En defensa del quechua
Respuesta de la historiadora Cecilia Méndez al economista Richard Webb, quien escribió sobre la inminente 'desaparición' del runa simi.
"Los esfuerzos oficiales y de las ONG dedicadas a la protección de la cultura, que levantan la bandera del quechua y ensayan programas de educación bilingüe, parecen condenados al fracaso por [la] poderosa lógica del quechuahablante", escribió este lunes en El Comercio el economista Richard Webb, director del Instituto del Perú de la USMP, basándose en un testimonio de la antropóloga María Elena García. Así, se pensaría que el quechua iría irreparablemente camino a su extinción.
A propósito de ello, la historiadora Cecilia Méndez le ha respondido desde su cuenta de Facebook:
"Yerra el economista Richard Web al decir que "Los esfuerzos oficiales y de las ONG dedicadas a la protección de la cultura, que levantan la bandera del quechua y ensayan programas de educación bilingüe, parecen condenados al fracaso por esa poderosa lógica del quechuahablante....". No, señor Webb, si esos programas están condenados al fracaso no es por ninguna "lógica del quechuahablante" de preferir que sus hijos aprendan castellano, lo cual es obvio, dada la estigmatización de que son objeto los hablantes de esta lengua. Si están condenados al fracaso es porque están mal hechos. Quizá cabría pensar primero quiénes realmente necesitan clases de quechua.
Segundo, le sugiero respetuosamente leer las más recientes investigaciones históricas para opinar sobre los cambios en la historia. Afirma usted: "Antes, la población mundial vivía aislada por la dificultad del movimiento de un lugar a otro y el poco contacto e intercambio protegía los idiomas". A ver, ¿de dónde saca usted esa teoría? Primero, que "antes las sociedades vivían asiladas". Cuál es ese "antes"? Lea usted un libro de historia europea reciente, o simplemente vea un documental de PBS sobre, por ejemplo, la península Ibérica en los tiempos de ocupación musulmana para que se dé cuenta de la fascinante historia de contactos lingüísticos y culturales entre la península ibérica, el norte de África y el Medio Oriente (es sólo un ejemplo), aún en medio de las guerras, en plena Edad Media. Lea usted algo de historia del periodo colonial peruano, y documentos y periódicos del siglo XIX, para que vea cómo Santiago y Lima, Buenos Aires y Cuzco, Quito y La Paz estaban mucho más interconectados en el tiempo colonial tardío y durante las primeras décadas del siglo XIX que lo que están hoy.
¿Le sorprende? Lea lo último que se ha escrito sobre el siglo XIX peruano para que se convenza de que eso de que la red de carreteras de la segunda mitad del siglo XX integró al país es un mito inventado por José Matos Mar al amparo de la teoría de la modernización. Las carreteras conectaron las grandes ciudades, sí, pero aislaron pueblos y regiones enteras de la sierra que antes estuvieron interconectados ,entre sí y con la costa por rutas de arrieraje desde tiempos coloniales. Pero, en fin, no le voy a contar yo los resultados de las investigaciones que a los historiadores nos toman tantos años en sacar adelante: usted necesita actualizarse.
Vayamos ahora a la lógica simple: La velocidad de las comunicaciones o abundancia de ellas no implica necesariamente integración, y menos explica por sí misma la desaparición de ciertas lenguas, como usted parece argumentar en general, y específicamente para el quechua. Puede también crear sus propios aislamientos, como los que provocan paradójicamente los celulares y el internet (gente conectada al internet y aislada de los humanos que le rodean). La desaparición de ciertas lenguas tiene que ver con conquistas culturales, luchas de poder, políticas de Estado, y no sólo con razones tecnológicas o el advenimiento de la sociedad de masas. Usted apela a la historia, pero sus argumentos descansan más bien en viejos mitos, que se han creado para justificar determinadas políticas.
Finalmente, y quizá lo que más me mueve a responder a su artículo con un sentido de urgencia (pese a una agenda académica recargada, clases que preparar y otras urgencias) es cuando nos pide ponernos en los zapatos de una "típica familia quechuahablante, cuya empobrecida vida se ha visto limitada a una pequeña comunidad humana" , una comunidad que usted asume asilada del "mundo más amplio". No dudo de sus buenas intenciones, pero esos calificativos preocupan pues una cosa es ser pobre y otra llevar una "vida empobrecida". Segundo, que usted llame "pequeña" , además de aislada, a una comunidad humana de varios millones de personas, creo que exige una explicación ¿Sabía usted que el lugar del Perú donde existen más quechuahablantes es la ciudad de Lima?
Por último, en este país, creo yo, si hay alguien que está aislado "del mundo más amplio", no son precisamente los quechuahablantes, sino la elite que maneja la economía del país, y sus voceros en los grandes medios, para no hablar de los grupos económicamente pudientes que crean ghettos en playas cada vez más lejanas del transporte público para no juntarse con los que alguna vez hablaron quechua, o su sus hijos, o con quienes no lo hablan públicamente por el estigma que se cierne contra los hablantes de esta lengua en las capitales de muchas regiones peruanas, incluyendo la capital del país. Esa élite, esa sí pequeña comunidad humana (y no diré si lleva o no una vida empobrecida, pues cada quién sabe lo que le hace pobre o rico), es , creo yo, la que tiene que empezar a educarse para poder integrarse al "mundo más amplio", empezando por el propio país. Quizá hasta le haría bien aprender un poco de quechua, si de lo que se trata, como usted bien sugiere, es de ponerse en los zapatos de una familia quechuahablante. ¿Ya es hora, no cree?"
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Editor en La Mula. Antropólogo, periodista, melómano, viajero, culturoso, lector, curioso ... @tinkueditores
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