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8 grandes preguntas filosóficas sin respuesta

Interrogantes que reafirman nuestra condición humana.

Publicado: 2013-11-08


1. ¿Por qué hay algo en vez de nada?

Nuestra presencia en el universo es algo muy intrincado para tratar de explicarlo solo con palabras. El ritmo de lo cotidiano nos lleva a tomar nuestra existencia como algo por sentado. Sin embargo, hay ocasiones en las que nos vemos inmersos en un profundo estado de incertidumbre, la complacencia de lo habitual se diluye, e inevitablemente nos preguntamos: ¿por qué están todas estas cosas en el universo? ¿por qué son regidas por leyes tan exactas? ¿y, después de todo, por qué deberían existir? Los físicos no son capaces de brindarnos una respuesta contundente. Y para los filósofos el asunto es aún más incómodo porque lo único a lo que pueden recurrir, el principio antrópico ("El mundo es necesariamente como es porque hay seres que se preguntan por qué es así"), deviene en una tautología sin fin.


2. ¿Nuestro universo es real?

¿Cómo podemos estar plenamente seguros que aquello que percibimos alrededor de nosotros es algo real y no una gran ilusión perpetuada por una fuerza invisible? Esta última hipótesis es de René Descartes, filósofo francés del siglo XVII, y uno de los padres del racionalismo, quien se refirió a esa fuerza invisible como si se tratara de un 'genio maligno'. La cuestión ha sido retomada reciéntemente y ha sido denominada como el problema del 'cerebro en una cubeta'. Imaginemos que extraemos el cerebro de alguien, que lo sumergimos en un líquido que lo mantenga con vida, que lo conectamos a una máquina, una especie de supercomputadora, y a partir de ello, cada una de las sensaciones experimentadas por el cerebro no vendrían a ser más que simulaciones producidas por esa máquina. Si uno tomara parte de aquellas simulaciones, aceptaríamos la posibilidad de que se supriman temporalmente nuestras identidades, acentuando, así, lo irreal de la experiencia. En una situación como esa habría que reformular lo qué se debería enteder por 'real'. Y no habrían argumentos ni leyes que nos podrían asegurar que el mundo que vivimos es genuino.


3. ¿Tenemos libre albedrío?

También llamado el dilema del determinismo, no sabemos si nuestras acciones son controladas por una cadena causal de acontecimientos (o por alguna influencia exterior), o si somos agentes verdaderamente libres para tomar decisiones desde nuestra propia voluntad. Tanto filósofos como científicos han debatido al respecto por milenios, sin llegar a una solución definitiva. Si nuestras decisiones son tomadas bajo la influencia de una cadena de acontecimientos, entonces el determinismo es verdad y nosotros no tenemos voluntad. Pero si lo verdadero es todo lo opuesto, y aquello es llamado indeterminismo, entonces nuestras acciones tendrían un origen azaroso (por lo que inclusive algunos señalarían que no seríamos del todo libres). Dos bandos opuestos se forman respecto al libre albedrío. Los libertarios y los compatibilistas. Mientras que para estos últimos el libre albedrío sí es lógicamente compatible con el determinismo, para los primeros no. Este problema ha sido llevado hasta las neurociencias, y uno de los descubrimientos que se ha tenido, impulsado por esta interrogante, ha sido que el cerebro toma decisiones antes, incluso, que seamos conscientes de ellas. Pero si no tenemos libre albedrío, entonces ¿por qué evolucionó nuestra conciencia de tal modo que no somos como una especie de zombies? La mecánica cuántica hace que este problema sea aún más complicado, ya que sugiere que al vivir en universo de probabilidades, el determinismo de cualquier clase sea imposible.


4. ¿Dios existe?

Nosotros no podemos saber, de buenas a primeras, si Dios existe o no. Más allá de las proclamas de los ateos o los creyentes, solo los verdaderos agnósticos estarían en la posición más sensata. Es decir, reconocer que vivimos envueltos por tal universo de conocimientos que la mente humana por sus limitaciones no es capaz de afirmar o negar algo con total certeza. Sabemos tan poco sobre la mecánica del universo que no tenemos la facultad de proclamar si es real y natural la existencia de un Primer Motor, a partir del cual todo lo demás se desarrollaría. Muchas personas defienden el naturalismo —el cual sugiere que el universo se formó gracias a un proceso autónomo— pero ellas tampoco descartan la existencia de un gran diseñador que hubiera puesto todo en marcha (y esto es conocido como teísmo). Y como mencionamos anteriormente, tal vez vivimos un simulacro donde Dios sería un gran hacker que controlaría todas las variables. O quizá los gnósticos estén en lo cierto y sí existe un ente poderoso en alguna realidad inaccesible para nosotros. El cual no tendría que ser, por cierto, necesariamente similar al que propone la tradición judeocristiana, es decir, omnisciente y omnipotente. Otra vez nos tendremos que quedar dando vueltas en círculos sin llegar a un punto específico.


5. ¿Hay vida después de la muerte?

Nosotros no le podemos preguntar a los muertos si hay algo en el más allá, de modo que no tenemos modo de saber qué ocurre después. Los materialistas asumen que no hay vida luego de la muerte, pero esa sola afirmación tampoco puede ser confirmada. Mirando de cerca las maquinaciones del universo (o multiverso), ya sea según el clásico patrón newtoniano-einsteiniano, o según los complejos filtros de la mecánica cuántica, no hay razón para creer que esta clase de experiencia sea la única que deba ser entendida como vida. Es una cuestión de metafísica y las posibilidades de que el cosmos gire y se expanda inmensamente haciendo que las vidas seas infinitamente recicladas. La pregunta se presta para llenarnos de especulaciones, así como la pregunta sobre dios, este es un asunto que los científicos han preferido dejar para los filósofos.


6. ¿Puedes realmente experimentar algo de forma objetiva?

Hay que diferenciar entre entender el mundo objetivamente (o por lo menos intentarlo) y experimentarlo a través de una armazón exclusivamente objetiva. Esto es esencialmente el problema de qualia, una noción según la cual nuestras sensaciones solo puede ser observadas a través del filtro de nuestros sentidos y las conjeturas de nuestras mentes. Por lo que todo lo que conocemos, todo lo que tocamos, vemos y olemos, habría sido filtrado previamente por procesos fisiológicos y cognitivos. En consecuencia, nuestras experiencias del mundo únicamente serían subjetivas. En el ejemplo clásico, la apreciación de un determinado color variaría de persona en persona. La única forma en que podríamos saber que hemos visto tal cualidad de forma objetiva sería entrando en la mente de otra persona y comparando. Otra manera de comprobar sería observar el universo a través de un cerebro (o potencialmente una máquina mental), pero la información que recibamos sería interpretada subjetivamente. Pero ya que el universo luce coherente y (a veces) conocible, ¿cabría continuar asumiendo que su cualidad de objetividad nunca será observada o conocida?


7. ¿Qué sistema moral es mejor?

Esencialmente, nunca llegaremos a un acuerdo para distinguir con precisión las acciones "correctas" de las "equivocadas". A través del tiempo, en cualquier lugar del mundo, filósofos, teólogos y políticos han clamado el descubrimiento del mejor modo de juzgar al ser humano y así poder establecer el código de conducta más idóneo. Pero nunca ha sido fácil. La vida es tan complicada como para intentar establecer cualquier clase de moralidad universal o ética absoluta. Incluso la Regla de Oro, esa que dice que no le hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti, resulta problemática si se la usa para imponer justicia (¿cómo se trataría los criminales'). De todos modos, es tan simple esta regla que resultaría inservible en escenarios muy complejos. Por ejemplo, ¿se debería sacrificar a unos pocos por el bienestar de la mayoría? ¿Qué vida vale más: la de un bebé humano o la de un simio adulto? Y como lo han demostrado los neurocientíficos, la moralidad es solo una construcción cultural arraigada en nosotros. En fin, lo único claro es que nuestra moralidad es normativa, mientras que lo que conocemos como bueno o malo varía en el tiempo.


8. ¿Qué son los números?

Usamos los números a diario, pero si reflexionamos un instante sobre ellos, no sabríamos definir su naturaleza. Nos han sido útiles para explicar el universo, pensemos en las leyes de Newton, pero no somos capaces de indicar si son objetos reales o simplemente la descripción de las relaciones que necesariamente existen entre todas las estructuras matemáticas. Es un problema ontológico, donde no nos queda más que aceptar que estamos confundidos acerca de la verdadera naturaleza del universo, sin saber qué aspectos son constructos humanos y cuáles son tangibles verdaderamente.


Escrito por

Paulo César Peña

Literatura. Historia. Arte. Lima. Y también dibujo ciudades en mis ratos libres. @dinamodelima


Publicado en

Redacción mulera

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