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El alcohol y los escritores (III): la agonía de Edgar Allan Poe

Una semblanza sobre el alcoholismo del célebre escritor norteamericano. 

Publicado: 2014-01-10

Para Edgar Allan Poe el alcohol tenía una categoría de paliativo. No era un estimulante para la escritura como lo fue para otros escritores (Bukowski, Ribeyro o Faulkner, por ejemplo). Bebiendo vino, ajenjo, brandy o laúdano, Poe buscaba aliviar los pesares, las angustias. Lo mismo sucedía con las drogas; así, Poe consumía opio para disminuir su ansiedad y depresión.   

Pero esta necesaria búsqueda de alivio contenía una rabia autodestructiva, lejos de cualquier sentido de placer o distensión. Habría que prestar atención al parte médico de su misteriosa muerte, ocurrida en Baltimore en 1849, para comprender las consecuencias de la adicción de Poe. Es conocido el diagnóstico de Delirium tremens, pero además Poe tenía tuberculosis, diabetes y una lesión cerebral. Definitivamente el cuerpo había quedado deshecho tras años de intoxicarse.

De hecho el cuerpo de Poe tenía una baja tolerancia alcohólica. Con un solo vaso bastaba para que comenzara la embriaguez, estado descrito por él en un pasaje de "Hop Frog": “¡Pobre infeliz! Sus grandes ojos fulguraban en vez de brillar, pues el efecto del vino en su excitable cerebro era tan potente como instantáneo”.

Él sabía de este problema y en más de una ocasión luchó por mantener una prolongada abstinencia, sin embargo le era difícil resistir y volvía siempre a la intoxicación, que lo dejaba descompuesto, con los nervios malgastados. Además de esto había mucho de culpa debido a que el alcoholismo lo volvía violento, a la manera del protagonista de El gato negro, donde encontramos esta confesión: “¿qué enfermedad es comparable al alcohol?”

Poe comenzó a beber desde los años en la Universidad de Virginia y debido a su alcoholismo fue despedido de Southern Literary Messenger en 1837, pero el consumo incrementó a raíz de la enfermedad (1842) y luego muerte de su esposa Virginia (1847). Fue entonces que el alcohol se convirtió en un refugio, en un recurso para olvidarla.

Es curioso, no obstante, comprobar que este haya sido uno de sus temas más recurrentes: un recuerdo infeliz fue el guió entonces la hechura de cuentos como "Ligeia", "Morella", "Eleonora" y "Berenice" o poemas como "Annabel Lee". De la misma manera el alcohol fue la presencia letal que lo acompañaba día tras día. Es como si el cuervo estuviera en cada vaso, sin darle tregua.

La pregunta que siempre me he hecho es cómo a pesar del alcoholismo Poe fue capaz escribir cuentos tan soberbios. Es posible que la escritura haya sido para él una forma de terapia, un modo de contarnos cada uno de sus tormentos, todos esos viajes infernales, todas esa visiones salvajes para que ya no lo torturen más.

Lo que leemos es un testimonio del dolor, un memorial del sufrimiento. Y en este punto el alcohol cumplía una función paradójica: ofrecía el letargo necesario a la vez que afilaba la angustia. Es sabido que al embriagarse uno más que olvidar o calmarse cae en las nostalgias, en las impotencias y el caos se agudiza. Esta es la agonía del bebedor. 

Enlaces relacionados:

El alcohol y los escritores (I): Bukowski, Ribeyro y Faulkner

El alcohol y los escritores (II): el ajenjo


Escrito por

Christian Elguera

Escritor y corresponsal de literaturas indígenas en Latin American Literature Today


Publicado en

Redacción mulera

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