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foto: larepublica.pe

Post mortem presidencial

Publicado: 2013-10-26

En su columna de hoy, Augusto Álvarez Rodrich comenta sobre el triste espectáculo que dan estos últimos días los expresidentes del Perú en el borde del desprestigio e incluso uno en prisión. 

Da pena y vergüenza que Alberto Fujimori, esté condenado por ladrón y asesino. Alejandro Toledo tenga que asistir al Congreso para explicar compras millonarias y por un supuesto enriquecimiento ilícito mientras que Alan García está atrapado por acusaciones de desajustes en su segundo gobierno y por presuntamente haber favorecido a narcotraficantes con indultos.

Lea aquí la columna publicada en La República:


Post mortem presidencial

No se usa como indicador político pero una expresión de la salud de una nación puede ser la situación de los expresidentes, pues ayuda a la construcción de la memoria colectiva sobre los liderazgos que supuestamente administraron los destinos de la nación.

Hay algunos puestos en donde tan o más interesante que ejercerlo es el ‘post ejercerlo’. Como los exministros de Economía a quienes tras el trajín esforzado de su chamba, vienen los empleos tan prestigiosos como bien remunerados.

Sucede también, si se hizo un buen trabajo, con los expresidentes; por ejemplo, por conferencias facturadas con varios ceros a la derecha.

En países con buena salud política, un expresidente se vuelve, gracias a su valiosísima experiencia, en un faro que ilumina, una referencia que se escucha con atención.

Pero eso requiere, como condición, que el expresidente no ande metido en cuchipandas que lo conviertan en un paria impresentable.

La reunión de los expresidentes de un país es una ocasión singular, un ‘momento Kodak’ que se recuerda con aprecio por la confluencia de personas que han jugado, cada uno con su estilo, un papel trascendental para el futuro de los ciudadanos. Eso sucede en varios países, desde Estados Unidos hasta Chile.

No ocurre, sin embargo, en el Perú de hoy. Ahora la foto colectiva e individual de los expresidentes peruanos sería imposible la primera y lamentable la segunda, como se vio ayer nomás.

Alberto Fujimori es un viejito apabullado y enfermo condenado, con justicia, por ladrón y asesinato que se humilla más por un arresto domiciliario defendido por un tinterillo que desvaría con un discurso idiota; Alejandro Toledo ya no puede hablar de gobernabilidad pues tiene que dar pena en el Congreso pidiendo disculpas y dando respuestas de lugar común que ya dijo y nadie cree pues todos sospechan que la plata de las casas que compra la suegra es suya y mal habida, y sale del Congreso entre gritos de ladrón; y Alan García está atrapado en medio de acusaciones muy graves de malos manejos en su gobierno, como favorecer a narcos –cuya responsabilidad posiblemente no le alcance–, y que él responde como un tuiterito cualquiera listo para el agravio fácil.

Lo más probable es que los peruanos tengamos la sensación de que nuestros gobernantes son una pandilla de asaltantes que concretan sus intenciones de acuerdo con el tamaño de su habilidad.

Quizá a algunos de los rivales políticos de los expresidentes esto les alegre, pero a mí todo lo que se ve en estos días me apena y avergüenza. El Perú se merecía algo mejor que el triste espectáculo de estos días.


Escrito por

Diana Chirinos

Ciencias de la Comunicación. USMP. Música, cine clásico, deportes, política, lectura.


Publicado en

Redacción mulera

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