Condenados por la escritura
Su único "error" fue iluminar con su escritura lo que otros querían mantener a oscuras. Conoce algunos de los casos más emblemáticos.
1.
El periodista y escritor italiano Roberto Saviano fue entrevistado hace unos días en el diario El País con motivo de la reciente publicación de su libro, CeroCeroCero, del que se dice girará en torno al negocio de la cocaína.
Saviano se hizo conocido por el impacto que provocó su anterior libro, Gomorra, que destapaba mucha de la información relacionada con la Camorra, organización criminal de Nápoles. Y no sólo por eso: debido a la publicación de sus investigaciones, la Camorra ha decidido terminar con su vida.
Amenazado de muerte desde 2008, Saviano confiesa en un momento del diálogo que su vida se ha “arruinado”.
El País: ¿[Estás totalmente convencido] de que fue un error?
Saviano: Digámoslo todo: yo no creo que sea noble haber destruido mi propia vida y la vida de las personas a mi alrededor por buscar la verdad. Desde lejos puede parecer noble: ah, qué cosa más bella. Pero yo, que lo he hecho, no siento que sea noble. Es más, me digo: tal vez podría haber hecho lo mismo, con el mismo compromiso, con el mismo coraje, pero con prudencia, sin destruirlo todo. Pero he sido impetuoso, ambicioso, y me he arruinado la vida.
La postura de Saviano es clara. En ningún momento eligió ser un paladín de la verdad o de la libertad de expresión. No ha sido el único escritor que ha debido enfrentar una situación como esa.
2.
El 14 de febrero de 1989 se difundió la noticia de que el líder espiritual de Irán, el ayatolá Khomeini, había ordenado a los musulmanes ejecutar al escritor británico Salman Rushdie, pues consideraba la novela Los versos satánicos, ofensiva contra el Islam, al utilizar al profeta Alá como uno de los personajes.
La primera reacción de Rushdie fue la de lamentarse que su obra, escrita en clave metafórica, fuese tomada como una blasfemia, cuando su intención no era más que retratar las contradicciones provocadas por el encuentro entre Occidente y Medio Oriente.
La condena de muerte, conocida como fatwa, obligó a Rushdie a alterar por completo su vida. Debió vivir escondido, protegido por la policía, con una identidad falsa, impedido de participar en cualquier tipo de actividad pública.
Solo por la suscripción de un convenio entre el Reino Unido y el gobierno de Irán, en 1998, es que la ejecución pudo ser suspendida, lo que permitió que Rushdie retomara su vida "normal".
3.
Y si bien este caso ocurrió a finales del siglo XIX, la verdad es paradigmático: el proceso contra el dramaturgo Oscar Wilde.
Debido al descubrimiento del romance sostenido entre Wilde y su hijo Alfred, el marqués de Queensberry abrió una demanda contra el escritor, acusándolo de pederasta.
El hecho conmovió a la opinión pública puesto que sacaba a la luz un aspecto de la vida de Wilde —su homosexualidad— que en ese momento no podía ser más que reprobado, al considerársele en la mentalidad victoriana un atentado contra la moral y las buenas costumbres.
El marqués presentó como "pruebas" de la homosexualidad del escritor las cartas que este le había dirigido a Alfred. La escritura íntima no fue lo único que se utilizó contra Wilde. En los interrogatorios que tuvo que enfrentar, los fiscales se valían de fragmentos y citas de algunas de sus obras más conocidas para "reafirmar" la actitud "pervertida" del autor de El retrato de Dorian Gray.
Como se sabe, Wilde fue declarado culpable por el delito de indecencia grave. Encarcelado por dos años, obligado a realizar trabajos forzados, cuando salió, viajó a Francia, donde fallecería tiempo después.
4.
El grave "error" de Wilde, Rushdie o Saviano fue el de hurgar, a través de sus obras, en aspectos de la realidad que determinados grupos no querían que fuesen tocados o tratados.
En el caso de Saviano, la investigación periodística con la que desnudó la estructura y las prácticas de la Camorra, le significó inevitablemente la inquina de dicha organización delictiva.
Respecto a Rushdie, bastaría una lectura concienzuda de la novela para caer en cuenta que los personajes y las situaciones, retratadas con un estilo que juega con los límites de la conciencia, no son más que alusiones o símbolos del conflicto surgido en la intersección entre la mentalidad occidental y la musulmana. Desde la perspectiva de Rushdie, las autoridades iraníes no habían leído la novela por completo o solo la habían entendido en un nivel superficial.
Y el caso de Wilde es de importancia hasta para la teoría literaria, en tanto la situación dejó claro que no se podía mantener en pie la idea de que todo lo escrito por un autor fuese necesariamente representación o reflejo de su conciencia, que es lo que se intentó al pretender validar un proceso judicial con la sola cita de fragmentos provenientes de obras de ficción. Para derribar esa "verdad", Wilde debió enfrentar el juicio de la rígida moral victoriana.
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