Los postes de luz parecen cuellos largos de los que cuelgan toda clase de avisos: amarres, tarot, incluso “castigo para infieles”, unión de parejas, escarchado y claro, atraso menstrual. Haciendo un pequeño recorrido (micro rojo con blanco, ruta 49) que va desde Pacasmayo en límite con Canta Callao hasta Chorillos, busqué letreros de atraso menstrual o los cuellos sucios de nuestro país ofrecidos a mujeres desesperadas.

A llegar cerca de institutos los carteles casi relampaguean, se hacen más vistosos, tanto como nervios en la calle que chillan con su numerito. El cielo entonces es más bajo para quien lo necesite. Parecen obedecer a un estudio de mercado, ya que cerca de la UNI por ejemplo, los letreros invaden postes, paredes, ventanas abandonadas, paraderos, fachadas y hasta veredas. Cualquier chiquilla que se descuidó en la cuenta o a la que le falló el método del que probablemente le hablaron muy poco; sabe qué ellos están fuera para cuando los necesite. Intuyen también el peligro, la inseguridad, alguna mueca desagradable del que la recibirá y pasan de largo, esperan no toparse nunca con esa situación, pero de tener un embarazo no deseado, saben que Lima les ofrece un montón de números telefónicos que cuelgan por todas partes y que podrán llamar, preguntar, consultar, ir, pagar y someterse a un aborto, a pesar de su ilegalidad, que finalmente es lo de menos. Después de las pastillas o las inyecciones intentarán olvidarse del asunto. Pero muchas de las mujeres que han tenido “abortos de letrero” han pagado las peores consecuencias por un abandono por parte del gobierno. 

300 000 abortos al año, clandestinos e ignorados  se inician con los ojos de una mujer sobre un letrero sucio en la calle.

- ¿Hola? Sí… buena tardes… mire llamo por el letrero...

- Si. ¿Y?

- Tengo un atraso… yo ...

- Atraso. Ya. Ya has confirmado tu embarazo, ¿ya? O sea estás segura ¿no?

- Sí, me hice una prueba .

- ¿Cuanto tiempo tienes de embarazo?

- No sé. Me hice una prueba de cajita .

- Esas no mienten. Estas embarazada entonces .

- Mire, yo…

- Si tienes 200 soles ahorita no hay problema, o sea si es mes y medio. Si es más 300 soles y es con inyección y bueno si necesitas una limpieza total ya con operación tiene que verte el médico y son 800 soles. Ya depende de ti.

- No tengo mucha plata.

- Entonces tiene que ser rapidito no más. Antes de que pase más tiempo. Para estas cosas uno se consigue. Ya vas a conseguir, linda. Mira tenemos dos locales uno en San Martin y otro en Santa Anita, ¿cuál te queda más cerca?

- Estudio por el centro .

- Bueno pues San Martín. La dirección es (…) atendemos de 9 a 5. Puedes visitarnos cuando quieras que nosotros te ayudamos con tu problema.

- Gracias. Volveré a llamar, pediré prestado.

- Sí, si, una amiga, una amiga siempre tiene o dos. No es mucho, pero solo si te apuras.

- Gracias .

Entonces la mujer que hablaba rápido, apurada asumo por otras llamadas que contestar, cuelga después de darme toda la información de la manera más simple, clara y directa. Entonces: 200 soles o 300 u 800. Dos locales.

Pero de pronto en medio del recorrido bajo en la esquina del atraso menstrual. Tacna con Callao, antes del puente Santa Rosa. Se leen cartas, el tarot egipcio, se vende parafina, santos de cerámica, estampitas, hasta vestiditos para las vírgenes. Y ahí cerquita de Dios veo uno de los carteles más alucinantes sobre atraso menstrual y más servicios. El letrero está en la puerta de un local que tiene las puertas abiertas. Lo dudo, pero entro, no hay nadie, después de decir hola? Buenas tardes… repetidas veces sale un hombre detrás de una puerta-cortina, guinda y sucia que divide dos espacios. ¿Sí? Me dice. Bajo la cabeza, intento lucir tímida y nerviosa. Lo logro. Tengo un atraso y vi su letrero. Un momento, me contesta y vuelve a pasar por la cortina guinda. Escucho unos ruidos de periódicos. El hombre parece limpiar, mover cosas y me invita a pasar. Al hacerlo me veo dentro de un cuarto pequeñito que para mi sorpresa tiene otra puerta a un cuarto aún más pequeñito: la imitación de un consultorio. Cuando me siento en la silla descubro que no fui por los carteles de atraso, sino por el segundo exacto en el que mi cuerpo se comprimió y sentí latidos más rápidos. Otro hombre ingresa a esta suerte de consultorio y ve mi miedo. Ya no soy una chiquilla, no estoy embarazada y estoy trabajando, pienso, sin embargo el miedo es legítimo. Y el hombre más joven y que acaba de ingresar lo ve y sonríe. ¿Cuántas chiquillas asustadas entran a lugares como éste? Pienso tratando de ponerme seria, pasándome las manos por el pantalón para secarlas.

***

-¿No quieres consultar? No te va a pasar nada.

- Disculpe, es que estoy un poco nerviosa

-¿Cuántos años tienes?

- 27, (miento)

-¿Y tienes hijos? ¿familia?

- No.

- Y no quieres tener no?

- No.

- Y tu enamorado, ¿dónde esta?

- … (Bajo la cabeza, no respondo)

- Bien bonita eres ah

- ¿Cuánto me cuestan las pastillas?

Y el hombre mueve el reloj dorado y gigante sobre su brazo y golpea tímidamente con le la mesa mientras busca mirar el escote que no llevo. Sonríe y me dice lo mismo que me comentó la mujer por teléfono: 200 soles por esto, 300 por lo otro. Su casaca de cuero verde con blanco y su sonrisa se convierten en una postal mientras sigue hablando, mirándome de las maneras más sucias “¿No tienes la plata ahorita? Porque es bien simple ah. Con la inyección mejor todo, así ya no hay duda, y nadie tiene problemas. Te la puedo poner ahorita, ahí atrás en el consultorio del amigo”.

Sí, digo, debo ir a un cajero. Y salgo, preguntándome que podría pasarme de estar realmente embarazada, de necesitar esa inyección y teniendo de cerca al hombre que no dejaba de sonreír y mostrar los dientes, la lengua, su reloj dorado y la llamativa casaca de cuero verde con blanco.