valdés, que había ocupado el mismo cargo en el gobierno de Ollanta Humala, le dio varios consejos. Uno de ellos era que no permitiera interferencias entre él y el Presidente. Lo olvidó o no pudo cumplirlo. 

Valdés tenía extremo cuidado con las interferencias, al punto que no permitía –hasta donde le era posible– que los ministros o viceministros trataran con Humala pasándolo por encima. Una vez encontró hablando con Humala a su viceministro del Interior, Alberto Otárola, a quien el presidente recién electo le había pedido incorporar, como “hombre suyo”, en el Ministerio que iba a encargarle.

“¿Qué hace usted aquí?”, interpeló Valdés a Otárola. Humala repuso que él lo había citado. Desde entonces, Valdés mantenía a Otárola muy ocupado, o de viaje. Desde comienzos del gobierno se advertía que Humala y su esposa Nadine eran un dúo dinámico: se consultaban todo, se repartían tareas, se comunicaban por teléfono o por mensajes de celular todo el tiempo. Diríase que, en ciertos temas, para a un ministro sería mejor entrevistarse al mismo tiempo con los dos.

–Diera la impresión –dijo un ex Primer Ministro para esta nota– que Humala no puede gobernar sin Nadine.

Quizá por eso, en 2012, cuando Valdés comunicó a Humala su renuncia, le recomendó como sucesores –consejo solicitado por el Presidente– a Miguel Castilla, el titular de MEF, o a Carlos Paredes, Ministro de Transportes.

Eran del círculo más cercano al poder y se llevaban muy bien con la pareja presidencial. Si uno de ellos asumiera no habría fisuras entre los gobernantes y el primer ministro. Pero Castilla y Paredes querían ver los hechos desde la platea, y probablemente los Humala tampoco deseaban quemarlos. De modo que nombraron a Juan Jiménez, un tecnócrata jurídico, eficaz manejador de equipos, que funcionó, según reconocen ahora tirios y troyanos, como operador de la pareja.

Valdés fue el último Primer Ministro que trataba de tú a Humala en privado. El primero en el cargo, Salomón Lerner, también. Ambos renunciaron por discrepancias con los Humala en el manejo de situaciones políticas. Ambos presentaron sus renuncias con por lo menos dos semanas de anticipación al anuncio público. En el caso de Lerner, discrepaba con Humala en el manejo de la crisis de Conga y en el rol de algunos ministros –los izquierdistas– en el gabinete. Valdés también discrepó con el manejo de la misma crisis en una etapa distinta.

Los Humala pensaban que debía utilizarse a representantes de la Iglesia Católica como un recurso dialogante, para bajar la tensión. Valdés deseaba reanudar de inmediato el proyecto, pues ya peritajes independientes habían demostrado su idoneidad.

¿Por qué vienen a cuento estas remembranzas? Porque en las dos situaciones Nadine Heredia, con algunos ministros, influyeron sobre Humala para distanciarlo del Premier.

Un caso distinto fue el de Juan Jiménez. No tenía un punto de vista con los gobernantes sobre los asuntos políticos en boga. Estaba desgastado, y era necesario reemplazarlo. Continúa siendo un operador del gobierno y mantiene a su equipo de tecnócratas en distintos sectores. En 2013 los Humala estaban tentando a Villanueva para reemplazarlo desde meses antes de su renuncia. Especialmente Nadine.

Villanueva aceptó porque vio una oportunidad política. Si conseguía resucitar el tema de la descentralización podía aumentar su activo en el interior del país y entre los líderes regionales. Pensó, además, que podía lograr un cierto consenso político entre las fuerzas con las que Humala se peleaba –el APRA principalmente– para lograr algunos objetivos de gobierno. No valoró que parte de las expectativas de su cambio implicaban una renovación ministerial. En esto desoyó también otro de los consejos de Valdés:

–Haz los cambios de una vez –le dijo–. Después te será mucho más difícil hacerlos.

Creyó que era conveniente no proponer cambios de inmediato para antes evaluar, pero el caso López Meneses estalló a las dos semanas de su juramentación y hubo que elegir ministro del Interior. Propuso a Walter Albán, una figura nueva, aceptada por Humala. Pero los aires de renovación en este sector quedaron mediatizados porque el anterior ministro, Wilfredo Pedraza, pasó a ser asesor del presidente en los temas del sector.

El Premier discutió con sus asesores qué hacer en el caso López Meneses. ¿Una comisión investigadora del gobierno? Optó por mantener perfil bajo en el asunto, una táctica asumida igualmente por Albán y su ministerio. Mientras Humala era atacado desde varios frentes, el gobierno no se decidió a esclarecer las cosas por sí mismo, dejando la pelota al Congreso. Finalmente, Villanueva soltó el tema de la seguridad, en parte por empoderar a Albán, en parte porque es uno de los temas que a Palacio de Gobierno le gusta manejar directamente. ¿De qué iba a ocuparse, entonces?

En diciembre, mientras en la escena política continuaba la bulla por el caso López Meneses, Villanueva se concentró en resolver algunos conflictos (Majes-Siguas, Barranca) y en la preparación de reformas al canon. Las sesiones con el titular del MEF, Miguel Castilla eran fluidas. Durante el ambiente previo a la sentencia de La Haya, hubo cordiales reuniones con las diversas fuerzas políticas. El Premier creía que algo de este espíritu podía replicarse después para otros asuntos de Estado.

Villanueva quería hacer una relación política Presidente-Premier, destruyendo el triángulo con Nadine. De hecho, se reunía frecuentemente con Humala, consensuando políticas, especialmente las concernientes a las regiones, donde querían impulsar inversiones y polos de desarrollo. Pero Villanueva no hablaba con Humala por las noches. Antes del fin de año, Humala hizo declaraciones que volvieron a polarizar el espectro político.

En febrero, luego de la sentencia de La Haya, se hizo evidente que Humala no tenía muchas ganas de hacer cambios de ministros. Tal vez ya pensara en hacerlos con otro Primer Ministro. Trascendió que Villanueva proyectaba reemplazar a Milton von Hesse, en Agricultura; a Eda Rivas, en Relaciones Exteriores; y a Gladys Triveño, en Producción.

Remover a Castilla o Paredes era imposible. No tenía planes para hacer un terremoto en el gabinete ni dejar sin fuerzas al sector de Castilla-Nadine. Solo balancearlo un poco. Un empeño mayor era que hubiera diversos equipos ministeriales que vieran ejecutivamente Asuntos Sociales, Polos de Desarrollo, Seguridad Ciudadana, Políticas Anticorrupción.

Ese mes de febrero Villanueva pensó en renunciar. Sobre todo después del Consejo de Ministros de Tacna, cuando fue presentada la propuesta de aumentar sustantivamente el sueldo a los ministros. Era una propuesta conocida, pero no la esperaba en ese momento, con cifras y todo. Venía aderezada.

–Castilla convence a Nadine, Nadine convence a Humala –dijo una fuente del gobierno.

La propuesta original del MEF había sido aumentar a todos los altos funcionarios: los ministros, los directivos de organismos autónomos (Defensoría del Pueblo, Contraloría y otros) y las autoridades electas. Entre estas últimas estaba el Presidente de la República, alcaldes y gobiernos regionales. Humala sacó esta parte y la propuesta fue aprobada solo para los ministros.

Como muchos, Villanueva no estaba en desacuerdo con el aumento sino con el mensaje de darlo sin compensar a otros sectores de la sociedad. ¿Por qué el policía debe esperar cinco años? ¿Por qué el pobre no puede ganar más de 750 soles? Su posición quedó aislada en el Consejo de Ministros.

Le contó la escena a un amigo, quien le preguntó por qué no había planteado que los aumentos fueran realizados gradualmente. La respuesta fue de alguien a quien habían tomado de sorpresa:

–En ese momento no se me ocurrió –dijo.

Luego planteó el tema del salario mínimo que le costó la cabeza. El fin de semana presentó la renuncia a Humala después de que el Ministro de Economía lo desmintiera públicamente. Quedaron en mantenerla en reserva hasta que hubiera reemplazo. Ayer, cuando se supo que declararía al mediodía en RPP, Palacio de Gobierno soltó la noticia.

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Escrito por

Daniel Ávila

avilamonroydaniel@gmail.com


Publicado en

Redacción mulera

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