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¿De qué discute hoy la izquierda peruana?

Algo sobre los "fantasmas de los 80" que esta semana volvieron a saltar a la palestra.

Publicado: 2013-12-07


Aunque algunos avizores agoreros insisten en decirnos que la izquierda peruana no existe, los habitantes de ese territorio de nuestra política ciertamente discuten como si existieran, y mucho. (Exégetas e interesados pueden ver, por ejemplo, aquí, aquí, aquí o aquí, para empezar). Esta semana las brasas de un largo debate en la izquierda local volvieron a reavivarse en los medios y las redes, y quizá sea de interés hacer un pequeño recuento.

Esta vez, el aparente gatillero de la trifulca fue el historiador Antonio Zapata, quien en su columna del diario La República comentó, el miércoles, los resultados de la reciente elección municipal suplementaria para responder la cuasi pregunta con que titulaba su intervención, “Dónde está la izquierda”.

La “desalentadora” y “tiste” condición de la izquierda, dice Zapata, tiene una multiplicidad de factores, pero en mi opinión el meollo de su argumento es este: las actuales fuerzas izquierdistas repiten “los vicios de la Izquierda Unida de los 80”, priorizando el fortalecimiento de los partidos por encima del frente e impidiendo así el ascenso de “personas independientes, que podrían darle un carácter menos sectario al proceso”.

Zapata llama a esta izquierda a hacer tres cosas: organizar a sus bases, formular un programa político y establecer alianzas amplias, “de la izquierda hacia el centro”. Como ejemplo de esto último sugiere una alianza con el Partido Humanista de Yehude Simon (esta alianza, escribe, “se bloqueó” para las elecciones municipales de noviembre). Ahí, de acuerdo con este comentarista, la falta de una plataforma programática impidió el acuerdo y obligó a los protagonistas a “discutir sobre el pasado”, en particular la actuación de Simon como primer ministro y su posible responsabilidad política en el “Baguazo”.

La respuesta no se hizo esperar. En una nota esperanzadamente titulada “¡Aquí estamos!”, la ex regidora del municipio limeño Marisa Glave, una de las figuras más visibles del Movimiento Tierra y Libertad, acusó a Zapata de ser él quien ve “fantasmas de los 80” y le recordó, básicamente, que el proceso de construcción del Frente Amplio que su movimiento integra está apenas en sus fases iniciales y sigue en marcha, que las bases están siendo organizadas (de hecho, esta misma semana) y que el programa está en discusión (en vistas a su encuentro del 15 de diciembre).

Pero quizá el núcleo político de su respuesta es lo que escribe ella también sobre la posibilidad de una alianza con el Partido Humanista en estas recientes elecciones, o hacia el futuro.

Yehude Simon, dice Glave, “no sólo fue el premier del Baguazo, fue alguien que pasó de la izquierda radical, al centro progresista, a la defensa de la versión neoliberal de Alan García y luego a sumarse a las filas de PPK, uno de los principales lobistas de la historia del país”. Es decir, sin desestimar la recomendación de Zapata de abrir los bordes del frente hacia el centro político, Glave se rehúsa a incluir en esa categoría (ya no digamos en la izquierda) a los Humanistas. Y afirma que debatir este posicionamiento no es hablar del pasado, aunque lo incluya, sino del futuro.

Sobre todo esto, habría que decir dos cosas. Una, que si hubiéramos de hablar sobre los “fantasmas” de la vieja Izquierda Unida (y Marisa Glave quizá tiene razón al sugerir que ya es hora de dejar de hacerlo), deberíamos incluir entre ellos, además de los que con acierto menciona Zapata, el desplazamiento de sectores de la cúpula de ese malogrado frente precisamente hacia opciones centristas.

De cara a las bases y a la platea, la expresión quizá más notoria de ese desplazamiento fue la tibia reacción de Alfonso Barrantes tras las elecciones municipales de 1986, ganadas por el APRA (el “centro” en ese entonces), cuando buena parte de la militancia y adláteres pedía mayor firmeza en denunciar lo que consideraba un fraude, o al menos establecer al frente como una fuerza opositora y no una fuerza colaboradora. Barrantes —la única figura de proyección verdaderamente nacional de la izquierda de entonces, y ya largamente posicionado como “centrista”—hizo lo contrario. De allí, para la vieja IU, todo fue en picada (esta no fue la única causa, es obvio, pero sí estuvo entre ellas, y no hay que olvidarla).

Y dos, que a diferencia de lo ocurrido en esos años (a una escala mucho mayor, por cierto, y con mucha más trascendencia), el “bloqueo” de la pequeña alianza que sugiere Zapata no ha sido tanto obra de la dirigencia de la izquierda o las cúpulas de los partidos que integran el Frente Amplio, como del activismo de sus bases, que la rechazaron a voz en cuello cuando estaba sobre la mesa. Y este es un desarrollo significativo más allá del resultado coyuntural de las últimas elecciones. Y, sobre todo, es un desarrollo que quienes como Zapata recomiendan a la izquierda precisamente organizar y articular sus bases, deberían observar con atención.

Pero en fin. Lo que hay que decir también es que estos debates de la izquierda peruana parecen intrascendentes, y en buena medida lo son, pero no del todo. Especialmente a largo plazo. Pues el surgimiento de opciones viables en ese lado del espectro político, capaces de representar y dar expresión local, regional y nacional a corrientes de opinión y práctica ciudadana contestatarias sin duda presentes en el país, sólo puede ser saludable para el debate nacional y para la mayor democratización de la vida política.

Pero para llegar a ese punto, la izquierda ha de buscar no sólo alianzas electorales que puedan aumentar en uno o dos puntos porcentuales el resultado en una elección local u otra, sino definir con claridad tanto el programa que pide Zapata como las relaciones entre la dirigencia y las bases, e, igual de importante, una visión más precisa de lo que se entiende por “izquierda” y "centro" en el actual contexto.


Escrito por

Jorge Frisancho

Escrito al margen


Publicado en

Redacción mulera

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