Los orígenes de la cultura del selfie
Escribiendo sobre el tema de la cultura selfie, la periodista del Irish Times Jennifer O'Connell, escribió hace poco: "Es difícil pensar en un símbolo más apropiado – o más deprimente- para el tipo de sociedad en que nos hemos convertido. Estamos viviendo en una época de narcisismo, una época en la que sólo lo mejor de nosotros, lo más atractivo, lo más cuidadosamente construido se presenta ante el mundo". Esta reflexión recoge por supuesto una crítica bastante extendida a la práctica de tomarse fotos a uno mismo para compartirlas en las redes sociales: se trata en el fondo de un producto burdo del capitalismo tardío que no hace más que convertir en un espectáculo el absoluto colapso intelectual y espiritual de la era.
La crítica puede ser expresada en términos más o menos drásticos pero sabemos que por ahí va la cosa. Lo que a esta posición y a otras parecidas parece escapárseles en esta típica carrera periodística por detectar los síntomas cruciales del zeitgeist, es que el selfie no ha aparecido de la nada: está inscrito en realidad en una larga y diversa historia que da cuenta del deseo profundamente humano de ponerse en escena para los demás a través del filtro de la fantasía, presentando solo aquello que está uno en capacidad de controlar en detalle.
Como nos lo recuerda, por otro lado, un artículo reciente de Paris Review, encontramos un ejemplo notable de esta tradición inmemorial en la cultura del dandismo europeo iniciada a fines del siglo XVIII, la misma que cobijó a personajes tan entrañables como los escritores Charles Baudelaire y Oscar Wilde.
El dandi, generalmente un individuo de extracción burguesa, era una personaje que, como el artista contemporáneo del selfie (pienso en Kim Kardashian o James Franco), no podía pasar desapercibido por sus contemporáneos: ególatra hasta el extremo, amante de lo artificial, de refinado gusto en el vestir, culto y excéntrico, el dandi contribuyó a crear no solo la moda masculina actual, sino también el concepto de celebridad, el de derechos de imagen y hasta el de tribu urbana.
Jalando un poco ese cordón, podríamos incluso rastrear en el legendario ingenio cultivado por el dandi (pensemos en las frases inmortales de Wilde creadas para asombrar en el momento) el inicio de la cultura del twitstar...
Vale, no es necesario ir tan lejos. Estoy jugando. Pero la idea es esa: aunque es cierto que las nuevas tecnologías traen regularmente cambios significativos en el modo en que socializamos y nos percibimos, no deberíamos apresurarnos en intentar localizar rupturas radicales ahí donde quizá podrían existir continuidades mucho más interesantes.
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