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La Vía Expresa: más que huellas en el asfalto

Una reflexión sobre la ineludible presencia de la historia en cada rincón de Lima y su valor en la conformación de una identidad colectiva.

Publicado: 2014-01-18

Una epidemia de amnesia e insomnio pareciera asolar la ciudad en su interior. Y se evidencia en cada esquina y en el pecho de cada hombre que por ella transita. 

Porque la historia se nos revela —cada vez más— tan solo como un tímido susurro que ha podido escapar de algún amargo recoveco de la habitación más temida de nuestras erráticas memorias. Su desaparición solo puede significar la coronación del olvido y la presencia del desasosiego ante lo desconocido. 

La negación de la historia es la negación de nuestro ser.  

En la actualidad una enorme cantidad de la población de Lima desconoce por completo el pasado de los diferentes sitios por los que debe circular día a día. 

Ahora, por ejemplo, quiero referirme a la Vía Expresa del Paseo de la República.

Debajo de su asfalto se hallan enterrados (ocultos, aunque no extintos), dispersos por distintos segmentos de su extensión, los restos de algunos de los primeros caminos pertenecientes al incipiente circuito vial de la ciudad; y que, inclusive, los hay de tiempos aún previos a la colonización española del valle, como parte del Capac Ñan, el célebre Camino Inca. 

No resulta casual, entonces, que se haya mantenido el trazado de aquel camino, con algunas inevitables variaciones, y que así haya pasado de ser un mero enlace entre las haciendas al borde de la ciudad, a ser la ruta oficial del Centro hacia el mar. 

Su importancia se demostrará, aún más, en los días de la época republicana, bajo el gobierno de Ramón Castilla (1858), con la construcción del primer ferrocarril del país: desde Lima hasta el balneario de Chorrillos, sitio de veraneo y solaz de la clase alta local. 

Para inicios del siglo XX, la ruta sufrirá un considerable trastorno, deviniendo el ferrocarril en simple tranvía. Una obvia trinchera entre los barrios pobres y los barrios burgueses de la ciudad. (Una digresión literaria: Julio Ramón Ribeyro supo describir aquel fenómeno en muchos de sus cuentos). 

Será en 1967 cuando sufra su transformación más radical: la construcción de la Vía Expresa del Paseo de la República. Una autopista en desnivel con el suelo, acortando las distancias entre un extremo y otro de la ciudad: se oficializaba la presencia de nuevos Centros, en desmedro del creado por Pizarro.

la vía expresa en sus principios

Vista con cierto recelo, la Vía Expresa significó en su momento, más que la construcción de una ostentosa carretera urbana, la realización de un deseo esperado con ansias por la vieja burguesía limeña: un camino cómodo y seguro para culminar la mudanza hacia las exclusivas zonas residenciales (los balnearios de antaño) de Miraflores, Barranco y Chorrillos. Era la gran (hu)ida del Centro, ya caído en desgracia, pues para aquellos años, eran ineludibles los movimientos migratorios desde provincias, y por ende, se daba el inexorable asalto y consecuente toma de la zona más tradicional de la capital. 

En “Crónica de Lima”, poema de Canto ceremonial contra un oso hormiguero, Antonio Cisneros escribirá en clara clave irónica: “Sobre las colinas de arena / los Bárbaros del Sur y del Oriente han construido / un campamento más grande que toda la ciudad, y tienen otros dioses. / (Concerta alguna alianza conveniente.)”. Libro el que, qué casualidad, aparecía publicado en 1968. 

¿Era tal el miedo al otro? Aquel calculado alejamiento fue parte de la estrategia de supervivencia tomada por la desesperada burguesía limeña para mantener las distinciones propias de su clase y de su estilo de vida.

Si bien el Zanjón fue proyectado y trazado, conscientemente, como un camino necesario para la expansión del desarrollo de la ciudad, su pretensión de acortar distancias fue el medio por el cual los extremos sociales tan solo reafirmarían sus diferencias, derivando, entonces, en una especie de gran muralla hundida.

Ahora que han pasado los años, y toneladas de historia se siguen posando sobre la ciudad, aún se percibe una serie de desigualdades. Queda mucho por hacer, es cierto; pero la Vía Expresa ya no tiene la misma connotación de antes. 

Mucho más, cuando por ella circula el Metropolitano, el servicio de transporte público de la ciudad, y que conecta los extremos norte y sur de Lima, sirviéndose nuevamente del trazado de la Vía Expresa como eje vial de la ciudad. 

No estaría de más recordar, una que otra vez, que cuando cualquiera de nosotros se desplaza por ella no solo está recorriendo un camino hecho sobre capas de asfalto, sino también sobre las perennes huellas de otros hombres como nosotros. Y saber que de idéntico modo será para los que nos reemplacen, de aquí a otros cien años y más.


Escrito por

Paulo César Peña

Literatura. Historia. Arte. Lima. Y también dibujo ciudades en mis ratos libres. @dinamodelima


Publicado en

Redacción mulera

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