#ElPerúQueQueremos

más que ANÉCDOTAS, los casos son pinceladas de un cuadro general

¡No sabes con quién te has metido!

¿Anécdotas o pinceladas de un cuadro panorámico?

"Y así vamos por la vida haciéndonos los cojudos con prácticas que bien podrían aparecer en el sur estadounidense de Faulkner"

A. Vergara

Publicado: 2013-07-17

Nos hemos acostumbrado a ver, de cuando en cuando, escenas de gente alcoholizada que, luego de protagonizar algún incidente público, vocifera insultos e incluso agrede a los policías que intervienen o a los periodistas que cubren la noticia.

Hechos así no tardan mucho en causar indignación entre algunos y buenas cuotas de humor entre otros. A pocas horas de difundida la noticia, las imágenes se convierten en virales, memes, parodias y hasta canciones. El tristemente célebre “me llega al pincho tu filtro” es un buen ejemplo. El reciente caso del accidente en la Costa Verde y la “perra schnauzer” responde al mismo patrón.


Si dejamos de lado el tono “gracioso” o la agresión física, estos casos reflejan cómo apelamos a las jerarquías para evadir responsabilidades o reclamar privilegios.“No sabes con quién te has metido” es el mensaje principal dentro de los balbuceos. Es el tipo de razonamiento que cuestiona la autoridad de un “policía de medio pelo” para sancionar al hijo de un político o un empresario con buenos contactos. El mismo que justifica que un ministro de Estado crea que puede detener un avión porque llegó tarde -y, si es necesario, imponer violentamente ese privilegio contra una simple trabajadora-.

Lejos de tocar este tema con humor o con una dosis elevada de indignación, quisiera proponerles revivir un viejo e interesante debate sobre la sociedad misma.

Más de una vez he regresado a un ensayo del politólogo argentino Guillermo O’Donnell sobre la verticalidad y horizontalidad en América Latina, escrito como respuesta a un libro del sociólogo brasileño Roberto Da Matta. Titulado “Carnavais, malandros e herois”, el libro de Da Matta reflexiona sobre la privatización de los espacios públicos y la jerarquización de la sociedad en Río de Janeiro, que se reflejan en la pregunta “¿Sabe usted con quién está hablando?”.

La pregunta se emplea como una forma retórica de “reubicar” al otro al estatus que le corresponde dentro de la escala social. O’Donnell señalaba que a diferencia de la respuesta pasiva de los cariocas ante esta pregunta, en Argentina uno podría escuchar fácilmente un contundente “¿Y a mí qué mierda me importa?” como respuesta.

Esta diferencia indicaba que los porteños estaban menos dispuestos a tolerar la jerarquía y por ello impugnan su importancia aunque no lleguen a negarla. De hecho, afirmándola mientras su validez dentro del contexto era ridiculizada. Uno podría atreverse a considerar que la respuesta porteña es mejor -más horizontal- que la carioca. Sin embargo O’Donnell nos advierte que apenas son diferentes.

¿Por qué? La salida porteña muestra un componente más igualitario de la sociedad argentina, en la que los taxistas, solo por poner un ejemplo de O’Donnell, no se sentían siervos de sus usuarios sino trabajadores, a diferencia de los “serviciales” taxistas cariocas.

Sin embargo, advierte O’Donnell, una sociedad puede ser relativamente igualitaria y, al mismo tiempo, violenta y autoritaria. Para ilustrar esta situación, observaba los usos y costumbres en el caos del transporte en Argentina. Las “metidas de trompa” de los conductores para poder obtener el paso en un cruce entre avenidas -algo sumamente familiar en nuestro medio- y la presión de los más avispados sobre los más “temerosos” planteaban no solo la transgresión de las leyes -o la ley en sí misma-, sino que eran el corolario de una sociedad violenta.

Esta ecuación actuó dramáticamente una vez que los militares tomaron el control y “pusieron orden” en la sociedad, es decir, pusieron a cada quién en su sitio. Años en los que se silenció la “subversiva” respuesta porteña del “y a mí que mierda me importa”, mientras que los trabajadores y demás sectores eran uniformados para tener claro quién era quién y cuál su lugar en la sociedad.


Volvamos a Perú

Hace algunos años, Alberto Vergara se preguntaba si en medio del crecimiento económico la sociedad peruana encontraba espacios para escapar de la verticalidad que la ha caracterizado a lo largo de la historia o simplemente permanecíamos como una sociedad tradicional que acumulaba más plata que antes.

La mejora en la infraestructura y servicios en las ciudades y el mayor poder adquisitivo de sectores antes “marginales” son cambios que coexisten con situaciones tradicionales. Un botón: trabajadoras del hogar ataviadas con uniformes, para quienes se destina ascensores “exclusivos” y demás diferenciadores. En nuestro país, las indudables mejoras en ingresos económicos no se traducen necesariamente en una sociedad más igualitaria y democrática. Vergara sentencia que toda sociedad democrática es moderna, pero no toda sociedad moderna es democrática.

Hoy por hoy, los peruanos parecemos dejar poco a poco de lado la pasividad. “No hay que dejarse pisar el poncho por nadie” decía hace unos años un policía que se quejó de ser interpelado con la clásica pregunta por la esposa de un superior que había sido sancionada por manejar sin el cinturón de seguridad. Pero esa ilusión esconde la violencia y el autoritarismo.

Les invito a leer las respuestas que surgen en las redes sociales a videos como los que originalmente motivaron esta reflexión. Frases como “Encima racista el serrano ese” o “esa misia desubicada que se alucina pituca” son nuestra mala -y triste- versión del “y a mi qué…” porteño.

Estas reacciones reafirman las jerarquías. No discuten su validez. No las ridiculizan. Si usted es de los que cree que este tipo de comentarios solo se reproducen en internet, lo invito a estar más atento a cómo nos expresamos cotidianamente. Solo esperemos que en esta tensión pueda ganar el impulso igualitario, no el de poner a cada quién en su lugar. De lo contrario lo único que nos dejará el desarrollo económico serán edificios tan altos como nuestras brechas sociales.



Escrito por

Paolo Sosa Villagarcia

"Nosotros somos como la higuerilla"


Publicado en

Redacción mulera

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