ya acabó su novela

La multiculturalidad de Stuart Hall

Estudios culturales, pensamiento crítico y retos desde la izquierda. Una entrevista con Ramón Pajuelo.

Publicado: 2014-02-12
Este lunes murió Stuart Hall, el padre de los estudios multiculturales y principal activista del interés académico en temas de raza, género e identidades. Su obra fue influyente en varias generaciones de teóricos de la cultura y la política, en las ciencias sociales del mundo, pero también en buena parte de América Latina. A propósito de ello conversamos con Ramón Pajuelo, investigador del IEP.

¿Cuál es el legado mundial de Stuart Hall?

El legado de Stuart Hall es múltiple. Su pensamiento muestra la vigencia de una visión crítica del mundo cuya fuente es lo que podemos llamar un marxismo abierto. Un marxismo que se abocó con extraordinaria pasión y honestidad, al desmontaje teórico de los mecanismos de reproducción de la dominación, discriminación y hegemonía cultural a escala global. Su marxismo siguió reivindicando la utopía de una transformación radical de la sociedad, pero fue capaz de trascender sus propios límites, aportando una comprensión original de los vertiginosos cambios culturales que han marcado nuestra época. 

En esa senda, desarrolla una crítica profunda de las formas perversas del poder en el plano de la vida cultural: las identidades, la raza y el racismo, las etnicidades, el papel de las ideologías, la comunicación y la globalización cultural. Todo ello merced a una comprensión sumamente original de la hechura cultural de la vida social. Allí entra a tallar el giro político-teórico que se encuentra en la base del surgimiento de los estudios culturales, sobre todo en sus momentos fundacionales, de los cuales Stuart Hall fue sin duda una de las figuras emblemáticas.

En tu opinión, ¿cuáles fueron sus principales conceptos? ¿por qué?

El trabajo intelectual de Stuart Hall muestra el uso fecundo de conceptos y categorías clásicas (tales como raza, etnia, hegemonía, cultura, ideología, identidad), pero que son reformulados al dar cuenta de nuevas transformaciones culturales en un mundo en ebullición.   

De allí que sus herramientas conceptuales evidencian su interés teórico-político por alumbrar aquellas zonas de sombra en el funcionamiento de la hegemonía cultural, ante las cuales el marxismo clásico logró avanzar poco. De modo que Stuart Hall, con base en nociones claves, tales como hegemonía o representación, saca a luz las mediaciones o vínculos que sostienen la reproducción de la dominación y exclusión cultural. El racismo y la discriminación étnica, por ejemplo, sufren redefiniciones fundamentales en un mundo globalizado, pero al mismo tiempo resultan tan eficaces como siempre para permitir la desigualdad, la injusticia, la violencia y la discriminación que se hallan en la base de la nueva hegemonía cultural propia de la globalización.

¿Cómo ha servido y sirve su teoría para los estudios culturales en América Latina?

La obra de Stuart Hall ha dotado a los estudios culturales de una de sus principales vertientes. No solamente por la originalidad de su persistencia en los viejos temas, problemas y conceptos, a la luz de los nuevos desafíos que imponen los cambios de época. También porque supo elaborar una forma de conocimiento social que trastocó –en el sentido más preciso del término- los moldes propios de la academia y las ciencias sociales establecidas como disciplinas. Pero más allá de los estudios culturales, se trata en realidad de alguien que fue a su manera un intelectual orgánico, y en tal sentido su trayectoria vital e intelectual ha aportado de manera sustancial al pensamiento crítico de raigambre marxista en el mundo de hoy. Porque muestra que sigue siendo posible construir conocimiento que aporta a la justicia, la libertad humana ante toda hegemonía deshumanizadora y la democracia auténtica en la vida política, pero también en las relaciones entre culturas, identidades y las llamadas “razas”. 

Creo que se trata de uno de los primeros intelectuales orgánicos del mundo global, o en la era global. Sobre el telón de fondo del capitalismo post-colonial y post-industrial, su trayectoria vital resulta esclarecedora. Su “lugar” de habla y mirada, cruza justamente los territorios de las ex colonias caribeño-latinoamericanas y el centro globalizado. Esto le permitió efectuar en el centro mismo de la hegemonía global, las preguntas incómodas propias de alguien que jala en su propia experiencia, en su memoria y hasta en su propia piel, las huellas de la dominación colonial-capitalista. El resultado es un abordaje que reinterpreta el funcionamiento de la nación, el racismo, la discriminación, las identidades y la dominación cultural en un contexto realmente global.

Y sus estudios tienen eco en el Perú...

Los estudios culturales requieren volver hacia sus orígenes, remontar los muros del estrecho mundo académico de mercado en el cual vienen siendo confinados en muchas partes. Son una forma de intervención en la vida pública, más que una disciplina. Y claro que en Perú necesitamos a gritos formas de intervención pública dirigidas a desmontar las supuestas verdades establecidas, deshacer las telarañas impuestas por décadas de deterioro académico e intelectual en general, y sacar a luz los engranajes del funcionamiento de nuestro capitalismo periférico. Más aún porque se presenta como la única alternativa posible.

Los estudios culturales provienen de una trayectoria intelectual diferente a la tradición de pensamiento crítico latinoamericano o peruano, pero sin duda pueden dialogar fecundamente. La obra de Stuart Hall, de origen jamaiquino, es justamente una muestra de ello, hasta cierto punto. Algunas teorías y debates latinoamericanos importantes, como el de la colonialidad del poder propuesta por el peruano Aníbal Quijano, tienen ecos interesantes con aportes como los de Stuart Hall, o con los estudios culturales en general, pero provienen de una tradición teórica e intelectual específica, propiamente latinoamericana, que se remonta a Mariáteguí o Martí, entre otros. Por ello, pero también por la propia existencia de disciplinas fuertemente establecidas, los estudios culturales no han encontrado en América Latina un escenario semejante al de otros lados, donde les resultó más fácil ganar terreno. Aún en los países donde han avanzado más, como en Colombia o Ecuador, el panorama intelectual es bastante más amplio, dejando a los estudios culturales como una opción más entre varias otras.

¿Cuánto sirven los estudios culturales para un país como el Perú?

El Perú es un país donde, desde hace dos décadas, se procesa una transformación estructural sumamente violenta, que está reorganizando todo el funcionamiento de la vida social. El ascenso social y el éxito macroeconómico, resultan ser la cara visible de la medalla. La cara oculta consiste en la brutal condena a la exclusión, la invisibilidad y la sobrevivencia a duras penas de los desfavorecidos de siempre, ahora convertidos en meras cifras de algo que es visto como residual. O sea en gente desechable. 

Un prestigioso economista, Richard Webb, acaba de sostener que el quechua está condenado a desaparecer porque es la lengua de un porcentaje de gente en retroceso. Pero olvida el dato de que la cantidad absoluta de quechua hablantes viene creciendo en las últimas décadas. ¡No es posible seguir viéndonos como país compuesto por mayorías con futuro y minorías condenadas a desaparecer! Necesitamos ir más allá del discurso auto celebratorio neoliberal, a fin de terminar de asumirnos como sociedad múltiple, en la cual todos podamos ser parte plena de una comunidad política pública. Es decir, de una sociedad con auténtica igualdad social o ciudadana. Un país que alberga distintas sociedades y culturas, no puede darse el lujo de dejar atrás su propia naturaleza histórica y sociocultural. Eso supone un horizonte democrático real, del cual se encuentran lejos, lamentablemente, gobernantes y políticos, incluyendo a muchos de derecha e izquierda.

Acabamos de ver cómo Pablo Secada, pre-candidato al sillón municipal por el PPC, se “infla” a sí mismo e inmediatamente se lo “desinfla”, pero el episodio saca a luz su vena autoritaria, ejercida sobre su propia familia, en su vida cotidiana. ¡Y se dice liberal! Hace rato el autoritarismo conservador, elitista y pre-moderno que prevalece en Perú, busca presentarse como liberal y supuestamente moderno. Junto a la derecha bruta y achorada, tenemos otra que presume de liberal, pero en el fondo, más allá de las apariencias, resulta ser autoritaria, conservadora, racista y excluyente. Y tiene el descaro de apropiarse de la simbología que representa luchas populares por ensanchar derechos, ciudadanía y oportunidades. Por ello, resulta ridículo ver cómo el mencionado pre-candidato busca utilizar símbolos y colores que provienen de la llamada estética “chicha” o “chola”.

Nuestro neoliberalismo provinciano funciona como eficaz cortina de humo que asfixia lo realmente nuevo, permitiendo que se perpetúen las caretas de lo aparentemente novedoso. Por eso la metamorfosis de alguien como Humala, quien logró ser elegido con un discurso de cambio, pero inmediatamente sufrió una mutación política, convirtiéndose en garante de todo aquello que antes cuestionaba. Allí existe un gato encerrado. Desde mi punto de vista, Humala fue siempre una expresión del nacionalismo autoritario de origen militar. Pero su discurso logró engatusar a gran parte de la izquierda, incluyendo a sus sectores más lúcidos y comprometidos.

¿Será posible articular ante ello un proyecto alternativo desde la izquierda?

En la otra orilla, vemos todos los días que buena parte de lo que queda de la izquierda de las décadas pasadas, se sostiene como simple cascarón, muchas veces sobre la base de corrupción y la absoluta carencia de escrúpulos. Muchos aparatos partidarios y sindicales se mantienen nominalmente, bajo el control de dirigencias eternas, o siendo carcomidos por grupos de poder que lindan con la delincuencia común. La destrucción de la izquierda peruana no ha merecido ninguna investigación seria. Su desmoronamiento arrastró mucho de lo que tuvo de horizonte democrático, el cual fue aplastado por la avalancha neoliberal, en un contexto facilitado por la violencia política y la crisis del final del siglo pasado. 

En este escenario, la reconstrucción de una izquierda social y política supone también la recuperación de un horizonte cultural alternativo. Un proyecto de cambio y transformación real de sentido democrático y público. Es una lástima, por ello, que la actual gestión municipal de Lima haya desperdiciado una oportunidad única para demostrar que, desde una gestión de izquierda, se puede avanzar realmente en democratizar y humanizar la vida pública en la ciudad. El reto le quedó grande a este otro sector de la izquierda que, simplemente, parece haber arriado toda bandera de cambio y transformación.

Sin embargo, nuevos sectores sociales populares viene asumiendo luchas concretas contra la arremetida de los capitales extractivos que nuestro neoliberalismo periférico requiere para seguir mostrándose como “exitoso”. El Estado vigente simplemente protege dicha arremetida, borrando del mapa a quienes son vistos como cosas desechables, más que como personas o ciudadanos, por el simple hecho de aferrarse a sus territorios, defendiendo la naturaleza y otros sentidos de vida, o el sueño de otro desarrollo posible. Lo acabamos de ver con la escandalosa aprobación del EIA del lote 88 por parte del Ministerio de Cultura, que más bien parece la ONG de alguna empresa transnacional. Dicho Ministerio ofrece el triste espectáculo de desaparecer en el papel a quienes justamente constituyen su razón de existencia: los pueblos indígenas, las culturas indígenas, incluyendo a los llamados “pueblos no contactados” o en “aislamiento voluntario”.

Pero ocurre que el sector visto como residual sigue siendo clave para cualquier proyecto de país. Tiene rostro propio, o más bien rostros propios. Y sigue pugnando por llegar a ser parte plena del Perú. El asunto es que eso no podrá ser posible sin el cambio real del poder existente en el país. Esos sectores son los que han protagonizado, “desde abajo”, los cambios que transformaron el rostro del Perú desde la segunda mitad del siglo XX. Pero sus esperanzas resultaron, en gran medida, fagocitadas por un proyecto neoliberal. El éxito del neoliberalismo a la peruana es en gran medida de tipo cultural, pues ha impuesto entre mucha gente una perspectiva de futuro funcional al mantenimiento del orden establecido. Pero eso no tiene por qué ser así para siempre.

Cultura y pensamiento crítico, entonces ...

Dilemas y preguntas como los mencionados no pueden ser asumidos a cabalidad por la academia, por las ciencias sociales realmente existentes en el país, y menos cuando resultan funcionales a la moda de los llamados think tank. Los estudios culturales, entendidos como una práctica de pensamiento crítico, tienen en la sociedad peruana un escenario de acción fascinante y realmente urgente.


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Escrito por

ALBERTO ÑIQUEN G.

Editor en La Mula. Antropólogo, periodista, melómano, viajero, culturoso, lector, curioso ... @tinkueditores


Publicado en

Redacción mulera

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