#ElPerúQueQueremos

El más grande

Hoy se cumplen 50 años del primer título mundial de Mohammed Ali, al vencer a Sonny Liston

Publicado: 2014-02-25

Las tres peleas entre Sugar Ray Leonard y Roberto “Mano de Piedra” Durán, las imágenes en las que aparecía meciéndose la monumental bemba de Tommy Hearns luego de ser noqueado por Marvin Hagler, y los labios, que se le estiraban sin el protector bucal, hasta casi tocar los lóbulos de sus orejas. La furia avasalladora del joven dominante Mike Tyson, abriéndose a puñetazos el camino hacia la cima, y luego las imágenes de su decadencia, cuando, impotente frente a un peleador más técnico, mejor entrenado que él, arranca de un mordisco un pedazo de la oreja de Evander Holyfield (acaso el último gran campeón de los pesos pesados). Todas esas imágenes parecen haber quedado sepultadas en el pasado, como si la afición por el boxeo se hubiese diluido, convirtiéndose en un espectáculo de segundo orden. Tampoco han aparecido nuevos boxeadores, no por lo menos pesos pesados que muestren al mundo sus músculos, su técnica, su corazón de fajadores.


Pero hubo un tiempo, cuando no éramos alérgicos a la sangre ni aún incapaces de ver en la violencia un lado brillante, en que el boxeo ocupaba un rol estelar en los espectáculos del mundo. En esa época, Hemingway le dedicaba a los puños uno de sus mejores cuentos: Fifty Grand (Cincuenta de los grandes) (el hombre tenía incluso un ring de box en el jardín de su casa en Key West), y lo propio habían hecho escritores como Jack London, Dashiell Hammet, el mismo Julio Cortázar (de quién se cuenta que cuando visitó Lima, a principios de los setenta, pidió a un joven Alfredo Barnechea que lo llevara a ver las peleas en la mítica Bombonera del Estadio Nacional) y hace algunos años, lo hizo el editor del New York Times, David Remnick, y la extraordinaria biografía que le dedicó al más grande de todos: King of the World: Mohhamed Ali and the Rise of an American Hero.


“Las personas”, diría alguna vez el ex–campeón mundial de pesos pesados, Larry Holmes, “se expresan de manera diferente. Los pintores pintan, los escritores escriben, los bailarines bailan. Yo descubrí que necesitaba pegar y recibir golpes, pelear, para poder sacar lo que había dentro de mí”.

El box era lo que es ahora el fútbol: una metáfora directa y elocuente de la existencia humana y su lucha por la supervivencia: el esfuerzo, el dolor, la derrota, el valor, la inteligencia, todo ello hubiese podido resumirse en la conferencia previa a la pelea entre Mohammed Ali y George Foreman en Kinshasa–Zaire, en 1974, treinta días después de que la Fania tocara en uno de sus más legendarios conciertos.

Hacía pocos meses que Foreman había destruido a Joe Frazier (uno de los cuatro boxeadores que de un golpe alguna vez pusieron a Alí en posición horizontal) mandándolo a la lona seis veces en dos rounds, y luego había aniquilado a Ken Norton (uno de los cinco boxeadores que alguna vez ganaron un combate a Alí,y que además en aquel combate le partió la mandíbula ) en un round y medio. En aquella conferencia, nadie daba un duro por Alí, nada. 

Foreman iba a matarlo. 

Pero Alí vendría a recordarle la pelea por el título mundial en 1964 contra Sonny Liston ("Liston" diría algún comentarista "era Godzilla. Se supone que reinaría durante décadas"), la pelea de la que hoy se cumplen 50 años:

“Es venciendo”, diría Alí, “que dejaré esta pelea tal como llegué al boxeo: golpeando a un monstruo grande y malvado, que noquea a todo el mundo y al que todos temen. Eso es, precisamente, lo que el pequeño Cassius Clay, de Louisville, Kentucky, había hecho cuando vino y detuvo Sonny Liston. El hombre que había aniquilado a Floyd Patterson en dos oportunidades. Él hombre que iba a matarme. Y él pegaba más fuerte que George, tenía más alcance que George, y era mejor boxeador que George; pero yo soy mucho mejor ahora que cuando ustedes vieron a ese chico flaquito de 22 años bailando alrededor de Sonny Liston. Soy más experimentado, profesional, me han partido la mandíbula, me han noqueado un par de veces. Soy más malo ahora. He estado cortando árboles, he hecho algo nuevo para esta pelea: he luchado contra un cocodrilo, de verdad, he forcejeado contra una ballena, esposé a un rayo, puse a un trueno en la cárcel. Eso es malo, malo. Sólo la semana pasada asesiné a una roca, herí a una piedra, hospitalicé a un ladrillo, soy tan pero tan malo, que enfermo a la medicina. Soy malo, y rápido, rápido, rápido. Anoche apagué el interruptor de la luz y ya estaba en la cama cuando mi habitación oscureció, y tú, George Foreman, y todos tus tontos del culo, acabarán piropeándome cuando te gane. Sé que les ganaste, sé que les ganaste bien, pero ahora estás en problemas.  Yo te voy a enseñar a ti lo grande que soy”.

La pelea que lo conduciría por primera vez, con tan sólo 22 años, a ser el más grande.






Escrito por

Gabriel Arriarán

Periodista.Interesado en temas de trata de personas, corrupción del Estado y minería informal.También en literatura y arte. @gabrielarriaran


Publicado en

Redacción mulera

Aquí se publican las noticias del equipo de redacción de @lamula, que también se encarga de difundir las mejores notas de la comunidad.