"Es realmente bueno, verdaderamente heroico", le escribió el profesor R.W. Chambers a su amigo J.R.R Tolkien en una carta fechada en diciembre de 1934.

Había leído parte del poema "La Caída de Arturo" y estaba impresionado por cómo había adaptado la métrica del clásico Beowulf al inglés moderno.

"Debes terminarlo", finalizaba Chambers. Pero Tolkien no lo terminó. Fue absorvido por la Tierra Media y pasó los siguientes 20 años recorriendo su interior.

Solo en 1955, cuando publicó el tomo final de su célebre trilogía, se dignó volver al mundo de los mortales comunes y corrientes para escribirle a un amigo suyo, y comentarle que había llegado el momento de terminar el famoso poema en cuestión, inspirado en la leyenda del Rey Arturo.

Bueno, nunca lo hizo. Pero lo dejó tras los mil versos limpios, y es precisamente esta obra incompleta la que verá la luz casi seis décadas más tarde.

Publicado en inglés la semana pasada, el 4 de junio la editorial Minotauro publicará en español La Caída de Arturo. Al Perú, el volumen debería llegar el próximo semestre. Se trata de otro capítulo (esperemos que no el último), de la inmortalidad de la edición y reedición de Tolkien. Y como si no fuera suficiente, a 40 años de su muerte, su hijo Christopher coordina la publicación de más de 20 obras póstumas de su padre. Muchos inconclusos.

La edición del poema se acompaña con una serie de notas, entre las que puede seguirse una delgada línea roja de sangre común con la obra "El Silmarillion".

"Es un trabajo fascinante, pero quizás más para los coleccionistas de Tolkien que para los fans casuales de El Señor de los Anillos", comentó Christopher a propósito de los últimos chispazos de novedad de la obra de su brillante padre.