#ElPerúQueQueremos

www.mirafloresentucorazon.tumblr.com

¿Qué es lo monstruoso de la escultura de Tola?

Las imágenes de José Tola dando su incomprensible discurso, ahora un viral de Internet, no hacen más que evidenciar un hecho real: la desconexión entre el artista y el público que espera algo de él.

Publicado: 2013-11-23

Sin importar el ángulo desde el cual analice este suceso, me encuentro con más de una arista, y —peor aún— con más de una lectura para cada una de esas aristas. Son tantos factores: el rol de la Municipalidad, la reacción de los vecinos cercanos, la atención de los medios, las palabras de los críticos, la actitud del artista, las relaciones entre las autoridades y los ciudadanos. Así que me guiaré a través del orden en el que han ido ocurriendo —o se han dejado conocer— los hechos. Lo único claro, desde ya, es que no llegaré a una respuesta precisa y contundente.



A favor.

Hecho 1. Ya en los primeros días de octubre, en la revista Caretas, aparecía una nota ("Guardián antropomorfo") que anunciaba la instalación de la obra en el malecón de Miraflores, y de alguna manera prefiguraba la polémica que iría a levantar: "El personaje de Tola seduce, pero también perturba."

Hecho 2. El 10 de octubre, en una sesión ordinaria del concejo miraflorino, el alcalde Jorge Muñoz, ante los requerimientos de algunos de sus regidores, defendió la escultura donada por una ciudadana 'altruista' señalando que: "En muchos sitios del mundo existen esculturas expuestas en zonas públicas. Eso le da un toque especial. Es llevar la cultura a la gente. La cultura no es un tema de elitismo ni debe estar encerrado en los museos. Entonces, esa ha sido la razón."

Hecho 3. Dos semanas después, el crítico Luis Lama, también por medio de Caretas, escribió una columna ("Parque Tola") en la que explicaba el sentido de ubicar allí la escultura: "Buscamos la ubicación ideal, descartamos lugares posibles hasta dar con el Parque El Libro (?), un espacio despojado de árboles que miraba hacia el mar. Era el sitio ideal porque la explanada, bajo el nivel de la calle, permitía que la escultura no alterase el paisaje y más bien lo complementara, haciendo, con las formas orgánicas y el color, un contrapunto con la arquitectura contemporánea de la zona."

Sumamos los tres y el resultado es un argumento coherente: el montaje de la obra de un artista reconocido en un espacio adecuado para el disfrute de los ciudadanos.


En contra.

Entonces, ¿qué pasó? ¿En qué momento la obra pasó a ser 'contaminación visual' y el individuo creativo se volvió, por su irreverencia, en un 'malcriado' que toma 'tanta ayahuasca'?

Los vecinos en contra, que inclusive tienen un grupo en Facebook, se valen de dos grandes argumentos: contra el hecho, porque nunca se les advirtió ni se les pidió su opinón; y contra la obra, por 'fea', 'horrible', 'extraña', 'por irrumpir en la vida de las familias vecinas', etc. 

Me parece genial que se organicen y reclamen. Eso demuestra interés por el lugar donde viven. Y es que en otras zonas de Lima, los vecinos no tendrían esa opción ya que el alcalde les enviaría, al primer reclamo, a los 'serenazgos' para callarlos. Pero me parece terrible que parte de este grupo de miraflorinos utilice premisas como que la obra es 'diabólica' o que el artista no debe exponer sus 'conflictos internos' de forma pública.

La obra, por sí sola, la cual por cierto tiene el nombre de 'Silencio', es otro universo de significados ante el cual uno no puede sino apostar por alguno de ellos. 


Reflexiones.

Luego de los hechos, las preguntas:

¿Qué espanta de esa escultura?

¿Qué esperaban de la escultura?

¿Sus dos caras, con una que carga una aureola dorada y la otra que tiene dos cachos negros?

¿Las curvas de su silueta y el brillo de sus colores en medio de un parque con los jardines delineados perfectamente y con edificios que tienen todos una gama similar a la del cielo (siempre gris) de Lima?

Pero no son las únicas dudas.

¿Solo los miraflorinos pueden reclamar?

¿Una obra de este estilo —digamos 'no-clásica'— tiene que quedarse en un museo?

¿El espacio que ha sido escogido para la escultura, el 'Parque del Libro', realmente se degradará por albergarla?


Personal.

 El público, en este caso el grupo de vecinos de la zona, espera que una obra de arte les comunique 'algo'. Ese 'algo' tendrá que ser positivo y comprensible. Si la obra entra en conflicto con esos dos requisitos, comienzan los problemas. Eso ha ocurrido acá. Pero el arte, y esto es innegable, hace mucho tiempo que dejó de cumplir aquellas funciones. 

El alcalde mira hacia afuera. Y esa siempre ha sido la postura de Miraflores: presentarse como el barrio cosmopolita de Lima. Sin embargo, la autoridad no mira de la misma manera que su población. Este corto circuito es uno de los más graves. No tiene más opción —si no quiere devenir en genuino señor feudal— que la de convencer a la mayoría.

Los medios solo le prestan atención al artista cuando cumple con el papel de 'loquito' y de extravagante. Repitiendo un molde de más de un siglo de creado. Afirmando, tal vez sin pretenderlo de manera voluntaria, el distanciamiento entre los ciudadanos y el creador, cuando el creador no es más que otro ciudadano común y corriente.

El artista produce. Responde con balbuceos intraducibles: pero no para causar risa, sino para hacer aún más evidente la incomunicación que persiste y de la cual es víctima

La obra. Está allí. Seguirá. Siempre y cuando no la vandalicen y la demuelan. Y conforme pasen los días, se cargará de un nuevo sentido. Uno proveniente de las miradas de las personas que la contemplarán y —lo quieran o no— la agregarán a sus memorias.