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20 años sin Federico Fellini

Publicado: 2013-10-31

Un 31 de octubre de 1993, tras dos semanas en coma en el Hospital Policlínico romano Umberto I, moría Federico Fellini, a consecuencia de un ictus cerebral, a los 73 años de edad. 

Dejó una obra que ha sido el paradigma de muchos cineastas reconocidos, y su influencia en ellos puede rastrearse en sus filmografías. Por ejemplo, en el único top 10 conocido de Stanley Kubrick, publicado en una revista en 1963, el primer puesto decidió otorgárselo a I vitelloni  (1953) de FeFe.

Esa misma película infuenció a George Lucas para que él hiciera American Graffiti (1973), film que a veces pasa desapercibido en la filmografía del responsable de Star Wars.

I vitelloni o también conocido como Los inútiles se llevó en 1953 el León de Plata en el Festival Internacional de Cine de Venecia, y marcó casi el inicio -ya que había dirigido Jeque blanco (1952), sin conseguir éxito en su recepción- de una carrera que no cesó de asombrar a aficionados y profesionales del cine por la visión personalísima del mundo representado en sus películas.

Desde el principio de su producción cinematográfica nunca estuvo del todo identificado con el neorrealismo italiano. Aunque cabe resaltar que él fue parte del grupo de guionistas que desarrolló Roma, ciudad abierta (1945), dirigida por Roberto Rosselini, una de las piezas emblemáticas de ese movimiento.

Sin embargo, luego, con La Strada (1954), Fellini consiguió ganarse un espacio entre los mejores artífices del mejor cine que se haya podido producir. Es la historia de una joven que es vendida por su madre a un artista ambulante de carácter errático, encarnado por Anthony Quinn, y que pese a todas las contrariedades en su trato y en el mismo contexto callejero de interacción, Gelsomina (Giulietta Masina) construye un vínculo de fidelidad, entre toda la precariedad que la rodea.

Esta película ganó el Óscar a la mejor película en lengua extranjera. Además ganó el León de Plata y fue candidato al León de Oro en el Festival de Venecia de 1954.

Adaptaciones oníricas e hipnotizantes también estuvieron bajo su mano, con un estilo que pretende reconstruir un carnaval donde todo se invierte, a través del juego erótico y las hipocresías políticas. El Satyricon y Casanova fueron unos de esos filmes en donde la sutileza emerge de entre el exceso.