Eterna juventud
Javier Heraud cumpliría 72 años hoy.
El pasado 2013 se cumplieron 50 años desde la trágica muerte de Javier Heraud (1942-1963), abatido en Madre de Dios en circunstancias, todavía hoy, no esclarecidas del todo. Muchas son las historias que se tejieron en torno de esta terrible pérdida que conmocionó al ambiente literario, pero el hecho concreto es que, como en los antiguos mitos en que los amados por los dioses eran llamados tempranamente para que no conocieran la condena de la vejez, la imagen de Heraud quedó fijada desde entonces en el imaginario como el poeta eternamente joven.
A sus cortos 21 años, la edad que tenía al momento de su deceso, Heraud ya había demostrado un talento e inteligencia verdaderamente notables. Una de las muestras más contundentes de esto es, sin duda, su poema El río que publicó a los 18 años a través de Cuadernos del Hontanar; simplemente soberbio. Un año después publicaría El viaje, libro influenciado esencialmente por el Vallejo de los poemas familiares y la generación del 98 española y por el que recibiría, junto a César Calvo, el premio Poeta Joven del Perú. En este libro aparece, además, “Elegía”, un poema considerado premonitorio de su muerte: “ Yo nunca me río / de la muerte. / Simplemente / sucede que / no tengo / miedo / de / morir / entre / pájaros y arboles”.
De manera póstuma se conocería su libro Estación reunida, y en los siguientes cincuenta años irían apareciendo otros poemas inéditos, muchos de ellos firmados como Rodrigo Machado, dados a conocer por Hildebrando Pérez. El primer ordenamiento de su producción más o menos orgánica sería, sin embargo, Poesías completas y homenaje (1964), publicado a través de las ediciones de La Rama Florida que dirigía el también poeta Javier Sologuren.
Aquí dos poemas de Heraud, en el día de su natalicio:
3
Yo soy el río.
Pero a veces soy
bravo
y
fuerte
pero a veces
no respeto ni a
la vida ni a la
muerte.
Bajo por las
atropelladas cascadas,
bajo con furia y con
rencor,
golpeo contra las
piedras más y más,
las hago una
a una pedazos
interminables.
Los animales
huyen,
huyen huyendo
cuando me desbordo
por los campos,
cuando siembro de
piedras pequeñas las
laderas,
cuando
inundo
las casas y los pastos,
cuando
inundo
las puertas y sus
corazones,
los cuerpos y
sus
corazones.
* Estancia 3 de su poema El río (1961)
Arte Poética
El encuentro y el descanso,
el olvido y el recuerdo,
el reencuentro y el amor,
el amor y la desesperación del tiempo
son pálidos reflejos de mi palabra
gastada y nueva.
El recuerdo viene a cada instante:
nunca sabremos si somos hombres
tan solo del pasado
o si vivimos solo para el futuro,
o si solo para el actual momento.
El recuerdo se acumula y no retorna,
en cada encuentro hay una vida,
un descanso es siempre perder un poco de muerte,
siempre que bajemos por una calle habrá piedras
que nos repitan nuestras
antiguas caminatas bajo el sol,
y que nos cuenten los caminos
hasta ahora recorridos.
Pero el amor lo cubre todo:
el amor es siempre un descanso,
el amor es siempre un recuerdo,
el amor es siempre un movimiento
contra el tiempo,
el amor es siempre el río, o los mares,
o los montes, una hierba caída sobre el hombre,
un refugio que aguarda su retorno.
Tal vez no he dicho nada.
Acaso todo ya esta dicho.
Pero seguiré echando mis palabras al viento,
seguiré arrojando mis recuerdos al mar.
O quizás mi amor me estará escuchando,
y así renovara mis palabras y mi sangre
y yo seguiré escribiendo hasta el final.
* Poema aparecido en Poesías completas y homenaje (1964)
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