Hasta que fui a Cali no me interesaban las cometas. Nunca entendí esto de armar objetos voladores. Digamos que a modo de despedida, el último día en Colombia, coincidió con un festival de cometas que me cautivo. 

Es más, hasta me vi animado a comprar una de ellas. Desde aquella vez el asunto me interesa y hasta he comprendido, poco a poco, a la hinchada de las criaturas voladoras, su fetiche por la estructura, los materiales.

Lo cierto es que las hay de todo tipo. Formas, colores, todo una creatividad del diseño elaborado y, claro, una consideración de la física para que se logre la elevación más sorprendente. 

El arte de volar cometa se lo toman en serio en Munbai y Ahmadabad, ciudades de la India donde anualmente se lleva a cabo un Festival Internacional. Entre el 8 y 13 de enero el cielo comienza a poblarse de tigres, pulpos, peces, aves, incluso hasta Barnie y Garfield cruzan las nubes. Pero también hay lugar para la tradición y no es de extrañar encontrar un bailarín Kathakali danzando con el aire, encima de nosotros.  Se trata de días de alto vuelo y fantasía.