#ElPerúQueQueremos

Mark Twain implora un poco de amor a su "Livy"

El brillante escritor estadounidense como cualquier otro mortal también sufrió el percance de un amor no correspondido.

Publicado: 2014-02-14

Samuel Langhorme Clemens a quien nadie conoce sino como Mark Twain, aquel extraordinario escritor estadounidense del siglo XIX, era un hombre, hacia 1868, atormentado por el remolino incontenible del amor no correspondido.  La que solo un par de años después se convertiría en su esposa, Olivia "Livy" Langdon había rechazado su primera propuesta de matrimonio.  

Con el corazón mullido y pandeado, el autor de "Tow Swayer" o "Las Aventuras de Huckelberry Finn" escribe una desgarradora y a momentos patética carta, en la cual le implora a su amada "Livy" que aunque sea le responda escribiéndole pasajes del Antiguo Testamento, y le promete, "de ahora en adelante", no más que un amor fraterno.

                                                                                    [Elmira] LUNES, 12 DE LA NOCHE

                                                                                              [7 DE SEPTIEMBRE DE 1868]

Mi Honorable «Hermana», me siento fuertemente impulsado a decirte lo mucho que te agradezco, a ti y a todos vosotros, la paciencia, la consideración y la incondicional amabilidad que me habéis demostrado desde que vuestro techo me cobijó, y que han hecho que estas dos últimas semanas sean el único periodo perfecto de mi vida, excepto un detalle. Perfecto, excepto un detalle. Lo digo deliberadamente. Porque no me arrepiento de haberte querido, de seguir queriéndote y de quererte siempre. Acepto la situación con resignación, por muy dura que sea. Los años me han hecho conocer el dolor, el desastre y la decepción, y he soportado estas dificultades hasta convertirme en un hombre. Así pues, también soportaré esta última, la más amarga, aunque me rompa el corazón. No deshonraría este amor tan digno que ha nacido en mi interior con ningún pensamiento pueril, ni ninguna palabra, ni ningún hecho. Prefiero haberte querido y haberte perdido a que mi vida hubiese seguido siendo este vacío que era antes. Al menos por una vez en los años desaprovechados que se me han escapado, he visto toda la belleza del mundo y he visto toda la esperanza. Por una vez he sabido lo que era sentir mi lento pulso acelerarse por una ambición. El mundo que tan bello era se ha oscurecido de nuevo; la esperanza que brilló como el sol se ha ido; la intrépida ambición ha muerto. A pesar de esto, lo repito, prefiero haberte querido y quererte, adorarte con una devoción más que oriental, depositar toda mi vida, que vale la pena vivir, sobre este altar sin esperanza, que ninguna llama de amor conseguirá prender. Si tan sólo pudieras...

Pero ya basta. Lo he dicho únicamente empujado por el impulso que conduce a los hombres a hablar de grandes calamidades que les han sucedido para, de esta forma, aliviarse. No lo he dicho para hacerte daño. Las palabras ya están pronunciadas y han llegado a unos oídos clementes. A partir de ahora, por tu bien, prohíbo a mi lengua y a mi pluma que las vuelvan a repetir.

Así que, de ahora en adelante, sólo pido que me permitas hablarte con el amor que un hermano siente hacia su hermana. Te pido que de vez en cuando me escribas, como le escribirías a un amigo que sabes que haría todo lo que estuviera en su mano para ser digno de amistad; o a un hermano que sabes que defendería el honor de su hermana tanto como el suyo propio, para quien sus deseos serían su ley y que daría prioridad a sus opiniones puras frente a su ciega sabiduría mundana. Yendo a la deriva como voy ahora, y sin timón, mi viaje no promete nada nuevo; pero mientras el acogedor faro de tu amor fraternal brille, aunque sólo sea débilmente, entre la niebla y las brumas, nunca perderé la esperanza. No defraudaré tu confianza hablándote en futuras cartas de este amor muerto cuya réquiem he estado cantando. No, no te ofenderé. No te malinterpretaré.

Mi honorable hermana, ¡eres tan buena y tan hermosa...y estoy tan orgulloso de ti! Aunque sea pequeño, hazme ese hueco que me has prometido en el gran corazón que tienes, y si algún día dejo de merecerlo, ¡seguiré siendo el vagabundo sin hogar que soy! Si tú y la vieja Fairbanks sólo vais a reñirme y a censurarme, me abriré camino en este mundo, sin tener miedo a nada. Escríbeme algo de vez en cuando, textos del Nuevo Testamento sino se te ocurre otra cosa o disertaciones acerca [del pecado] de fumar, o fragmentos de tu libro de Sermones; cualquier cosa, lo que sea...el pensamiento de que mi incomparable hermana lo haya escrito será suficiente. Si fuera una recomendación, la consideraría: si fuera una orden, cumpliría con ella; si fuera una instrucción, la obedecería o [me partiría mi fiel cuello] agotaría mis energías intentándolo.

Y ahora, adiós, mi preciada hermana... y que todos los pesares a los que estás predestinada caigan sobre mi loca cabeza, que se alegraría y se enorgullecería mucho de sufrirlos en tu lugar. Te dejo con los ángeles guardianes, porque, siendo una hija de la tierra como eres, están por todas partes en el aire que te rodea. Están contigo siempre.

                                                                                                 Sinceramente y con cariño                                                                                                                    SAML. CLEMENS  


Escrito por

Enrique Larrea

Editor y periodista. Escribo informes, reportajes y crónicas que han aparecido en diferentes diarios. Formo parte del equipo de La Mula.


Publicado en

Redacción mulera

Aquí se publican las noticias del equipo de redacción de @lamula, que también se encarga de difundir las mejores notas de la comunidad.