La opinión de un 'heterosexual indignado' sobre la legalización del matrimonio igualitario en Colombia
Este martes 23 el Senado colombiano votará finalmente la aprobación o rechazo a la ley que propone el matrimonio igualitario, luego que se aplazara el pasado miércoles.
Sin embargo, el retraso no supone una mejora de las expectativas de ver aprobado el proyecto. Desde que legisladores del Partido de la U y del Partido Conservador alcanzaran bajo los auspicios del presidente del Senado, Roy Barreras, un preacuerdo para rechazar la propuesta de matrimonio y sustituirlo por una denominada “unión solemne”, la comunidad LGBT colombiana ve cada vez más lejano un concenso favorable.
A propósito de dicho escenario, el joven politólogo colombiano Daniel Yepes Naranjo, publicó en el conocido blog 'Bajo la manga', una columna en la que explica las razones del porqué, siendo heterosexual, la lucha por la aprobación de estas uniones es algo que compete a todos los ciudadanos.
Heterosexual indignado
Mi intención de titular esta columna con estas palabras no corresponde a librarme de las segregaciones o salvarme de simples reproches por mi condición sexual, porque al parecer, en este país, heterosexual es sinónimo de bueno y homosexual de malo. No me importa lo que digan. La llamo de esta manera para darles a entender que soy un heterosexual, con pareja estable, que se puede casar y, si lo desea, adoptar; pero, sobre todo, soy una persona, como muchas otras, que se indigna cuando los derechos de los demás no son respetados, así los míos estén garantizados. Nada tendría yo que hacer defendiendo públicamente los derechos de la comunidad LGBTI pues no pertenezco a ella. Para esta sociedad, masa amorfa que destruyó las individualidades y homogenizó a los ciudadanos con la amalgama de valores macabros como la discriminación y la estigmatización, la indiferencia se volvió sinónimo de respeto y la tibieza frente a los problemas de los demás una constante social.
Dijo alguna vez el reverendo Martin Niemoeller: “Primero vinieron a buscar a los comunistas, y yo no hablé porque no era comunista. Después vinieron por los socialistas y los sindicalistas, y yo no hablé porque no era lo uno ni lo otro. Después vinieron por los judíos, y yo no hablé porque no era judío. Después vinieron por mí, y para ese momento ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mí”
Ayer el silencio fue norma. 48 senadores decidieron hundir el proyecto de ley que pretende reglamentar el matrimonio igualitario, pasándose por la faja la Sentencia C-577 de 2011, y nadie, excepto los pocos que salieron a protestar frente al Congreso, dijo nada. Porque eso no es conmigo. Porque yo no soy homosexual y sí me puedo casar.
Les informo. El debate no tiene de fondo el matrimonio igualitario. El centro de éste es la igualdad, el combate a la discriminación y la promoción del libre de desarrollo de la personalidad, todo enmarcado dentro de la libertad y el respeto a la diferencia, entendidas éstas como las bases de una sociedad tolerante y pacífica.
No es justo que, en un país que se supone democrático, pasen de agache frases como: “las relaciones entre dos hombres son excrementales” de Gerlein o “el matrimonio lleva a la adopción y ésta a la pederastia” de José Darío Salazar.
No es justo que se les nieguen derechos a los homosexuales sobre todo cuando estos derechos no van en contravía de los de los demás.
El problema de defender el matrimonio igualitario no es solo de la comunidad LGBTI. Es de todos. Es un compromiso social, un objetivo político, un imperativo ético.
Nota: El autor de este post expresa el deseo de que alguna vez en el Perú se manifiesten voces tan lógicas y valientes como la de Daniel Yepes.
Escrito por
Esperando un mundo regido por la igualdad con base en las diferencias. @ginnoceronte
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