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Cuidado con quien debates

Cuando en Rusia se dejan las palabras y se pasan a las puñaladas y disparos. ¿Mucha literatura, mucha filosofía?

Publicado: 2014-01-30

Debatir es un arte. Encontrar siempre alguien con quien llegar a la controversia es un mérito. Todo debate debe ser fecundo. Por ejemplo, nada peor que exponer y que al momento de decir “¿alguien tiene una pregunta” se haga el silencio absoluto, acaso porque a nadie le interesa lo que hablaste o nadie te entendió. Caso contrario es cuando somos increpados y conducidos a nuevas argumentaciones, no previstas. 

Alguna vez alguien me dijo que este modo de concebir el debate era similar a una pelea de perros, pero en realidad se trata de una manera de llegar a un resultado, a una mejor respuesta que la inicial. Un diálogo de contradicciones. Siempre creí en esto desde las clases de Teoría Literaria, en aquellos debates con César y Lenin, siempre cada uno recurriendo a una nueva refutación. Debatir era un lluvia de inquisiciones.

Ahora, quienes sabían de la intensidad de debatir eran los alemanes, por ejemplo los diálogos de Georg Lukács con Ernest Bloch o las de Theodor Adorno con Georg Lukács. Asimismo un debate marxista fue el eje de mucha de la correspondencia de Adorno con Walter Benjamin.

Ciertamente hay debates que abandonan el tema en cuestión y se introducen más bien en temas personales, tomando un matiz demasiado subjetivo. Recordemos sino el debate (o polémica) que tuvieran José María Arguedas y Julio Cortázar.

En ese punto, cuando se pierde la búsqueda de una salida en conjunto y prepondera la pujanza para que alguno de los puntos de vista sea el superior, es que el debate pierde sentido y se convierte en una excusa para saldar deudas personales.

Sobre este asunto en Rusia (en la ciudad de Ivrit) ha sucedido algo que parece sacado de un cuento policíaco o absurdo. Un exprofesor, de 53 años, fue detenido por haber asesinado a su amigo durante un debate sobre géneros literarios. La víctima defendía que la “única literatura verdadera es la prosa", lo cual provocó el disgusto del amigo, más bien apegado a la poesía. El asunto escapó de las palabras y se solucionó con puñaladas. Literalmente la prosa ganó.

Al parecer en Rusia se toman muy en serio esto de “debatir hasta la sangre”, así tenemos otro caso, esta vez vinculado a la filosofía: en medio de un acalorado debate sobre juicios sintéticos y analíticos kantianos, alguien decidió lanzar disparos con su pistola de goma y dejarse un herido en la ciudad de Rostov del Don (sur de Rusia). Posiblemente quien disparó se sabía La crítica de la razón pura, pero ignoraba por completo La paz perpetua.

En este punto pienso en cómo el arte o la filosofía son llevados a límites inútiles y puestos por encima de la vida. Acaso el problema de la demasiada cultura. La literatura y Kant por encima del hombre. Esto me hace recordar un artículo de Vallejo titulado “La defensa de la vida”: “Yo no puedo tolerar que 'Los hermanos Karamazov' valgan más que el portero de mi casa, viejo, pobre y bruto”.

Estas muertes o accidentes ocurridos en Rusia debieran volvernos a plantear ¿cuánto vale la vida? Pregunta básica, obvia se dirán, pero que al parecer se ha olvidado. Entre controversias radicalmente eruditas o esteticistas solo llegamos a la deshumanización del debate y se pierde, completamente, todo humanismo.


Escrito por

Christian Elguera

Escritor y corresponsal de literaturas indígenas en Latin American Literature Today


Publicado en

Redacción mulera

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