La obra de Doris Lessing escarba en la fragilidad de los sistemas sociales, de la política izquierdista, de la familia, de aquello que suele llamarse el discurso de la estabilidad o felicidad. Con Lessing nada queda sin ser roído, sin ser observado con minuciosa paciencia a fin de mostrarnos las carencias humanas, la fragilidad de la razón.  

Lessing, nacida en Irán en 1919, se trasladó a Inglaterra en 1949 para poco después publicar su primera novela, Canta la hierba (1950), donde ya se atisbaba su interés por mezclar literatura y política. Sin embargo en lo sucesivo la autora ahondará en la épica del fracaso, del caos que acontece en las vidas comunes.

Un verso de Vallejo dice: "¡Y si después de tanta historia, sucumbimos, no ya de eternidad, sino de esas cosas sencillas, como estar en la casa o ponerse a cavilar!”, y que bien puede resumir las búsquedas existenciales y literarias que tuvo Doris Lessing al escribir El libro dorado, acaso su mayor golpe a la realidad.

Hablo de un golpe, pues tras leer ese libro así uno termina desconfiando de todo, y es que en esa novela Lessing desmantela los aparatos que sostienen nuestra realidad y nos recuerda la masa esencial que nos conforma: el absurdo, el caos. Por una parte, El libro dorado es una crítica al lenguaje referencial, pero también muestra la ineficacia de los partidos políticos (en este caso de la izquierda). De esta manera, la protagonista de este libro, Anna desmorona cada una de las seguridades que la sostenía: su identidad, su militancia, su escritura.

Por esto mismo no habría que repartir la obra de Lessing por pedazos, es decir, catalogarlos de comunistas o feministas, pues justamente esta autora estuvo en contra de comprender su trabajo como una totalidad aglutinante. En principio Lessing supera una representación convencional de la realidad; más allá del realismo tampoco pretende una novela total sino, valga decir, una narración de la experiencia quebrada, bifurcada.

Debido a esta conciencia literaria de lo quebrado es que todo explota en su narrativa, que se convierte así en una invitación a lo inestable, a ese territorio donde los resortes de estabilidad explotan y surgen las preguntas más inquietantes.

Un ejemplo de lo dicho es su novela El quinto hijo. Lo que pareciera ser la historia de un matrimonio feliz, Harriet y David Lovatt, quienes por demás llevan una vida normal, luego gira violentamente y ellos se ven frente a lo terrible ante el nacimiento del nuevo miembro de la familia. El nuevo hijo es una presencia que, repentinamente, evidencia las fallas de aquella supuesta armonía.

Se trata de una crítica a los discursos que pretenden consolarnos. Lessing ha buscado siempre que abramos los ojos, aunque sea lanzándonos al abismo (y sin seguro de vida). No obstante, hay algo que debe tenerse muy en cuenta: la experiencia quebrada es una oportunidad de autonocimiento, tal es lo que sucede con la Anna de El cuaderno dorado, y que también le ocurrirá al profesor Charles Watkins en Instrucciones para un viaje al infierno. Sus obras demuestran así que la conciencia estándar no basta para conocer la realidad (en todas sus desgracias y angustias) y que es necesario encontrar nuevos espacios en nuestro interior, nuevos espacios de imaginación como ella dijera en su discurso al recibir el Premio Nobel de Literatura en 2007

Otro ejemplo de esto lo encontramos en su saga de ciencia ficción Canopus en Argos (1979-1983). Recuerdo el quinto volumen intitulado The Sentimental Agents in the Volyen Empire, donde realiza sátira que se trae abajo toda institución social, todo discurso de estabilidad . 

Pero, aclaremos, no solo se trata de una desconfianza absoluta, es más bien un intento por volver a sus lectores más atentos, más suspicaces ante los “cuentos chinos de siempre”. La crítica de Lessing es, finalmente, un llamado a una mejor humanidad. Una crítica que actúa como ave fénix: luego de mostrarnos que estamos destruidos nos invita a imaginar, a esperanzarnos.

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