Un saludo colérico y de claras connotaciones políticas se descubre entre los asistentes al Estadio Olímpico de la Lazio. El brazo del individuo se coloca en un ángulo de 40° y se inclina mínimamente hacia la derecha. Tras ubicar sus dedos hacia arriba, parece no importarle lo que su país sufrió por quienes patentaron la 'gracia' que hace. Es cierto. Sin considerar el dolor ajeno, él continúa con su celebración. Acaba de anotar un gol y ésta es la mejor forma que tiene para festejarlo. Paolo Di Canio, la insignia fascista del Calcio. 

Si repasamos las definiciones de fascismo encontraremos un concepto que se repite en la mayoría de nuestras búsquedas: “Movimiento político y social de carácter nacionalista, totalitario, militarista y antimarxista”. En esa línea y aparte del saludo antes descrito, ¿qué lo hace a Di Canio un fascista?

Con dos tatuajes, uno del 'DVX' (referido al latín 'DVX mea LVX', cuyo significado en italiano es 'il Duce mia Luce' y en español 'el guía es mi luz') y otro del águila imperial, además de la admiración de los ultras de la Lazio ('Curva Nord' e 'Irriducibili'), Di Canio es un ícono del ultraderechismo futbolero. Una cuota de intolerancia y rascismo lo acompaña en cada jugada que, al finalizar en gol, colma su apetito personal.

No obstante, al igual que Mussolini en sus inicios (fue socialista antes de fundar el fascismo), Di Canio tuvo un buen manejo con sus compañeros y rivales en el campo, antes de convertirse en un ser incontrolable. A tal punto que, tras parar una jugada ofensiva de su equipo para atender al arquero rival, recibió el premio Fair-Play en el 2001.

A pesar de su buena y nunca más vista labor altruista, tras su última llegada a la Lazio (2004) Di Canio mantuvo un perfil envuelto por la ideología de la localidad. Si bien es cierto él es natural de Roma y no le fue nada extraño toparse con esa tendencia, la misma afloró cada vez más con el apoyo de los extremistas y las compañías que lo caracterizaban.