#ElPerúQueQueremos

foto: evelyn merino reyna (Lima más arriba)

Postales de Lima que nunca veremos

La historia de tres proyectos arquitectónicos que nunca se concretaron y que habrían configurado una Lima totalmente distinta.

Publicado: 2014-01-18

El Arquitecto Peruano, editada entre 1937 y 1977, fue la revista más importante de la arquitectura peruana. Dirigida durante años por Fernando Belaúnde Terry, se convirtió en un espacio de debate no solo para especializados en la profesión, sino también para aquellos que estaban preocupados en el desarrollo de la ciudad en el Perú. Siendo Lima la capital, no debe extrañar que dedicaran tantas páginas a proyectos que estuviesen vinculados con ella. 

En 2008, en la revista Logo/Topo, editada por la especialidad de Arquitectura de la PUCP, el investigador José Luis Villanueva escribió un artículo muy valioso titulado "Lima (im)posible". La revisión de los números editados por El Arquitecto Peruano le permitirá acceder a una serie de iniciativas tanto estatales como privadas que pretendieron, en distintos momentos del siglo XX, dotar a Lima de nuevos edificios o nuevos espacios públicos, muchos de ellos de magnitudes nunca antes vistas.

A continuación, compartimos con ustedes tres de los proyectos registrados y analizados por Villanueva. Como nos daremos cuenta, cada uno de esos casos nos revelarán con precisión la idiosincracia de sus respectivas épocas pero, también, las expectativas nacidas en torno al futuro de Lima y que —inevitablemente— nos llevarán hoy a la reflexión.

¿Cómo habría impactado en la vida de los habitantes limeños actuales si esos proyectos se hubiesen realizado finalmente? Imaginémoslo por unos instantes. Sobre todo en un día como hoy que se celebra un nuevo aniversario de fundación de Lima.


La basílica de Santa Rosa de Lima sobre el cerro San Cristóbal (30's - 1943)

Es, qué duda cabe, uno de los íconos de nuestra ciudad. Equivalente al Cristo de Corcovado para Rio de Janeiro o el Obelisco para Buenos Aires, la basílica de Santa Rosa, emplazada en la cima del cerro San Cristóbal, domina el valle del Rímac y puede ser contemplada prácticamente desde cualquier lugar de Lima. Y no solo desde el área urbana. También desde el Morro Solar o la isla San Lorenzo, el perfil de la basílica se yergue contra el horizonte y encarna la religiosidad mestiza de la capital del Perú...

El proyecto de la basílica fue comentado durante años en las páginas de El Arquitecto Peruano. Se lo menciona por primera vez el 18 de enero de 1939, es decir, en el aniversario 404 de la otrora Ciudad de los Reyes. 

En esa ocasión, se mostraba algunas fotografías de la maqueta, lo que ya evidenciaba la imponencia de un edificio que serviría para celebrar a una de las figuras religiosas más importantes del Perú y Latinoamérica. La trascendencia de la obra también puede ser calculada por los personajes que intervinieron en su elaboración. El arquitecto y escultor Manuel Piqueras Cotolí, entre los años 1929 y 1930, había dejado escrito el primer proyecto. Héctor Velarde, otro de los grandes protagonistas de la arquitectura peruana, se encargó de realizar el plano y la volumetría de la basílica.

Como para tener una idea aproximada de lo que se quería lograr, Villanueva describe así la basílica: "Una gran portada coronada con la imagen de la santa limeña en la parte superior, precedida por una gran plaza y un sendero procesional hacia unas escalinatas de piedra, flanqueada por dos torres con otros santos limeños y detrás una inmensa linterna en el transepto rematada por una cruz".

En un principio, se pensó que la basílica debía ocupar el sitio en el que hoy todavía se encuentra el convento y claustro de Santa Rosa, en la avenida Tacna. Luego, recuperando una idea que el visionario Pedro Paulet tuvo alguna vez, se creyó que el cerro San Cristóbal sería una mejor opción. 

Sin embargo, pese al entusiasmo inicial que se generó en torno a la basílica, el proyecto se frustró por una serie de causas. Desde un punto de vista "logístico" estaba el hecho de que había que acondicionar la roca del cerro San Cristóbal para que no solo pudiera erigirse un edificio de tal magnitud en su cima, sino también para que se construyera un camino adecuado para acceder hasta ella.

Desde un punto de vista "ideológico", pesó que el diseño de la basílica tuviera claras reminiscencias a la arquitectura precolombina, es decir, que tuviera un caracter indigenista, "con sus enormes hornacinas trapezoidales y perfiles escalonados", como describe Villanueva, ya que generó todo un debate en torno a lo que era lo más adecuado para Santa Rosa. Mientras de un lado más progresista se celebraba la confluencia de estilos, entre la fusión de lo autóctono y lo adquirido; para el sector conservador era una propuesta fuera de lugar, "hereje" y "blasfema" como la llamaron los más reaccionarios, más aun cuando se proponía mantener la imagen colonial de la ciudad.

Hacia 1942 se celebró un concurso de alcance panamericano con la esperanza de encontrar a algún arquitecto interesado en continuar con el proyecto. Las condiciones establecidas en las bases —una de ellas permitía desembarazarse sin problemas del elegido para encomendarse el proyecto a otros— así como la falta de apoyo de la Municipalidad y la Sociedad de Arquitectos terminaron por enterrar dicha ilusión. Luego de 1943, no se volvió a hablar de la basílica de Santa Rosa.


La enorme Plaza Perú (1938)

Has terminado de tomar las fotos que necesitabas de la Catedral. Así que ahora decides dejar la Plaza de Armas para dirigirte hacia la estación de Desamparados, ahora sede de la Casa de la Literatura. Para ello, debes tomar el jirón Carabaya. Cruzas la pista con cuidado. Ya te ha pasado que por contemplar las esculturas de la Plaza Perú casi eres atropellado por automóviles conducidos por individuos nada condescendientes con los despistados o los enamorados del paisaje... 

El proyecto de la Plaza Perú apareció publicado en octubre de 1938 y el padre de la idea era el arquitecto Bruno Paprocky. Se trataba, en realidad, de un conjunto de cuatro grandes plazas en sucesión una tras otra, que ocuparían manzanas antiguas del damero de Pizarro.

Su diseño habría permitido que una de las fachadas laterales del Palacio de Gobierno se comunicara directamente con la sede del Congreso de la República. Cada una de esas plazas representaría una etapa de la historia del Perú: el Incanato, el Virreinato, la Independencia y la República. Las plazas contarían con una escultura central y jardines alrededor de esta.

Sin embargo, nunca pasó del papel. Su realización demandaba una fuerte suma para la época: 12 millones de soles. Además de la expropiación de una gran cantidad de terrenos que, como se pensaba en ese momento, solo albergaban fincas de "poco valor".

De haberse llevado a cabo el proyecto de la Plaza Perú, se hubieran perdido locales tan emblemáticos como el Hotel Comercio (famoso por un crimen que conmocionó a Lima a inicios del siglo XX), el bar Cordano (escenario del encuentro entre los poetas Martín Adán y Allen Ginsberg en los sesenta), la 'Casa de Pilatos' (no solo uno de los inmuebles más antiguos de Lima —del siglo XVI—, sino también sede actual del Tribunal Constitucional), así como la plaza Bolívar.


La Avenida Central o la expansión del Jirón de la Unión hasta el mar (1939) 

Uno de sus lugares preferidos en la ciudad era la avenida Central. En más de una oportunidad la había recorrido de un extremo a otro. Al hacerlo, se sentía parte de una corriente imposible de detener, una corriente en la que confluían —y las sentía en cada rincón, en cada esquina— las memorias de todos aquellos que por esa misma avenida habían paseado alguna vez. ¿Cómo no experimentarlo en un paseo que le permitía ir desde el Centro hasta los acantilados en una sola línea recta?...

La década de los treinta fue una etapa de grandes cambios en la trama urbana de Lima. Entre los distintos proyectos concebidos durante esos años, la expansión de avenidas fue uno de los más recurrentes. Acorde con aquel espíritu, en 1939, el empresario Luis Montero propuso retomar uno de los deseos de Nicolás Piérola en 1899: el diseño y construcción de una avenida principal que atravesara el Centro de Lima. 

El trazado de esta nueva avenida —la avenida Central— debía continuar la dirección del Jirón de la Unión, en ese entonces la arteria principal de una ciudad que comenzaba a crecer hacia el sur, hacia los balnearios, y debía llegar hasta la plaza Bolognesi, para que así pudiera empalmar con la avenida Brasil.

El proyecto constaría de dos etapas para su realización. En la primera se partiría seis manzanas entre la avenida Paraguay —que nace de la plaza Bolognesi y consta tan solo de una cuadra y media de extensión, ya que acaba apenas se encuentra con la avenida España— y la plaza San Martín.

En la segunda etapa, se ensancharía el Jirón de la Unión en unas cinco cuadras para que llegara hasta el distrito del Rímac, casi hasta las faldas del cerro San Cristobal.

Si bien tuvo una buena acogida en los medios y en la opinión pública, se trataba de una propuesta inviable, pues implicaba la destrucción de una cantidad enorme de inmuebles, muchos de ellos con incalculable valor histórico. Además que la diferencia entre la Lima de Piérola (1899) y la Lima de entonces (1939) era abismal por lo que la construcción de la avenida Central se sostenía únicamente en un simple deseo estético.



Escrito por

Paulo César Peña

Literatura. Historia. Arte. Lima. Y también dibujo ciudades en mis ratos libres. @dinamodelima


Publicado en

Redacción mulera

Aquí se publican las noticias del equipo de redacción de @lamula, que también se encarga de difundir las mejores notas de la comunidad.