#22J: en medio del humo
La movilización en el centro de la Capital dejó como saldo cerca de una decena de detenidos, una voz ciudadana compacta y fortalecida y una escena de fiestas patrias que no termina de despejarse.
Las consignas dispersas en uno y otro lado de la Plaza se concentraron hacia las 6.45 alrededor del Monumento a San Martín. Uno de los varios colectivos que buscan darle cierta orientación a la convocatoria despliega una banderola roja y blanca con el lema "Recuperemos el País".
Un enjambre de cámaras registra y transmite un discurso quizá demasiado retórico para el ánimo placero. "Exigimos que se anule la repartija...". "Ya lo anularon amigaaa", gritan. Risas. De fuera del círculo convenido por activistas y periodistas, llegan gritos contra Ollanta, contra el Congreso, contra Alan García, muerte al APRA. Un manifestante encaramado al monumento pide al del megáfono que agite contra Toledo. El del megáfono sonríe y se hace el loco.
Concluido el discurso, repartido entre un representante de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, una dirigente estudiantil de la Universidad Católica y una mujer que pide a gritos que no pisen las flores, un impaciente joven que lleva una bandera editada de "Jóvenes por el No" recoge el pedido de un sector de la Plaza y se lanza a cantar el himno nacional desde el "Somos Libres".
El entusiasmo llega hasta el final del coro y luego se desbanda por izquierda. De atrás vienen los gritos "Muerte al Apra", "Ollanta y Fujimori la misma porquería", "No a la repartija". Desde el Monumento, alguien intenta dar instrucciones. Lo callan. Pisan las flores, se jalonean los banners. Los serios empiezan el camino. Otros, posan para la foto, para el facebook, para La Historia. Alguien les acerca un letrero, les toma una foto: "Estos floreros no me representan"
La mancha humana sale de Plaza San Martín por Belén. El largo callejón es atravesado a la carrera por los manifestantes, que intentan mantener el corte del tránsito para entrar al Paseo de los Héroes Navales. La línea humana, estirada, toca la avenida Garcilaso de la Vega (a.k.a Wilson) mientras los rezagados aún salen de Belén, adelante, el banner de diseño low fi del Frente Amplio.
Suenan teléfonos, llegan los de-emes. Los que corren al lado de las tanquetas gritan que no saben a dónde van. Frente al Sheraton les responden que vamos al Congreso. Que vamos a un canal de televisión. Que vamos a Miraflores. Que hemos dicho al Congreso. No hay permiso. A mi qué chucha oe. RT.
La masa enfila de regreso a Lima. La banderola de Recuperemos el País, se pierde por ir en contra y se lleva con ella los flashes. Deberán correr detrás de la movilización, que regresa por Wilson. Los periodistas les abandonan en carrera en busca de una mejor foto, otra portada para descubrir nuevos talentos. A la banderola le costará un rato recomponer su fila y encontrarse de nuevo con la punta. Un buen rato. Muchas caras largas. Mil likes perdidos.
Ahora la serpiente podría morderse la cola, para evitarlo, vuelve por La Colmena y se envalentona atravesando la Plaza, de donde recoge e incorpora a los tardones, a los incrédulos, a los mirones, varios cientos más y los arrastra hacia el otro lado de La Colmena. La cabeza ha alcanzado la avenida Abancay, mientras aún se sale de Plaza San Martín. Los buses del Metropolitano se acumulan. La paciencia se acumula. Haga algo, Señora Villarán.
Cruzan el jirón Lampa los colores verdes, Tierra y Libertad. Blancos y verdes, el MAS. Universitarios que se reparten máscaras quirúrgicas y tuitean su foto. Un banner de PPKausas enojados anima a los transeúntes, que piden al cuy. No hay cuy. Se apura el escalón LGTBi, siete colores que acojonan a la policía. Nadie hace pintas esta vez. Todos unos angelitos.
Un mar de gente. Una noche llena de un mar de gente. Trapos de Un bosque de cartones pintados: "Me siento maltratado/ Por Souza magistrado", "Que abran el Frontón y metan al Panzón", "No a Keiko", "No a la repartija", "No me representan". En Lampa y Colmena volvemos a contar y son más. No nos decidimos. ¿Ocho? ¿Diez?. Todavía falta que pasen más. Cosito se jodió/ El pueblo ya salió. Hay gente en la Plaza. Aún pasa un letrero: Destruir el Estado Corrupto. Otro: Me indignan los narcoindultos.
La policía, hasta ahora permisiva, se ha apostado a la altura del jirón Huallaga. Los grupitos de exploradores que han avanzado por el jirón Ica son devueltos por agentes exaltados, gritones, negrísimos, que les cierran en hilera encascada el paso a la Avenida Abancay. Huele a caca de caballo. A bruto. La guardia montada mete miedo escoltando un rochabús.
En las calles aledañas, son los manifestantes los que desvían el tránsito, advierten a los conductores. Móviles de la prensa están atascadas a media cuadra de la acción. Las chicas les muestran el dedo medio. Si te empinas, sobre el techo de una cuadra plagada de stationwagons, ves pasar el bosque de cartulinas, los trapos de poliseda en lo alto de las cañas. En la esquina de Cancillería una pandilla de encorbatados se entretiene guiando a la gente hacia los paraderos de la avenida Tacna. Abancay cerrado señora, hay huelga.
En Abancay, se han tomado todos los carriles. Las primeras detonaciones de lacrimógenas disparan las carreras de los comerciantes ambulantes, los que salen de los comercios, los empleados públicos que no calcularon bien la salida. Son las ocho y media de la noche. "En la lucha del pueblo/ nadie se cansa". "El que no salta/ es un corrupto".
Banderas, banderolas, bombos, máscaras, han retrocedido hasta la puerta de la Biblioteca Pública. La policía los distrae con sus enormes máscaras antigás. Llega la prensa y se arman de nuevo los corrillos. Se canta el Himno Nacional. La lista de consignas se amplía. Notificaciones para Palacio de Gobierno: "Y dónde está, y dónde esta, ese gobierno nacional y popular". "Gran transformación, la misma Traición".
La policía se deja tomar fotos, casi orgullosos de estar, por esta vez, bien equipados. Banderas multicolor, banderas del Alfa y Omega, les acarician los cascos. Muchachos envueltos en banderas peruanas. Los que recién llegan se encuentran con enormes charcos de agua en la esquina del Ministerio Público. Miran el cañoncito del rochabús y se pasan la voz, señalándolo como a un animal mítico.
Miles de teléfonos inteligentes transmiten su señal. Los amigos se encuentran, los camaradas de juntan. La prensa hace su agosto. Alguien pasó a mi lado diciendo por teléfono "ya me voy, ya tengo la portada". "Estira tu cartel flaco". "Baja tu cartel, flaco", "Unas preguntas, amiga". "¿Van a radicalizar su protesta?". Los flashes van de nuevo al punto desde donde se canta el Himno por enésima vez. Dos broders tamaño ropero llevan un cartel con acabado jipi y consigna intraducible: "Desahuévate".
En un rato más, la Policía va a encontrar el flanco débil. Tras varios minutos de consignas cruzadas entre apristas, militantes de izquierda y manifestantes antipartidistas, se llega a los gritos. Gritos que otros intentan callar con llamados a la Unidad, Unidad, Unidad. Hay un par de manazos. Se agita el remolino. "La lucha es del pueblo y no de los partidos".
Un cantito en vano, que se desinfla a medida que quienes lo corean notan que están, sin duda, en medio de una lucha de partidos. Son los más jóvenes los que han llegado hasta la contención policial. Muchos, por primera vez. Lo que han leído en sus pantallas, que esta es una movida ciudadana, que los jóvenes son la voz, cobra un nuevo matiz. Hay mucha política. Jóvenes de Alfonso Ugarte intentan plantar cara. Los acarician. Los antipartidistas terminan por engrosar contra ellos otra canción: "Partido/aprista/ladrón y entreguista".
Se pudre el ánimo. Mientras apristas encaran a izquierdistas, y los izquierdistas hacen puño y reúnen sus banderas, llaman a su gente, por en medio de la berma corre otra instrucción: Al Congreso. Es un salto hacia adelante. Pegadas a los escudos, las chicas que un minuto atrás fastidiaban a los policías pidiéndoles su feis, avisan que la tropa se alinea. La luz callejera de la avenida ha sido reemplazada por un potente reflector policíaco, que compite con los tachos de los periodistas. Alguien grita No tengan miedo. Por unos segundos, todos aplauden. No tenemos miedo, no tenemos mie-
Los reporteros gráficos, corridos, se van contra las rejas del Ministerio Público. Los periodistas ciudadanos, tuiteros, fotógrafos de freelo se han quedado en el muro de la berma, sin medir. Segundos después estarán en medio de una nube de gas de la que salen varazos, escudos y chiquillos con mascarillas. Una nube tras la que se llevan cargados a unos diez muchachos. Durante la madrugada, liberarían a todos, menos a un villarrealino apenas mayor de edad, miembro del Comando Universitario Aprista.
Se mueve el cañoncito. Otra vez las detonaciones. No se ven los gases hasta que están contra el suelo o pifeando sobre las cabezas. "Aquí, allá, el miedo se acabó". "Nuestra lucha es justa, nada nos asusta". Un grupo corre hacia Mesa Redonda y se pierde de vista. Otro retrocede por Abancay, sólo para encontrarse con una muralla de humo, picante. Unos trescientos han quedado en Jirón Miróquesada. Ven pasar el rochabús. Intentan una carga, que acaba con el jirón cerrado de humo. La entrada del edificio de la Confederación Nacional Agraria es una enfermería. El vinagre venturo, un bálsamo.
La masa, dispersa, se dirige tosiendo, babeando, hormigueando de regreso a Plaza San Martín. Allí, aún se escucharán discursos, se darán entrevistas, discuten unos organizadores con otros organizadores que no eran organizadores, acusados por los que se sentían organizadores. Babel. Los adultos mayores del Frente Amplio piden informes, también dan entrevistas. Activistas, militantes, iniciados acuerdan un nuevo encuentro el #27J, pero ahora mismo una previa en Quilca, compañeros, "para coordinar". Los que piden Democracia, serán aplaudidos, los que piden el cierre del Congreso, pifeados. Que Ollanta, que seguía la transmisión de LaMula en vivo, os escuche.
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