Hace buen rato llevo despierto y he estado escuchando a Joaquín Sabina, he terminado con 'Dímelo en la calle', grabado en el 2002. Mientras escuchaba los temas de este disco recordé el mal momento de Sabina cuando hace 12 años sufrió un infarto cerebral, que para alegría de sus seguidores fue leve. Este álbum marcó su reaparición pero también la entrada 'en escena' de Jimena Coronado, su novia peruana, que –como él mismo ha dicho– lo mantiene saludable. Comparto con ustedes un perfil de ella elaborado en el portal argentino Perfil.com.

“Jimena no traiciona por treinta lucas, y en vez de silicona bajo el jersey, tiene un jardín con dos terrones de azúcar”, canta en 'Rosa de Lima' Joaquín Sabina, el artista que construyó un muy personal universo a partir de aventuras y desengaños amorosos.

Sin embargo, Jimena Coronado no es una mujer más en la historia del cantautor español, de 63 años. “Ella me ha salvado”, ha repetido en varias entrevistas para explicar quién es esta fotógrafa peruana que consiguió alejarlo de los vicios y de su proverbial “mala vida”, aún cuando ese rescate implique una celosa supervisión de cada uno de sus movimientos.

Efecto Jimena

La historia cuenta que se conocieron en 1998 en Lima, cuando ella trabajaba como reportera gráfica y fue a hacerle fotos al hotel en el que se encontraba hospedado. “Es muy guapa, entonces empezamos una especie de historia. Pero yo tenía novia en España y ella tenía novio en Perú. Estuvimos mucho tiempo sin vernos”, contó él. Lo cierto es que, al año siguiente, se reencontraron en México y nunca volvieron a separarse.

Nacida en Lima hace poco más de 40 años, Jimena es hija de Pedro Coronado Labó, economista y ex presidente del Banco Central de Reserva del Perú. De perfil muy bajo, se formó como fotógrafa y trabajó durante un tiempo en el diario El Comercio, hasta que, enamorada de Sabina, se instaló definitivamente en España.

Desde entonces, “Jime” -tal como él la llama- se propuso no ser una conquista más del juglar español. Y lo consiguió, espacialmente tras convertirse en su principal sostén anímico tras el infarto cerebral que sufrió Sabina en agosto de 2001.

“Me venía muy bien tener al lado a alguien que no se preocupara, que no se quejara, que me protegiera de la gente que me quería ver. (…) Eso le ha costado caro, porque hay mucha gente que cree que me han hecho un cerco alrededor. No: me lo he hecho yo”, contó el cantante en una entrevista.

Sin embargo, son muchos los que ven en Coronado la verdadera razón por la que Sabina decidió dejar a un lado los excesos, abrazar la monogamia y recuperar su ingeniosa pluma. Claro que semejante desafío no es gratuito, y es ella quien ha ocupado el lugar de “la celadora” en la relación.

“Jimena me ha salvado la vida. Si entra ahora, en un segundo desaparecerá este vaso de whisky y se transformará en agua”, bromeó el artista hace algún tiempo. Las muestras están a la vista: durante su última gira, ella se encarga de solicitar en los distintos hoteles que se quiten todas las bebidas alcohólicas del frigobar, elige personalmente el catering y no se despega de al lado del artista, siempre atenta a todo lo que sucede a su alrededor.

“Le hace un ‘cuerpo a cuerpo’, lo protege mucho”, contó uno de los productores de la gira Dos pájaros contraatacan por el país. “Pide para él cerveza sin alcohol, le compra los cigarrillos y lo controla todo el tiempo, cosa que a Sabina parece encantarle. De hecho, él la presente como su esposa”.

Como en todo matrimonio, también hay peleas. Durante su paso por Tucumán, por ejemplo, se produjo una pequeña discusión en el bar del hotel en el que Sabina estuvo hospedado cuando Coronado descubrió que el español había tomado un whisky “clandestino” durante un descuido suyo.

“Jimena le ha hecho muy bien a Sabina”, confió el productor juninense Eduardo Dimarco. “Teniendo en cuenta que esta es la tercera vez que trabajo con él, puedo decir que está mejor que nunca, tanto sobre como debajo del escenario”.