César Calvo: lo sagrado, el amor, la oscuridad, la vida
Por motivo de la presentación del documental “Responso para un abrazo. Tras la huella de un poeta” en el C.C. Cafae-Se el viernes 22, hacemos un breve análisis de la narrativa y poesía de César Calvo.
Mi encuentro con César Calvo nació de un interés por el mundo amazónico. De mis lecturas anteriores siempre había percibido una representación superficial o exotista de la selva, siempre marcada por una distancia que separaba al escritor y el mundo representado, tal como noté que sucedía en El Hablador de Mario Vargas Llosa o en Sangama de Arturo Hernández.
Calvo, en cambio, con Las tres mitades del Ino Moxo y otros brujos de la Amazonía (1981), se convirtió para mí en un paradigma, pues en esa novela se apreciaba un involucramiento sincero, profundo, un compromiso con los pueblos indígenas de la selva. Calvo configura además a la selva como un un espacio sagrado, donde la magia, la relación del hombre con espíritus y animales, se oponen al mundo globalizado.
Las tres mitades de Ino Moxo no solo se centraba en la cosmogonía amazónica (centrada básicamente en la ceremonia del ayahuasca), sino que también era un viaje, una travesía por cada una de las partes, los fragmentos que integran el país. Este sentido la obra tiene como interés primordial resaltar la actualidad cultural de estos pueblos. No en vano esta obra integra en su composición al mundo andino, afro y, por supuesto, amazónico, buscando que aquellos sectores que habían sido marginados se hagan visibles para todos.
Este es el Calvo como intelectual comprometido, tal como se evidencia también en su libro El cetro de los jóvenes (1966), que incluye el poema "Diario de campaña" que resume su confianza en la lucha o resistencia social. Es el mismo Calvo combatiente y esperanzado de su conferencia "Para terminar por el principio", en donde expresa su poética y credo político.
Al Calvo poeta lo conocí hace poco. Cierta tarde compartí con alguien unos versos que simplemente me anodadaron. Los leí despacio, queriendo que esa persona, en toda su ropa y piel, sintiera la misma admiración, la misma intensidad con que Calvo forjó estas líneas de "Para Elsa poco antes de partir": "Me había olvidado que un poema se prepara / con minuciosa alegría/ como un regalo que ya nadie espera, y se moldea/ con urgencia / y violencia, con irrepetible, con irremediable ternura, / como hacerle el amor a una mujer que se va a morir / mañana".
En su poesía Calvo tiene muchos rostros, pero hay una constante que lo convierte en el cómplice del amor y en el amigo que está contigo cuando llega la mala hora, el momento de la crisis y el vacío. El Calvo para los amantes está reflejado en Ausencias y retardos (1963), donde cada estrofa es un himno de adoración y protección, por esto solo después de Westphalen es Calvo el poeta en quien he encontrado una fe inigualable en el amor, sirvan como ejemplo estos versos de la tercera parte: "Nadie puede alcanzarme cuando enciendo tu nombre; / cuando hasta los cadáveres se cubren de rocío / y yo danzo fatigado y triunfal en redor de tu aliento". Pero también tenemos al Calvo nostálgico de "Nocturno de Vermont" y al desconsolado de "Responso para un abrazo" donde dice: "Tú fingiendo reírte, tú sin oír mi llanto. / Yo buscando una niña en tu piel de mujer".
Pero Calvo es también un navegante de la oscuridad. No en vano él declaró que comenzó a escribir como una forma de detener el envejecimiento de su abuelo, como una lucha contra el tiempo y la muerte. El poema surge entonces como una conciencia de lo perecedero, de la condena que trata de esquivarse. Su primer poemario, Poemas bajo tierra (1960), inicia confesando que ya no es más parte de la vitalidad o la pureza de la infancia, sino "el alma de un ciego que pena entre los cactus", "rabioso jardinero de otoños enterrados". Poemas como "Onomástico" o "Mi padre llegó ayer" configuran una voz lírica herida, rodeada por la soledad, la tristeza, la memoria como recuento de pérdidas y derrotas (amorosas, familiares, económicas). El verso final de "Todos mis sufrimientos" bien pueden ejemplificar esta etapa: "Estoy sufriendo mucho por mí mismo".
Como Calvo se ha convertido en mi tema de conversación favorito, el poeta y amigo Mateo Díaz me hizo notar la destreza técnica de Calvo, me mencionaba él un poema titulado "Disco rayado". En efecto, Calvo se muestra allí como un maestro del ritmo, pura fluidez de palabras sin quiebres. Acaso esta pericia formal le venga a Calvo de su filiación a la tradición poética española, por lo cual acaso frente a Cisneros o Hinostroza (cercanos a Eliot o Pound) Calvo resulte para algunos menos experimental y más retórico, cuestión que queda pendiente para una mayor cavilación.
Muchos de los rostros de los que venimos hablando se muestran al espectador en el documental “Responso para un abrazo. Tras la huella de un poeta”, de la directora peruana Nora de Izcue, quien ha construido un itinerario vital de Calvo: sus años como estudiante sanmarquino, su amistad con Javier Heraud, su viaje a Cuba, su relación con las guerrillas, etc.
Es importante resaltar que el documental nos permite descubrir además la relación de Calvo y la música: por un lado nos enteramos de su faceta como cantautor (destacando esa hermosa canción que se titula "La despedida") y compositor (fue él quien escribió la letra de "María Landó").
Con sus carcajadas, con su amistad inigualable, con su amor que ha tejido tantas leyendas, con su angustia, Calvo es el poeta de la vitalidad, de la vida desencadenada; por eso nadie mejor que él para escribir esto versos: "Nada puede aprisionar al viento sino la libertad".
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Escritor y corresponsal de literaturas indígenas en Latin American Literature Today
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