Mirko Lauer, en su columna de hoy en La República, fija su atención en el protagonista de la semana, el nuevo titular de la PCM, César Villanueva. El analista contrapone la figura de Villanueva a la de anteriores premieres para así poder visualizar sus puntos fuertes y débiles. Así, lo encuentra como un término medio (dotes administrativas-tendencia de izquierda) entre Salomón Lerner G. y Juan Jiménez. Pero al compararlo con Yehude Simon, alguien que también llegó desde las regiones, subraya las dificultades que deberá enfrentar para calmar las tensiones sociales del interior. Todo dependerá de la destreza —y astucia— que tenga Villanueva para con su gestión.

Para quien quiera verlo así, el perfil de César Villanueva comparte algunos rasgos con sus antecesores Salomón Lerner y Juan Jiménez. Con ambos comparte un ánimo moderado. Con Lerner comparte dotes administrativas y buenas vibraciones con lo empresarial. Con Jiménez comparte un pasado en la izquierda, sobre todo académica.

Lo que lo diferencia es su activa trayectoria en la política electoral. Es presidente de un partido, el Movimiento Regional Nueva Amazonía, y ha ganado dos elecciones seguidas en su región. No está claro aún si declinó competir por un tercer periodo en San Martín porque ya existía la perspectiva del premierato, o si ha sido al revés.

La marca más distintiva de Villanueva es su experiencia y prestigio en el escenario regional: la buena gestión en San Martín y la capacidad de haber inclinado la balanza hacia los moderados en la Asamblea Nacional de Gobiernos Regionales. Cuatro presidentes regionales le han extendido su apoyo desde la partida.

Sin duda un premier con raíces regionales despierta esperanzas: un margen de ventaja para enfrentar conflictos, más eficacia frente a la economía fuera de la ley, mayor atención a los reclamos de las regiones al organigrama del Estado, y de pronto hasta ser el arma secreta del oficialismo frente a las elecciones del próximo año.

La forma de llegar de Villanueva al premierato ha sido sintomática: ha sido designado solo, con expectativas de varios cambios en el gabinete, y rumores sobre un conflicto en las alturas sobre quiénes permanecen, quiénes salen, y quiénes los reemplazan. Todo lo cual sugiere que su llegada es parte de un proyecto algo más amplio que un nombramiento.

Sin duda lo que Villanueva podrá hacer dependerá en buena medida de quiénes lo acompañen en puestos claves. Una parte del predicamento de Lerner y de Jiménez, lo que los obligó a renunciar, estuvo en la performance de algunos de sus ministros. Sobre todo en aquellos que confundían la circulina con la autonomía política.

Luego están las tareas más urgentes del nuevo primer ministro. La principal es recuperar el mango de la agenda política, no solo de manos de los opositores, sino también de una parte de la alianza oficialista. Otra es orquestar algunos gestos de eficacia perceptible entre los integrantes de su gabinete. Otra es enviar ese mensaje a las regiones.

Pero da la impresión de que articular una gestión nacional con una panregional no es fácil, como no es fácil mudarse del interior a la política limeña. Yehude Simon en el mismo cargo no lo logró. Su alma lambayecana le quitó cierto vuelo a su gestión. Al final fue derrumbado precisamente por un sangriento conflicto en una de las regiones.

Tomado de La República