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La peligrosa ética de Google tras sus reclamos de transparencia

Un artículo sobre la 'ingenuidad' detrás de los últimos pedidos del gigante de la Internet al gobierno estadounidense para que se haga conocido su vínculo con el Estado y la seguridad nacional.

Publicado: 2013-06-11

Escrito por Natasha Lennard

Tomado de Salon

El director de Google, Eric Schmidt, dijo en 2009: "Si tú tienes algo que no quieres que nadie sepa, quizás no deberías en primer lugar hacerlo" 

Visto ahora, puede contrariar a millones de usuarios de Google, o sorprender e indignar, o sin sorpresa pero aún indignados, ante la noticia de que a través del programa PRISM de la NSA, el gobierno ha obtenido el acceso casi ilimitado a las comunicaciones alojadas en Google.

Pero esto es algo más que deshacernos de nuestros smartphones y suspirar: "Lo sabíamos desde el principio". En el 2009, Schmidt expresó algo que se acercaba al núcleo ideológico de Google -y que se redujo a su eslogan corporativo- "No seas malvado" (Dont Be Evil).

Con un moralismo mal definido y mal pensado como su fundamento, el gigante tecnológico ha sido capaz de posicionarse como un líder en transparencia y privacidad de usuario, al mismo tiempo que marchaba a paso marcial con el gobierno y otros jugadores industriales, estableciendo efectivamente un estado de vigilancia totalizada.

En el nacimiento de las revelaciones de la NSA, Google publicó una carta abierta al Fiscal General Eric Holder y al jefe del FBI, Rober Mueller. En la carta se pide al gobierno permitir a Google publicar las solicitudes de datos de seguridad nacional, que actualmente se mantiene bajo secreto. Es más que una carta, es un artefacto. 

Esto no es solamente un gigante tecnológico implicado en un enorme escándalo, tratando de salvarse la cara. La carta es honesta en su posición: "Nosotros siempre dejamos claro que cumplimos con pedidos válidos legalmente".

Lo que quiere Google ahora es la capacidad de ser más transparente de manera explícita sobre lo que es transparente en este caso: Hay un estado de vigilancia, apoyado por la industria de la tecnología. No se trata de retractarse, pero Google quiere decir más sobre ello. La carta afirma:

"Por lo tanto, les pedimos que ayuden en hacer posible para Google publicar en nuestro Informe de Transparenci las cifras totales de solicitudes de seguridad nacional, incluyendo las revelaciones FISA -en términos de la cantidad que recibimos y su alcance-. Los números de Google mostrarían claramente que nuestro cumplimiento de estas solicitudes está lejos de las afirmaciones que se hacen. Google no tiene nada que esconder"

Hay en esta misiva el mismo optimismo peligroso del eslogan de la compañía y apuntan a los comentarios de Schmidt del 2009: No tenemos nada que ocultar, no hay mal aquí, solo el mal necesita ocultarse. Es una actitud nacida de una especie de liberalismo de Silicon Valley que no puede mirar más allá de sus cubículos y sus reuniones de hombre en llamas ["Burning Man". N del T.:  algún tipo de jefe, operador dentro de una empresa con rasgos de lider extrovertido] .

No tiene en cuenta lo que significa "ser el mal" quizá no se alínea con sus ojos brillantes y bien remunerado optimismo. Google está siendo genuino con su deseo de una gran transparencia -pero en ello performa una gran violencia en no reconocer el complicado nexo de poder que llega a determinar qué o quién es malo o bueno, y qué o quién puede ser transparente-. No está más allá del alcance de este post expresar una opinión personal: Lo que puede ser transparente, sin temor a la persecución, será siempre coextensivo con lo que no representa una amenaza real para el actual status quo sociopolítico y económico.

Como un tecnólogo amigo mío señaló, en sintonía con la mentalidad de Sillicon Valley, la ética de Google termina esencialmente siguiendo este esquema: Uno debería a) querer que la gente sepa de sus desviaciones o b) no hacer las cosas mal. La ética se aplica tanto a un usuario del Gmail como al gobierno (de ahí la petición genuina del gigante de la tecnología que el gobierno permita una mejor transparencia). Pero transparencia aquí se basa en un inmenso privilegio, que también (ya intencionada o ingenuamente, el efecto es el mismo) ignora el funcionamiento del estado y del capital.

Claro, ser lo más transparente que quieras sobre tus fetiches, tus manías y los hábitos de drogas cuando eres rico y blanco -eso no es malo-. De hecho, si fuesemos más transparentes, nadie podría siquiera llamar esto un desvío, ¿no es cierto? ¿Pero qué pasa si no eres rico ni blanco? Toma, por ejemplo, el hecho de que los abogados defensores de George Zimmerman están tratando de pintar a un adolescente fallecido, Trayvon Martin, como un violento, una persona peligrosa sobre la base del uso de registros telefónicos, que muestra textos a amigos sobre fumar marihuana -él era bien transparente al respecto-.

O, qué sobre las admisiones de Bradley Manning a Adrian Lamo sobre su género, preferencia sexuales y peleas -no hay mal en ello, pero a las luces de Google, ha sido usado en un intento de sugerir que el denunciante no estaba en su sano juicio al fugar información clasificada del congreso-. "No seas malvado" apunta a un centro sin coordenadas. Si los tecnócratas de Google pudieran desempacar su propio eslogan se darían cuenta de que pocas personas tienen el privilegio de no "ser el mal" o ser considerados dañinos en nuestros contextos. En la base de Google no se está reconociendo su posición en una constelación de las estructuras de poder, una constelación -llámala estado, capital, imperio- que podría aplastar cualquier cosa que la amenace.

En su reciente página de opinión opuesta a la editorial del New York Times, y criticando a Eric Schmidt y al libro de Jared Cohen (La nueva era digital), Julian Assange trata el problema con el mismo idealismo de los hombres de Google:

"Google se interpondrá a sí mismo, y por lo tanto el gobierno de EE.UU. entre las comunicaciones de cada humano que no esté en China. Los commodities solo se vuelven más maravillosos; jóvenes, profesionales urbanos dormidos, trabajar y comprar con gran facilidad y comfort; la democracia es insidiosamente subvertida por las tecnologías de vigilancia, y el control es entusiastamente rebautizado como "participación". En nuestro actual orden mundial de dominación sistematizada, intimidación y opresión continúan sin mencionarse, desafectadas o solo débilmente perturbadas. "

Los tempranos sueños de los cibernéticos de una humanidad unificada, liberada por la tecnología y por la información abierta, no se ha vuelto realidad. Google parece postular de que todavía se puede, solo necesitamos menos mal, más transparencia -de las personas hacia las autoridades, de las autoridades hacia su gente- que conjurará algún nuevo equilibrio resplandeciente, todo vigilado por las máquinas de amor y gracia. Nada de maldad. Eso puede funcionar bien para el tecnólogo extrovertido, pero ¿qué para el resto del mundo?


Escrito por

Daniel Ávila

avilamonroydaniel@gmail.com


Publicado en

Redacción mulera

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