Egipto después de Morsi
El analista internacional Farid Kahhat explica los alcances de lo que podría ocurrir en el país árabe tras el golpe de Estado.
"Morsi está en la cuerda floja y no es trapecista", señalaba el analista internacionalista Farid Kahhat momentos antes de la caída definitiva del presidente egipcio.
Lejano parece su primer discurso en la emblemática plaza Tahrir, donde Mohamed Morsi se presentaba como "el presidente de todos los egipcios" y, tras abrir su chaqueta para mostrar que no llevaba chaleco antibalas, insistía que no haría distinciones entre "musulmanes y cristianos, hombres y mujeres".
Esto sucedió hace apenas un año, en junio de 2012, gracias al poder y la capacidad organizativa de los Hermanos Musulmanes tras vencer en una ajustada segunda ronda electoral al exprimer ministro del depuesto presidente Hosni Mubarak, Ahmed Shafiq.
Ahora el escenario es otro. Hoy, las Fuerzas Armadas egipcias anunciaron que Morsi ha sido derrocado, haciendo efectivo el ultimátum de 48 horas del Ejército a las fuerzas políticas.
Por el momento, el presidente del Tribunal Constitucional Supremo asumirá provisionalmente la Presidencia de Egipto. Además, la Constitución ha sido suspendida temporalmente, según anunció el jefe del Ejército, Abdel Fatah al Sisi.
Hace dos días, el Ejército instó a las fuerzas políticas a alcanzar un acuerdo que ponga fin a la crisis. De lo contrario, los militares anunciarán una "hoja de ruta para el futuro" y supervisarán su aplicación.
Esta advertencia se sumó a la del movimiento Tamarrud (Rebelión) que afirmó haber recogido 22 millones de firmas para pedir la dimisión del presidente, fijando también un ultimátum para ayer a las 17.00 hora local para que deje su cargo. Era el comienzo del fin para Morsi.
"El presidente egipcio ha sido un desastre como presidente, pero en las encuestas tiene una aprobación del 26%, representando a la cuarta parte de la población (...) Pero no puedes hacer una transición a la democracia humillando y reprimiendo a los que han estado 80 años en la oposición. Es potencialmente explosivo y además no legitima las instituciones durante este proceso", señala el analista Kahhat en una entrevista con LaMula.
Sin embargo, ¿qué escenarios puede presentar ahora Egipto? El internacionalista peruano señala que el Ejército no quiere dar un golpe de estado en regla. "Los militares tienen cuentas propias con Morsi porque sus intereses corporativos están en juego y se han sumado a una protesta auténticamente popular para hacer valer sus fueros como institución", indica.
La victoria electoral en los primeros comicios presidenciales democráticos en el país árabe despertó temores en los sectores más opuestos al islam político y la minoría cristiana. Esta desconfianza estalló el pasado 22 de noviembre, día que Morsi blindó sus poderes ante la justicia hasta la entrada en vigor de una nueva Constitución, lo que motivó grandes protestas de los opositores, que lo calificaron de "nuevo faraón".
Desde ese día, fue incapaz de sentar en la mesa de negociaciones a la oposición, la cual tampoco mostró demasiadas intenciones de dialogar. Por ello, el objetivo del ejército podría "obligar a Morsi a crear un gobierno de concertación nacional, cosa que es necesaria en un proceso democrático, con instituciones en base a reglas de juego consensuadas, y una constitución aprobada por el 20% del electorado, claramente no es un constitución de consenso", recuerda Kahhat.
Sin embargo, ahora lo clave es determinar cuál será el futuro del país. "El mejor desenlace posible forzaría a Morsi a crear un gobierno de unidad nacional, en donde sus poderes queden limitados en favor de los poderes de un primer ministro de consenso, y en donde haya reformas sustanciales a la nueva Constitución que aprobó Morsi", señala Kahhat.
El internacionalista no considera que haya sido un error que grupos islamistas tomen el poder en los países árabes, ya que, o bien se transforman en el proceso por la necesidad de resolver problemas prácticos, o bien -como en el caso egipcio- pierden la legitimidad social. "Lo mejor que podría lograrse es que los Hermanos Musulmanes pierdan peso de manera progresiva, y sigan siendo una fuerza importante en la política del país, pero dentro del escenario legal, no en la oposición clandestina", señala el internacionalista.
Ahora, tras la caída de Morsi, parece que se regresará a la alianza inicial - los Hermanos Mulsulmanes y la oposición más secular que se unieron contra el régimen de Mubarak y que ahora están divididos- porque estos grupos "no quieren que los militares vuelvan a gobernar el país", sentencia el analista.
Y en ese sentido, los opositores de Morsi están jugando con fuego cuando recibieron como positiva la noticia del ultimátum de los militares contra el ya depuesto presidente. La causa: "están institucionalizando a todo efecto práctico el derecho de los militares de ser el árbitro de última instancia en la política egipcia".
Ahora que el pueblo comparte el pronunciamiento del ejército, todo parece de color de rosas pero, "se ha creado un precedente al permitir esto". Y es en este contexto donde EEUU tiene capacidad de presión, indica Kahhat, porque "los militares egipcios reciben más de 100 millones de dólares de EEUU anuales".
"El problema es que, incluso si se da el mejor escenario (...) en el futuro, quienes van a ser un obstáculo para la democratización plena van a ser los militares. No solo porque tienen el control absoluto de la política de defensa del país y de su presupuesto institucional, sino porque además son dueños de buena parte de la economía del país", sentencia.
¿Quién podrá tener el poder para someter a los militares al control civil? ¿Quién tomará el poder en Egipto?
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