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César Moro: la furia apasionada

El 28 y 29 de noviembre se realizará el coloquio "César Moro, entre Lima y París" (en La Casa de la Literatura Peruana), por lo cual comentamos su poesía mágica y amorosa. 

Publicado: 2013-11-22


Si bien, junto a Xavier Abril y Emilio Adolfo Westphalen, Moro es reconocido como un representante del surrealismo peruano, su obra va más allá de los lineamientos que propusiera André Bretón en sus Manifiestos surrealistas. Así, si es válido hablar de un vallejismo también valdría hablar de un morianismo, esto es, un lenguaje que el propio cre y que no tiene parangones, que no imita (aunque sí presente diversas influencias poéticas).  

Este "morismo", este lenguaje que el poeta forjó de manera bilingue, será el tema del coloquio "César Moro, entre Lima y París" (28 y 29 de noviembre en la Casa de la Literatura Peruana), que buscará debatir sobre su obra a través de nuevas lecturas críticas.

Hubo un tiempo en que la poesía de César Moro estuvo oculta. Debido a que la mayor parte de su obra fue escrita en francés y a sus largas estadías en París y México, Moro fue un poeta desconocido en su país natal, donde finalmente acabaría realizando un trabajo de sobrevivencia: profesor en el Leoncio Prado .

Con el tiempo, gracias a las ediciones de Ricardo Silva Santisteban (primero con la edición su poesía completa en la edición del INC en 1980 y luego con la publicación de Prestigio del amor), muchos pudimos conocer a Moro, delirar con él, apasionarnos, leerlo a viva voz y sentir cada palabra suya estallar en la lengua como una piedra preciosa.

Moro es el poeta de la furia apasionada. Cuando uno lo lee las estrofas caen como balas y no hay tregua para un respiro, Moro busca dispararte versos ardientes, donde los animales son todos salvajes y nunca nada es tibio sino un volcán.

Como pasa con Aleixandre o García Lorca, para César Moro, cuando se ama, no hay medias tintas o desvíos, solo se puede amar de una forma: hasta la destrucción, hasta la hecatombe, hasta el llanto. El amor desesperado es el único que entiende Moro; el resto, para él, son estafas.

La muestra más evidente de este sentir está en sus cartas a Antonio, pura fiebre vertida en escritura, donde cada palabra es un fogonazo o un dardo que nos sumerge en carne, galaxias, divininades, sacrificios, no en vano el aliento del amante es "un meteorito disparado desde el cielo cayendo en un bosque ardiente chamuscando leopardos".

Los versos de Moro son para pintarlos en paredes, para ser tatuados en la piel, y de entre tantos, como una invocación siempre pronunció estos antes del sueño : "caros osos de las duplicidades divinas", "Hablo a los tres reinos / al tigre ante todo / más susceptible a escucharme".

Pero, especialmente, siempre vuelven estas palabras mágicas, este conjuro vital de sabor inigualable en la boca de los amantes: "Apareces / la vida es cierta". Pienso ahora en el deleite de leer a Moro a dos bocas, de noche en un parque. Moro es mejor que el licor. 


Enlaces relacionados:

Programa del coloquio "César Moro, entre Lima y París"


Escrito por

Christian Elguera

Escritor y corresponsal de literaturas indígenas en Latin American Literature Today


Publicado en

Redacción mulera

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