Hay un momento en la reunión de amigos en el que todos se quedan callados y agachan la cabeza y se dedican a explorar las noticias de sus smartphones. La escena vista desde dentro nos parece habitual y necesaria. Pero desde fuera solo muestra lo que muchos intelectuales denominan como la deshumanización social. El propio Sergey Brin, uno de los fundadores de Google, ha hecho hincapié en que los móviles nos van alejando cada vez más de la interacción humana. Para él, Google Glass es una apuesta para revertir eso: no tienes que dejar de ver a tu compañero, no tienes que agachar la cabeza y desatenderte de lo que ocurre a tu alrededor. Todo lo contrario: Google Glass forma parte de tu campo visual y está añadido a ti. Si la metáfora del móvil es que es una herramienta que se adhiere al cuerpo, la metáfora de Google Glass es que ya viene adherida al nuestro. 

Lennon Shimokawa, un ingeniero de sistemas que enseña en la UPC, tiene uno de los tres Google Glass que hay en el Perú hasta el momento. Nos visitó en Lamula y nos permitió interactuar con este «medio futurista» que posiblemente vuelva obsoleto el concepto de móvil inteligente. Shimokawa también es consciente de esto y lo que significa Google Glass como un accesorio disruptivo que podría cambiar la manera en la que interactuamos a diario: «Acceder a este dispositivo no se interpone ni interrumpe tu vida diaria», afirma. «De acuerdo al contexto en el que estás te puede dar información relevante». Un medio futurista cuya llegada está tan cerca que incluso comienza a generar las preguntas de siempre: ¿Cómo afectará nuestras vidas privadas? ¿Cómo afectará nuestra relación con los demás? ¿Qué tipo de leyes deberán aplicarse? 

El potencial de Google Glass es tremendo, como extraído de una película de ciencia ficción: en un futuro muy próximo, uno o dos años, tendremos la posibilidad de grabar el transcurso de nuestra vida entera a través de Google Glass como un repaso de los pasos que hemos dado día tras día, las conversaciones que hemos tenido, los éxitos y fracasos, las alegrías y los lamentos. Será como nacer con una memoria incrustada en nuestra visión que grabará infinitamente cada movimiento dado en este planeta. ¿Es eso posible? Definitivamente que sí, aunque aún la tecnología de Glass es embrionaria: la batería solo dura tres horas, por ejemplo, y no tiene cobertura propia para Internet. Solo es posible acceder a la red a través de otros dispositivos como el anclaje de datos de tu smartphone o el wifi de tu centro de trabajo. Pero esa es una barrera fácil de sobrepasar, así que muy pronto la gente tendrá Google Glass conectado todo el día a su campo de visión grabando sus pasos y transfiriendo toda esa millonaria data a su nube cloud.

Y luego seguramente las gafas dejarán de ser un modelo estándar y pasaremos a usar lentes de contacto. Y a través de su sistema de reconocimiento facial, podremos saber quiénes son esas personas extrañas que vemos en las calles, existirán virus que intentarán grabar sin permiso nuestra vida diaria para extraer claves secretas o grabar nuestra intimidad, empresas de seguridad que construirán bloqueadores de identidad para que nadie sepa quiénes somos ni dónde vivimos. Google Glass es solo el comienzo. «Ya no tienes que acceder a la tecnología», apunta con criterio Shimokawa, «simplemente aparece y está allí». Con Google Glass nunca más tendrás que agachar el rostro para ver qué ocurre en los mundos alternos de Internet. Nunca más tendrás que moverte para coger el móvil y tomar una fotografía. Todo será grabado automáticamente como si fuese una orden del pensamiento. Eso sí, es muy seguro que del silencio característico de la era del smartphone pasemos a otro más social y conflictivo: «You talkin' to me?». Bienvenido a la era de Google Glass, Taxi Driver y Scorsese.