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Placeres privados

No todo en el pasado fue moderación y recato. Las costumbres sexuales de estos escritores lo demuestran.

Publicado: 2013-12-21


Jonathan Swift (1667-1745), el célebre autor de Los viajes de Gulliver, tenía una extraña fobia: antropofobia. Por lo que no podía soportar la idea de sostener ningún tipo de contacto con el resto del mundo, en especial con las mujeres. Pese a ello, sin embargo, se dio la oportunidad de cortejar a dos féminas que estuvieron enamoradas de él: Stella y Vanessa. La única condición para que el deseo fuera admitido era que jamás se tuviera contacto físico directo.

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Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), uno de los filósofos y escritores más representativos de la Ilustración francesa, revela en su libro Confesiones que sentía placer si le pegaban como si se tratase de un “niño travieso”. Existe la teoría de que esta practica comenzó a gustarle desde los 8 años cuando su niñera, mademoiselle Lambercier, lo escarmentaba azotándolo por su mal comportamiento. Por supuesto que Rousseau no es el único de los escritores que veía excitante el que los golpearan o flagelaran, así que, por soltar algunos nombres, se puede mencionar a Fiodor Dostoievsky, Samuel Johnson o T. E. Lawrence.

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Lord Byron (1788-1824), poeta romántico, disfrutaba que sus amantes se disfrazaran —siguiendo sobre todo la iniciativa del vate— con prendas de varón para hacerlas pasar como sus primos cada vez que las llevaba a su habitación en el hotel de turno. Byron también es conocido por otras escenas que grafican su intensa y alborotada vida sexual: no solo perdió la virginidad precozmente (a los 10 años) con su niñera, también practicó el incesto con su hermanastra, violó a su mujer a un par de días de que hubiera dado a luz e intentó abusar del hijo de una de sus amantes.

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Gustavo Adolfo Béquer (1836-1870), quien ha sido considerado como la figura por excelencia del poeta entregado al amor y a sus emociones, tuvo, sin embargo, una dimensión poco conocida: junto con su hermano, quien era pintor y dibujante, preparó una serie de ilustraciones de corte satírico y sexual en el que se representaba al rey siendo sodomizado. Este arte antimonárquico, fechado hacia 1868, tuvo el sugerente título de Los Borbones en pelota.

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Victor Hugo (1802-1885), el célebre autor de Los Miserables, no solo se trató de un prolífico y admirado escritor del siglo XIX, también era alguien bastante aficionado al sexo. Sus correrías por los prostíbulos de París —ya que obviamente no le alcanzaba con acostarse con su mujer y con sus sirvientas— hicieron de él un hombre famoso entre muchas de esas meretrices. De allí que, cuando se llevó a cabo el funeral de Hugo, un grupo enorme de ellas se presentó cargando un crespón negro sobre sus genitales como señal de duelo.

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Escrito por

Paulo César Peña

Literatura. Historia. Arte. Lima. Y también dibujo ciudades en mis ratos libres. @dinamodelima


Publicado en

Redacción mulera

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