#ElPerúQueQueremos

Elogio de la pereza

No hacer nada es bueno para la salud.

Publicado: 2013-12-28


Tal vez no sea necesario hacerle publicidad al ocio, creativo o de cualquier otra naturaleza. Es seguro que los lectores de esta nota conocen el placer, inconmensurable a veces, de no hacer nada. Mirar al techo y rascarse lo que haya que rascar, pensando en las musarañas o su equivalente nacional. El placer de simplemente huevear.

Pero es que vivimos tiempos muy duros para los ociosos de vocación, como el que escribe. Hoy, la productividad es no solo una demanda continua sobre nuestros cuerpos y nuestras mentes, sino toda una ideología alrededor de la cual se nos construyen los días, las identidades y los destinos. Cierto, siempre hay maneras de escapar de las presiones y las expectativas, pero estos escapes son apenas distracciones momentáneas, entrecortadas e inconexas que con frecuencia disfrazamos también de producción. No hacer nada, la verdad, nos da vergüenza.

Quizá lo extraordinario de esta situación, si uno se detiene a pensarlo, sea que esto suceda en la cultura contemporánea precisamente cuando los instrumentos tecnológicos permiten y promueven aumentos espectaculares de la productividad general (esto no ha significado, no, una distribución acorde de los niveles de ingreso, pero esa es materia para otro artículo, aunque déjenme anotar que la respuesta de muchos economistas a esta contradicción suele ser... demandar más productividad).

Es decir, la ideología de la productividad termina de entronizarse precisamente cuando las civilizaciones humanas se acercan, gracias a su ingenio y su inventiva, al umbral de uno de sus sueños más antiguos, el de vivir trabajando menos; hoy ese sueño se chafa, se malogra y se pervierte en el reclamo constante de continuar produciendo, aunque ya no haga falta (si hasta lo dice el Papa, vamos, puede que sea una verdad teologal).

Idos están los tiempos en los que nos era posible no ya digamos descansar, sino dejar que nuestras horas pasen en un flujo indeterminado y sin dirección, sin otro propósito que el de ser o estar. Como idos también están los tiempos en los que nos era posible desprendernos de nuestras ocupaciones, negarnos a nuestros negocios, cerrar la puerta a las voces que nos llaman y nos reclaman, hoy no más lejanas que una pantalla de smartphone o un click del computador.

Y sin embargo, quizá la ciencia esté, ociosos del mundo, de nuestro lado. De acuerdo al menos con el neurocientífico norteamericano Andrew Smart, cuyo libro Autopilot: The Art and Science of Doing Nothing propone la idea -nada nueva, pero en nuestro contexto quizás revolucionaria- de que no hacer absolutamente nada es bueno para la salud.

De acuerdo con Smart (y nótese el apellido), la región del cerebro conocida como “default mode network”, o DMN -es decir, el estado de nuestro cerebro cuando se halla en situación de descanso- es no sólo fundamental para su funcionamiento, sino que es más activa, más vital y más plena mientras menos activos estamos nosotros.

Ahí lo tienen, entonces. Como he intuido desde siempre, no hacer nada es bueno para el cerebro. Y mientras menos hagamos, mejor.


Escrito por

Jorge Frisancho

Escrito al margen


Publicado en

Redacción mulera

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