Viaja por toda Holanda repartiendo regalos a los niños. San Nicolás llega a Amsterdam cada año el 17 de noviembre en un barco de vapor procedente de España. Podría ser una agradable y tradicional fiesta infantil hasta que uno se fija en los acompañantes del obispo: San Nicolás hace su recorrido en un caballo blanco en compañía de sus pajes, los Zwarte Pieten (Pedritos, los Negros), que se tiznaron oscuros de tanto subir y bajar por las chimeneas. 

Es más, estos peculiares compañeros llevan la cara pintada de negro, labios grandes y rojos, peluca oscura rizada y un atuendo morisco propio del Renacimiento.  

A pesar de que el 22 de octubre el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos pidió explicaciones a Holanda sobre a esta polémica tradición, que considera "perpetúa los estereotipos de que la población de origen africano aparezca como ciudadanos de segunda clase", este año, ni cortos ni perezosos un total de 600 ayudantes han acompañado a San Nicolás por las calles de la capital holandesa.

Como resultado, el debate sobre Zwarte Pieten y su condición de sirviente estereotipado está a la orden del día. Y es que para un sector de la sociedad holandesa su imagen resulta humillante, racista y un guiño al pasado esclavista del país.  Así, la ONU ya advertió que esta figura respondía al "modelo de negro torpe", además de recordar que la UNESCO no podría incluir a San Nicolás entre las tradiciones que protege. 

Ahora, el debate nacional ha sido capitalizado por el ultraderechista Geert Wilders, líder del antimusulmán Partido de la Libertad. Cuando salió a la luz la investigación de la ONU sobre la tradición, el lider populista reclamó en Twitter: “Panda de locos. Quiero que se acaben las Naciones Unidas. ¿Usted también? Remita un mensaje a nuestra embajada allí”, escribió.

El ultraderechista salió en defensa de la identidad holandesa. “Zwarte Piet y la fiesta de San Nicolás son nuestras”, sentenció su Partido de la Libertad, al tiempo que pedía evitar que se sacrifique "un símbolo de identidad nacional en nombre de la corrección política". “No pueden desaparecer por culpa de la estupidez multicultural”, sentenció.

Sin embargo, no todos defienden este "símbolo de la identidad nacional". El debate racial se hizo ayer presente al paso de la cabalgata en la capital, cuando varias decenas de personas mostraron rechazo a esta figura dando la espalda a su paso y tapándose la boca con cinta adhesiva. Además, algunos ciudadanos  vestían camisetas con el lema “Zwarte Piet es racismo”.  

La campaña contra la celebración no es nueva. El artista holandés Quinsy Gario, nacido en Curaçao, emprendió hace unos años la batalla contra la representación de Pedro, bajo el lema Zwarte Piet is racisme (Pedro, el negro, es racismo). Ahora, el artista asegura haber recibido amenazas a través de Internet. En 2011, ya fue arrestado por manifestarse durante la llegada de San Nicolás.  

"La primera vez que pensé en esto fue cuando mi madre me contó que alguien la había llamado, a modo de insulto, Zwarte Piet", explica Gario en BBC.

Por el momento algunos ayuntamientos barajan adaptarlo a la situación actual. El sacerdote Henk Leegte, presidente del comité que gestiona la visita de San Nicolás, ha propuesto que “cien de los quinientos Pieten destacados tengan otro aspecto”.  Por su parte, Ineke Strouken, directora del Centro holandés para la Cultura Popular y el Patrimonio Inmaterial, ha sugerido una transformaciónescalonada. “Hay que actuar, porque cuanto más arrecian las críticas, más niños quieren vestirse de Zwarte Piet. Acabaremos teniendo dos bandos”, ha dicho.