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"La angustia le propone un contrapunto a lo sobrenatural"

La UNAM ha reeditado hace unos meses el libro de Pablo Brescia, Fuera de lugar. A motivo de esto conversamos con él sobre los principales temas de su narrativa y de su labor como crítico literario

Publicado: 2013-11-27
La primera edición de Fuera de Lugar fue con el el sello peruano Borrador editores en el 2012. Este año, Pablo Brescia volvió a visitar el país, súbitamente. En medio de conferencias, a volandas, pactamos con él una conversación que se convirtió en un viaje alrededor de su poética de escritor y sus experiencias como lector asiduo de Borges, Arreola y Cortázar, sobre la literatura fántastica, el microrrelato y, sobretodo, los fantasmas existenciales. 

1. Hay una serie de isotopías en estos cuentos, por ejemplo las apariciones fantasmales ¿cuál es tu concepción de fantasma?
Gracias, Christian, por darme la oportunidad de conversar contigo. No sé si tengo una “concepción” del fantasma. Siempre recuerdo el “Cuento de horror”, de Juan José Arreola: “La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de sus apariciones”. A esto tal vez pueda agregársele lo que dice el narrador de uno de los cuentos de Fuera de lugar: “Los fantasmas son reales porque no se van. Los fantasmas son huecos llenos de nada que duelen”. Lo que puedo decir con algo de certeza es que los fantasmas que aparecen en mis relatos no son parte de un truco efectista o mero motif de un texto fantástico; trato de que estén integrados naturalmente a la trama. Creo que mi idea del fantasma se relaciona mucho con lo que tanto nos acosa en tanto seres humanos: las ganas de ser otro y el dolor de la muerte que no desaparece del todo.
2. En Fuera de lugar cuando abordas temas fantásticos los metamorfoseas hacia un tono de angustia existencial ¿es esta una forma de salir de los clisés de lo sobrenatural?
Creo que esto se relaciona con la respuesta anterior. Soy un lector muy entusiasta de la literatura fantástica, tanto en su tradición universal como en la latinoamericana. Sin embargo, me parece que lo fantástico es un discurso que se presta a abusos literarios de lo que prefiero escapar (el realismo, en cambio, es tan omnipresente que pareciera que nunca se lo abusa cuando en realidad es al revés). Es decir, lo sobrenatural como misterio insoluble o domesticación de lo insólito no me interesa. En mis textos, en cambio, trato de explorar lo que el código fantástico pone en escena: los límites de lo real, los caprichos de la razón, la incertidumbre, etc. Me parece que lo ves bien: el tono de angustia existencial le propone un contrapunto a lo sobrenatural literario puro.
3. Este giro diferencia a Fuera de lugar de tu anterior libro de cuentos, La apariencia de las cosas. ¿Qué contrastes encuentras ahora entre uno y otro?
La apariencia de las cosas fue, como muchos primeros libros, un libro de aprendizaje y homenaje a mis lecturas más cercanas en aquel entonces. Estaba ligado a algunas ideas filosóficas también, como lo denota el título, que propone la dicotomía “realidad/apariencia”. En esos momentos tenía una serie de obsesiones: estructura, números, escritura y lectura, relaciones (y crímenes) pasionales, viajes, metaficción, parábolas, el cuento como género; Sartre, Camus, Kafka, Poe, Borges, Sábato, Cortázar, Arreola, Pacheco y varios más. Algunas de esas obsesiones/pasiones perduraron para Fuera de lugar, como los viajes, pero también algo cambió en mis búsquedas (habría que ver el epígrafe de la segunda parte de este libro para ver la variación). De hecho, entre uno y otro volumen me publicaron un libro de textos híbridos, No hay tiempo para la poesía, que marca un poco el camino. Fuera de lugar es un libro más descentrado, con relatos de aliento más largo, con el contexto de Estados Unidos más presente. Es un libro que buscar seguir encaminando la voz narrativa.
4. Sin embargo ¿podría decirse que hay entre ambos una ilación del sinsentido o anacronismo de los personajes?
Es una idea sugerente. Creo que sí puede decirse eso, aunque los personajes de La apariencia de las cosas me parecen más esquemáticos, están más al servicio de la trama. Más que anacrónicos, veo a algunos de mis personajes en ambos libros descolocados, sin pertenencia, confundidos sobre qué camino tomar. Siguiendo con tu idea, tal vez de allí provenga el sinsentido.
5. He releído con atención “Para llegar a D.F.W.”, subrayando especialmente este pasaje: “Nada como la vida ―¿entiendes querido D.F.W.?― para hacernos ver qué es lo que significa ser un maldito humano”. Esta frase surge en un momento aciago para el protagonista y me lleva a preguntarte lo siguiente: ¿consideras a la escritura un acto salvacional o una mentira reconfortante?
Lejos y hace tiempo me cautivó la idea del arte como salvación, una idea tan vieja como la humanidad que siempre tuvo como referente para mí el personaje protagonista de La náusea, de Sartre. Hoy tengo más distancia de esa noción y, si nos ponemos ácidos, hasta diría que lo de la literatura como terapia o mentira reconfortante tampoco cabe, porque no siempre reconforta. Pero siempre hay un pero. En ese combate contra el tiempo y la muerte que es la literatura (una lucha terrible, constante, intensa y alucinante), hay algo en ella que se parece a la felicidad que, como decía JLB, nos espera a vuelta de página de casi cualquier texto. La vida nos muestra lo que significa ser un maldito ser humano; la escritura y la lectura nos reconcilian con la idea de que un maldito ser humano puede, a veces, llenarse de gozo con una frase bien hecha que conmueve y eleva.
6. En el 2011 publicaste Modelos y prácticas en el cuento hispanoamericano: Arreola, Borges, Cortázar, al respecto ¿en que consiste la teoría ABC que propones?
Ese libro es producto de una investigación de más de diez años. Mi ambición crítica era doble: por un lado, reflexionar sobre la historia y la teoría del cuento en Hispanoamérica, género que tiene una tradición muy fuerte en el continente y que ha sido mayormente estudiado desde la crítica particular de cuentos y cuentistas y, por otro, trabajar con un modelo de lectura que intersectara a tres reconocidos practicantes del género, unidos por correspondencias no sólo temáticas, sino también de poéticas narrativas y relaciones personales. Hasta donde sé, es el primer estudio que los pone a dialogar a los tres. La “teoría” del ABC, entonces, propone un modelo de lectura basado en la concepción formal del cuento moderno como un género que trabaja con dos líneas argumentales (en esto sigo la propuesta del crítico-escritor argentino Ricardo Piglia en sus “Tesis sobre el cuento”, pero rastreo las huellas de esa idea en Cortázar y en Borges). En el caso de Arreola, Borges y Cortázar, este modelo va conformando unas “semejanzas de familia”, siguiendo la idea de Ludwig Wittgenstein.
7. Según este análisis que planteas ¿cuáles serían las características del cuento hispanoamericano entre tus contemporáneos?; ¿qué recurrencias encuentras?
Me parece que el cuento tiene un status paradójico como género: por un lado, ha cambiado mucho y los escritores contemporáneos no están tan atados a la idea de estructura o del final de efecto; por otro, es notable percibir aún la tensión de la forma, rasgo que lo diferencia de otros géneros narrativos. Por supuesto, siempre habrá cuentos que responden al patrón, digamos, clásico y otros que buscan más los límites o directamente rompen el molde. Es interesante notar que en los buenos cuentistas actuales de las últimas generaciones (pienso en Enrique Serna, Juan Villoro, Cristina Rivera Garza, Guadalupe Nettel, Cecilia Eudave, Roberto Bolaño, Rodrigo Fresán, Andrés Neuman, Patricio Pron, Samanta Schweblin y Mariana Enríquez, entre otros y otras) hay para todos los gustos: algunos favorecen la estructura del cuento de impacto y otros se regodean en una forma más rizomática.
8. ¿En este sentido consideras que los decálogos del cuentista (Quiroga o Ribeyro) siguen funcionando?; ¿tienes tú alguna poética de escritura?
Como crítico y como escritor, todas estas preceptivas me interesan mucho pero, claro, no como “recetas” para escribir un buen cuento. Me parecen muy sugerentes los textos de Quiroga, de Cortázar, de Monterroso, de Piglia, en cuanto protocolos de lectura, es decir, maneras de abordar sus textos o incluso extrapolar esas consideraciones hacia textos de otros escritores. Esta cuestión del decálogo incluso ha sido reactivado por cuentistas contemporáneos como Andrés Neuman. En cuanto a una poética, no creo en declaraciones altisonantes sobre lo que debe ser la literatura o ni siquiera el cuento. El narrador del último cuento de La apariencia de las cosas dice que el cuento es “el arte de saber cuándo callar”. Y un ignoto autor como Harry Bimer declara: “Para eso uno escribe:/para conocer/lo imposible,/para averiguar un dato/perdido por siempre,/para preguntar menos/e ignorar más./ Para atrapar tiempo, para pedir perdón”. Estoy de acuerdo con ellos.
9. Considerando la evolución del cuento y también tu propia escritura, ¿consideras al microrrelato un género independiente?
Sí. Me parece un sub-género del cuento, convengamos. A partir de allí, y más allá de las críticas que recibe (un género poco serio, fácil, dicen), coincido con lo que decía Ray Bradbury: muchas veces, “menos es más”. En Latinoamérica, al contrario de otras tradiciones, la riqueza del microrrelato es notable. Además de los clásicos (Torri, Arreola, Monterroso, Borges, Denevi, Shua, Britto García), hay muy buenos practicantes contemporáneos, entre ellos los ya mencionados Neuman y Eudave. El blog de Fernando Valls, La nave de los locos, ofrece un buen muestrario de la riqueza de este género a ambos lados del Atlántico. Y la atención crítica hacia esta producción aumentó notablemente en los últimos veinte años.
10. Tras tus trabajos sobre textos integrados, Arreola, Cortázar y Borges ¿actualmente en que centras tu investigación?
Estoy preparando una especie de segunda parte del ABC que saldría en inglés y se llamaría: El cuento: una teoría sobre las teorías. Sería una reflexión sobre los aportes de los escritores a la cuestión. Y me interesan mucho, muchísimo, dos campos algo separados. Por un lado, las maneras de leer a Borges que tienen los escritores (en 1999, se publicó en coedición, Borges múltiple: cuentos y ensayos de cuentistas); quisiera expandir ese trabajo. Por otro lado, las relaciones entre literatura y tecnología en el siglo veinte en la literatura latinoamericana. Ser humano y máquina, por ahí va la cosa.
11. ¿Esta investigación se orienta hacia la actual influencia tecnológica en la producción literaria (por ejemplo la “tuitetatura”) o más bien te enfocas en la representación y evolución maquinística (acaso en la línea de La invención de Morel)?
Más bien hacia la segunda opción. La cuestión de los “soportes” futuros de la literatura me interesa, pero me atrapa mucho más la reflexión sobre nuestro cuerpo como “soporte” de una serie de hibridaciones que puede cambiar nuestra manera de entender lo humano. Creo que la literatura y el cine tienen bastante que decir sobre eso.
12. ¿Tienes preparada una próxima publicación?

En el campo de la crítica, tengo en ciernes, precisamente, una edición de un libro sobre el microrrelato mexicano y una recopilación de algunos trabajos sobre el cuento y el cine latinoamericanos. Tengo demasiados frentes abiertos… En cuanto a la creación, me gustaría acabar este año un volumen de textos breves, y tengo en carpeta un libro de relatos sobre la enfermedad y el inicio de algo más largo. Si llevo a cabo la mitad de lo que pretendo, ¡me consideraré un hombre de suerte!


Lea aquí otra entrevista a Pablo Brescia, por Carlos Sotomayor. 


Escrito por

Christian Elguera

Escritor y corresponsal de literaturas indígenas en Latin American Literature Today


Publicado en

Redacción mulera

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