¡Demasiada literatura!
De cómo el amor por los libros se convierte en una moda superficial.
Vivimos tiempos de superficialidad estética: posería, snobismo, o moda hipster, según la jerga actual; cierto rebrote romántico e ingenuo de las humanidades, quizá un rebrote "kitch". Lejos de los tiempos de la 'visión profunda' o el 'compromiso', hoy se trata de 'tendencias'. Se trata de un modus vivendis que solo ridiculiza las artes.
Veamos qué pasa con los libros. Conozco más de un caso en el que un libro se ha tornado en un símbolo no de sabiduría, sino de buen estilo. Hay quienes consideran a la lectura un placer inconmensurable e incomparable: la lectura se reduce al mero plano estético.
También tenemos el caso de quienes siempre hablan citando a alguien ("como dice Nietzsche...") o que ponen citas literarias en el face con las iniciales de los autores (C.L., en lugar, por ejemplo, de Clarice Lispector), como si todos fuéramos tan "inteligentes" que identificaremos al toque a quien se refiere... o acaso nos quieran echar en cara nuestra supina ignorancia por no saber quienes son M.P. o G.T.).
Seamos claros, hay mejores placeres -beber, comer, folgar, aunque suene muy básico-. Lo que distingue a la lectura está más allá de lo meramente estético: un libro es un aprendizaje vital en diálogo con la ideología y visión de mundo del autor. Lo que nos prodiga la lectura así tiende más a lo espiritual, pero no para vivir internamente si no para verter ese aprendizaje en la realidad y transformarla: una "refracción".
Obviamente nada de esto tiene sentido para quienes leen o compran libros para creerse más eruditos, más bacanes, más intelectuales. "Uy sí, Uy sí, leo a Baudelaire en francés". Al respecto me ha parecido más que risible la lista de los 31 estereotipos sobre los amantes de la lectura publicada por Huffington Post. Comentemos algunas de ellas:
Mucha gente tiene un equipo de fútbol favorito. Mientras tanto, tú prefieres hablar de tus traducciones favoritas
Uno puede conversar sobre libros solo con ciertas personas, íntimas de preferencia, porque en realidad por lo general es casi probable que resultes siendo un “plomazo” hablando de tus autores favoritos y de tus libros para entablar conversación.
Y no es cuestión de querer dárselas de “lector culto incomprendido” si no que -la firme- hay temas mejores de qué hablar y a todos no tiene porque interesarles si tienes la edición Séneca de Poeta en Nueva York o la primera traducción española de En busca del tiempo perdido.
Algunas personas adoptan un animal abandonado, pero tú eres más de adoptar libros
En casos como estos solo recuerdo una frase de Vallejo: “Yo no puedo tolerar que 'Los hermanos Karamazov' valgan más que el portero de mi casa, viejo, pobre y bruto”. En este caso el libro pareciera importar más que la humanidad.
Se trata de un esteticismo que nos aleja de la vida concreta. Esto lo aprendí de Charly García Miranda quien alguna vez a César, Lenin y a mí nos dijo bien claro que no todo se reducía a lo académico (aún recuerdo su consejo de sentarse en un parque y comer un helado).
Tu mayor fantasía es conocer a alguien interesante en una librería
Esto suena a película empalagosa, mala comedia romántica. Woody Allen ironiza al respecto en Annie Hall cuando el personaje de Alvy le regala a Annie solo libros sobre muerte. Es decir, hay un sentido de los libros, cuando malinterpretamos lo intelectual con lo vital, como elementos más bien mortuorios. Parafraseando a Lennon diremos: la vida es aquello que pasa mientras lees un libro.
Por esto mismo lo de encontrarse a la media naranja en una librería tiene más de pose que de otra cosa. Una amiga, riendo de este asunto, me decía que con el perfil que algunos estudiantes de literatura se manejan lo más probable es que ni le hablen a la flaca y solo se queden mirándola. Falta calle, falta salir de esos estereotipos y de idealizaciones banales.
“Pero, ¿qué te gusta hacer para divertirte?”, te preguntan a veces. Resulta que mucha gente no entiende que la lectura es una forma de diversión.
Aclaración importante: leer no debe asumirse estrictamente como diversión. Esto me recuerda cuando trabaja en una librería y me pedían una lectura como para el verano, algo ligerito y bonito. Si te quieres divertir haz otra cosa: ve al gimnasio, agarra, come, escucha música. Lo que quiero decir es que leer no solo es un placer más, un divertimento. Como mencioné líneas arriba leer es más que una diversión, un proceso meditación que debe volcarse hacia la realidad concretamente.
Y una noche de viernes perfecta incluye una copa de vino, un buen sillón y un gran libro.
Quien escribió esto vive en un mundo muy sublime. Creo que hasta la época de Rubén Darío estuvo bueno con la armonía insustancial, la torre de marfil. Habría que volver a las propuestas callejeras de los vanguardistas.
Un libro debe arrojarnos a la vida, no recluirnos de ella. Nuevamente volvemos a los estereotipos inútiles que solo nos privan de mejores placeres. Definitivamente vivimos tiempos de superficialidad estética, en los que vale bien decir con Huidobro:
"Demasiada poesía
Desde el arcoiris hasta el culo pianista de la vecina
Basta señora poesía bambina".
Escrito por
Escritor y corresponsal de literaturas indígenas en Latin American Literature Today
Publicado en
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