En alguna oportunidad Borges acusó a Gardel de convertir al tango en "quejoso y llorón". Específcamente el escritor argentino criticaba el sentimentalismo del cantautor: "Gardel tomó la letra del tango y la convirtió en una breve escena dramática, en la cual un hombre abandonado por una mujer se queja".

Posiblemente haya mucho de cierto en este juicio, pero también en ello radica la maestría de Gardel, y en este punto habría que prestar atención al dramatismo vocal, a los quiebres de altos y bajos que siempre son un esfuerzo. El efecto sentimental no se contagia fácilmente y es necesario más que el histrionismo. Para lograrlo no se me ocurre otro requisito que la genialidad y es eso lo que palpita en cada interpretación de Gardel, una capacidad para elevarnos entre letras de desengaños, dudas y tristezas. Sirvan los siguientes tangos para comprobarlo:

1. Por una cabeza

2. Cuesta abajo

3. Lo han visto con otra 

4. Soledad

5. Milonga sentimental

6. Tomo y obligo

7. Mi noche triste

8. Volvió una noche

9. Al mundo le falta un tornillo

10. Cambalache