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Cuando Vargas Llosa denostó a Ribeyro

Un episodio político -"la estatización de la banca", propuesta por Alan García- quebró para siempre la amistad que unió por casi tres décadas a ambos escritores.

Publicado: 2014-02-23

Las riñas entre los grandes escritores nunca pasan inadvertidas. Por el contrario, alimentan con vivacidad la historiografía de la literatura. Mario Vargas Llosa, en este sentido, ha sido uno de los más frecuentes colaboradores con los biógrafos. Además de su legendaria pelea, puñetazo incluido según la leyenda, con Gabriel García Márquez, y la acusación de plagio que el escritor argentino Ernesto Sábato lanzó sobre él, MVLL dejó huella del quiebre de su amistad con el cuentista peruano Julio Ramón Ribeyro en la publicación de sus memorias, “El Pez en el agua” (1993).   

GGM con el ojo morado presuntamente por un puñetazo de MVLL.

Ambos escritores compartieron una amistad por casi tres décadas. Según Ribeyro se habían conocido en Lima, en la casa de unos amigos, en 1958. El autor de "La Palabra del Mudo" reseña así esa primera impresión: «Tenía [Vargas Llosa] una personalidad muy fuerte. Estaba muy seguro siempre de lo que decía y escribía. Eso impresionaba mucho. Luego, en París, lo conocí mejor. Fuimos colegas en la agencia France-Presse».

Justamente, la amistad comenzó cuando eran colegas en la cadena de noticias francesa, a la que según MVLL, él junto a Lucho Loayza, otro escritor peruano, ayudó a Ribeyro a ingresar.

Vargas Llosa describe al autor de “Los gallinazos sin plumas”, en una entrevista hecha por los profesores españoles Ángel Esteban y Ana Gallego (Ribeyro por Vargas Llosa, 2002) del siguiente modo: “Era quizá la persona más tímida que he conocido en mi vida, con una inmensa inhibición para las mujeres, por ejemplo. Al mismo tiempo parecía una persona totalmente literaria, que vivía en un mundo de lecturas”.

La amistad se afianzó de tal modo que además de compartir entusiasmos literarios (Ribeyro se jacta en una carta dirigida a su hermano de haber inoculado en MVLL el gusto por el novelista francés Flaubert), firmaban manifiestos políticos juntos (como aquel de 1965 en el que apoyaron el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), dirigido por Luis de la Puente Uceda), y asistían a bailes y reuniones en los que compartían el “juego de la verdad, en el que se trataba de decir verdades los unos a los otros, y el interpelado tenía que aceptar o rechazar lo que se proponía” (1). En ese tiempo, cuenta Vargas Llosa, vio nacer la relación de Ribeyro con Alida, la que luego se convertiría en su esposa.

Incluso Vargas Llosa afirma: “Yo nunca llegué a tener una gran intimidad con él, aunque puedo afirmar que fuimos muy buenos amigos. Llegué a tener una gran confianza con él: fue una de las primeras personas a las que di a leer el manuscrito de “La ciudad y los perros”. Me escribió después una carta muy cariñosa” (2).

Resulta extraña esta afirmación, puesto que Ribeyro no menciona haber leído la novela sino hasta marzo de 1964, cuando el libro ya había sido publicado un año antes e incluso había ganado el Premio Biblioteca Breve en 1962. En todo caso, si dejó constancia en el segundo volumen de su diario personal, “La tentación del fracaso”, la impresión favorable que le suscitó la novela: «Acabo de leer la novela de Mario Vargas La ciudad y los perros. Yo la encuentro sensacional. Todos los elogios que había oído y leído sobre ella me parecen plenamente justificados. Está prodigiosamente bien construida, escrita, elaborada hasta en sus menores detalles. De un coup de pouce maestro ha elevado la novela peruana y latinoamericana a un nivel literario universal».

Histórica foto de MVLL junto a otros expontes del boom como  Jose Donoso y GGM junto a sus esposas en Barcelona, españa a principios de los sesenta.

Una vez que MVLL obtuvo éxito internacional con la novela, la relación entre ellos se hizo más episódica, pero no menos cordial. Ribeyro anota en su diario personal el 4 de julio de 1971, tras un almuerzo familiar en el que también participó el escritor Alfredo Bryce Echenique: «Uno de los tantos encuentros esporádicos, en los últimos años, desde que, digamos, subió al carro de la celebridad […] En MVLL hay una afabilidad, una cordialidad fría, que establece de inmediato (siempre ha sido así, me doy cuenta cada vez más) una distancia entre él y sus interlocutores. Noté esta vez, además, una tendencia a imponer su voz, a escuchar menos que antes y a interrumpir fácilmente el desarrollo de una conversación que podía ir lejos […] Todo es naturalmente hace de él una persona impenetrable […] MVLL da la impresión de no dudar de sus opiniones. Todo lo que dice para él es evidente. Él posee o cree poseer la verdad. No obstante, conversar con él es casi siempre un placer por la pasión y el énfasis que pone al hacerlo».

Pese a este supuesto viraje en la personalidad de MVLL, la amistad y  admiración literaria continuaba incólume. En una entrevista hecha por Abelardo Oquendo (Encuesta a los narradores, 1973), MVLL citó a Ribeyro entre sus escritores nacionales preferidos. Y en 1976 declaró: “Considero a Ribeyro un magnífico cuentista y uno de los mejores de Latinoamérica”. Sobre la novela de Ribeyro “Los geniecillos dominicales” (1965), Vargas Llosa comentó: «Con esta novela, Ribeyro no solo ha trazado su biografía espiritual de escritor, ha escrito además el más hermoso de sus libros, el de gloria más cierta y durable». Luego, la predilección de MVLL se inclinaría por “Las prosas apátridas”.

Mientras Ribeyro, además del elogioso comentario sobre “La ciudad y los perros”, anota en su diario personal, el 21 de agosto de 1974: “Admiro la fe de Vargas Llosa en el género y su tenacidad en seguir escribiendo novelas-novelas, cuando la mayor parte de sus congéneres hace acto de dimisión y no hace sino actos de novelas”.

Sobre el carácter de su amistad es bastante ilustrativo la anotación del 24 de octubre del 1978: “Olvidé consignar el almuerzo viernes pasado en restaurante Place Falguiére con Mario V. Ll. y Alfredo B., mis dos conspicuos colegas y compatriotas [SIC]. Es obvio que los escritores hablan poco de literatura. Hablamos de política, educación de los hijos, costo de la vida, viajes, amigos y conocidos, dolencias físicas[…]En suma, reunión amena, cordial, prueba de que aparte de algunas discrepancias políticas no existe entre Mario, Alfredo y yo rencillas, envidias ni contenciosos que puedan mellar nuestra vieja amistad”.

Alfredo Bryce Echenique y JRR en el departamento de este último en París, Francia.

Había una amistad bastante abierta y sin complejos según refiere el cuentista peruano: “Bryce y yo no tenemos frente a Mario ningún complejo, lo tratamos como a un par, tampoco hemos «llegado» ni tenemos el prestigio ni seguramente su talento, pero eso no nos incomoda ni nos frustra y por ello mismo no tratamos en ningún momento, públicamente, de oponernos a él ni impedirle que se luzca. En privado, si la ocasión se presenta, podemos sí discutir con él, censurar sus libros o sus actitudes, si vemos en ellos algo de censurable” (3).

Pero esa relación de casi tres décadas se fracturó en 1987 cuando Ribeyro se opuso públicamente a Vargas Llosa por la estatización de la banca que pretendía el entonces el presidente peruano Alan García. El cuentista peruano declaró a la agencia France-Presse: «Tengo una vieja y estrecha amistad con Mario Vargas Llosa y lo admiro muchísimo como escritor. Por ello me mortifica tener que discrepar con él a propósito del debate sobre la nacionalización del crédito. Pero, por encima de los sentimientos personales, están los intereses del país. Y, a mi juicio, estos intereses coinciden con el proyecto gubernamental del presidente Alan García, con la grave coyuntura por la que atraviesa el Perú y con mis propias convicciones. El debate actual, por otra parte, rebasa el motivo que lo originó para convertirse en una confrontación entre los partidarios del statu quo y los partidarios del cambio. Y en este debate, pienso que la posición asumida por Vargas Llosa lo identifica objetivamente con los sectores conservadores del Perú y lo oponen a la irrupción irresistible de las clases populares que luchan por su bienestar, y que terminarán por imponer su propio modelo social, más justo y solidario, por más que nos pese a los hijos de la burguesía»(4).

JRR junto a Alan García durante su condecoración en 1986. Foto extraída del blog de Jorge Coaguilla.

Ribeyro, dos años antes, había sido condecorado con la Orden del Sol y nombrado delegado permanente del país con categoría de embajador ante la Unesco por García. Vargas Llosa cuenta en la citada entrevista “Ribeyro por Vargas Llosa”, que a esa ceremonia también lo invitaron pero: “sospeché que algo iba a pasar y no acudí. Julio Ramón, cuando se vio en la encerrona, no tuvo más remedio que aceptar, muy a su pesar, tuvo que agradecer públicamente al gobierno esa concesión”(4).

La sorpresiva postura de Ribeyro, siempre apolítico y escéptico, se concretó en un manifiesto en favor de la estatización de la banca de los intelectuales peruanos resididos en París. Sin embargo, hasta este punto la discrepancia era absolutamente lícita. Pero Vargas Llosa escribe en sus memorias que la oposición de Ribeyro respondió al “instinto de supervivencia diplomática”. “Así me lo hizo saber él mismo, en un mensaje que me envío en esos mismos días [y que a mí me hizo peor efecto que sus declaraciones], con su editora y amiga mía, Patricia Pinilla: «Dile a Mario que no haga caso a las cosas que declaro contra él, pues solo son coyunturales»(5).

Las aseveraciones y adjetivaciones de Vargas Llosa en su autobiografía se matizarían con el paso de los años. Mientras en sus memorias con insidia el Premio Nobel peruano había escrito que Ribeyro “había sido nombrado diplomático ante la Unesco por la dictadura de Velasco y fue mantenido en el puesto por todos los gobiernos sucesivos, dictaduras o democracias, a los que sirvió con docilidad, imparcialidad y discreción”. En la entrevista con los profesores españoles declaró: “Julio Ramón hizo lo posible y lo imposible por, en esta situación, conservar una dignidad. Fue elegante: no entró en el servilismos de otros para ganar méritos. Hay que reconocerlo. Mantuvo un mínimo de decoro en lo que hizo y escribió”.

Según Vargas Llosa en la decisión de aceptar una carrera política “tuvo mucho que ver” Alida, la esposa de Ribeyro, a la que describe como una mujer “muy ambiciosa, activa, muy ejecutiva”. Sin embargo, el escritor y economista peruano Herbert Morote recuerda en el libro “Vargas Llosa, Tal Cual” que en sus antimemorias «Permiso para vivir», Bryce Echenique cuenta que fue el propio Vargas Llosa quien instó a Ribeyro a aceptar el puesto ofrecido por Velasco. «Según Bryce, las razones que le expuso Vargas Llosa fueron que: “El gobierno de Velasco había dado más de una prueba de estar tomando medidas progresistas-. Los dos ejemplos con los que Mario ilustró su esperanzadora opinión fueron la reforma agraria y la estatización de la banca”. Bryce asegura que fue testigo de la recomendación de Vargas Llosa y cuenta que a él no le pidieron su opinión».

Casi diez años más tarde, MVLL confesaría en la entrevista que le hicieron los profesores españoles Ángel Esteban y Ana Gallego que lo que más le dolió fue enterarse por un artículo de José Rosas-Ribeyro, que el cuentista peruano había recabado las firmas. “Me pareció muy feo el gesto”, señala.

Según el periodista Jorge Coaguila, uno de los investigadores más duchos en la vida de Ribeyro “el autor de La palabra del mudo, pese a ser animado por varios amigos, nunca escribió una respuesta a Vargas Llosa, por ser enemigo de polémicas. Consideró, además, que sería una contienda desigual, ya que Vargas Llosa, por su mayor acceso a los medios de comunicación en varios países, tendría siempre un público más amplio”. Después de aquel capítulo, los escritores nunca volvieron a verse. Un año después de la publicación de “El Pez en el agua”, Ribeyro moría a causa del cáncer.

Fuentes

(1) Entrevista de Ángel Esteben y Ana Gallego a Mario Vargas Llosa, en la compilación de entrevistas hecha por Jorge Coaguilla: Mario Vargas Llosa. Entrevistas Escogidas, pág. 279.

(2) Compilación de entrevistas, Jorge Coaguila. Ibidem

(3) Julio Ramón Ribeyro. La tentación del fracaso. Diario Personal (1950-1978). Editorial Seix Barral. Pág 652 

(4) Véase el artículo "Historia de una amistad: Ribeyro y Vargas Llosa", escrito Jorge Coaguilla (http://jcoaguila.blogspot.com/2011/10/historia-de-una-amistad-ribeyro-y.html).

(5)  Mario Vargas Llosa. El pez en el agua. Editorial Alfaguara, pág 313.


Escrito por

Enrique Larrea

Editor y periodista. Escribo informes, reportajes y crónicas que han aparecido en diferentes diarios. Formo parte del equipo de La Mula.


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Redacción mulera

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