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Lou y David

Acerca de la amistad que hizo posible el Transformer, uno de los mejores discos de la historia. 

Publicado: 2014-01-10

De Bowie es conocida su colaboración con Queen (Under Pressure) e Iggy Pop (el Mantra de 1977), con quien mantiene una gran amistad desde 1971 (plasmada en la película Velvet Goldmine, de Todd Haynes). Pero acaso es con Lou Reed que su relación fue más que fecunda. Durante la gira del Ziggy Stardust se rumoreó que eran amantes (recuérdese aquel beso en el Hotel Dorchester), pero más allá de anécdotas quedó un testimonio artístico de su amistad: el Transformer 

David y Lou se conocieron a través de Andy Wharhol. Durante la gira norteamericana de 1971, lo primero que hizo Bowie fue visitar al célebre pintor, a quien consideraba uno de sus ídolos. Luego, aquella tarde en La Factoría, Bowie y Reed fueron presentados. 

Reed, que parecía haber abandonado el mundo musical tras su separación de Velvet Underground encontró en Bowie a un mecenas. En julio de 1972 lo invitó a participar en el Royal Festival Hall y lo apoyo con la gestación de sus primeros discos.

Mucho del estilo de vestir de Reed en los 70s también sería hechura de Bowie, quien junto a su esposa Angela le sugirió usar maquillaje y delineador. Por este look Reed fue conocido como “El fantasma del rock”, pero definitivamente alejado de la atmósfera glam de Ziggy Stardust. Si en Bowie había extravagancia, en Reed había violencia.

Ahora, el Transformer simboliza la química perfecta entre ambos, acaso como si las enseñanzas de Bowie inspirarán y guiarán la poesía de Lou en 1972. En los créditos del disco Bowie aparece como productor, pero en realidad el disco solo lo produjo Mick Ronson, el mismo productor de Ziggy Stardust, lo cual indudablemente daba un realce a un músico que venía de un primer disco bajo en ventas.

Bowie fue el tutor del Transformer: vigilo cada detalle, cada arreglo (como el saxo de Walk on the Wild Side). La presencia de Bowie está sobre todo en los coros, otorgándole una atmósfera absurda, lúdica al disco, tal como se evidencia en Vicious, New York Telephone Conversation, Wagon Wheel y, sobre todo, Satelite Love.

La furia visceral que efluye en cada letra, ese lado salvaje, necesitaba una especie de guía, una edición. Es como si Reed hubiera escrito La tierra baldía y Bowie fuera Ezra Pound.


Satelite Love

New York Telephone Conversation

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Escrito por

Christian Elguera

Escritor y corresponsal de literaturas indígenas en Latin American Literature Today


Publicado en

Redacción mulera

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