ya acabó su novela

La respuesta de Maritza Espinoza a aquellos que dijeron "Cine populachero, ¡ay, fo!"

Publicado: 2013-04-14

La periodista Maritza Espinoza escribió para La República sobre la recepción y comentarios que originó el éxito en asistencia que ha tenido la película 'Asu mare' de Carlos Alcántara. A continuación, en su texto elabora una respuesta a aquellos que criticaron la película por 'no ser representantiva del cine nacional' y más bien 'ser intrascendente', 'un producto populachero y comercial':

Ni bien se supo que Asu mare, la película de Carlos Alcántara había vendido 35 mil entradas en su preventa –y, claro, mucho antes de saberse que, en su estreno, convocaría a la increíble cifra de 152.045 espectadores, llevándose de encuentro a los anémicos vampiros de Amanecer Parte 2, que tenía el récord con 142 mil espectadores–, y ya salieron los aguafiestas de siempre a escupir en la sopa: que eso es cine chatarra, que está hecho al gusto del vulgo, que el unipersonal era mejor, que ojalá el cine serio tuviera el mismo apoyo, que deberíamos ser como los argentinos y los mexicanos que tienen su buen cine financiado por Estado y bla bla bla bla.

Incluso en el gremio cinematográfico, en lugar de hacer una fiesta nacional por semejante éxito, el comentario fue tibio, como para cumplir con las formas. Porque, para muchos de ellos, una película de corte popular no se puede comparar con las obras de arte que hacen algunos bajo el paraguas de cine de autor. ¿¿¿Cine al gusto de las mayorías??? ¡¡¡Aggg!!! ¡¡¡Qué bajo hemos caído!!!

Los mismos que lloran ayuda del Estado para hacer películas que luego ven veinte personas (porque la gente es ignorante, pues), menosprecian la película de Alcántara como un producto intrascendente y hasta nocivo para la “construcción” de un auténtico cine nacional.

Asu mare es, ciertamente, una película hecha para vender. Producto absoluto del marketing, no tiene pretensiones artísticas y sí todos los elementos para dar en el blanco del gusto popular: además del increíble carisma de Cachín, junta a los inolvidables actores de ‘Pataclaun’, cuenta con una historia testeada en los exitosos unipersonales de Alcántara, apela a tópicos muy populares de nuestra historia reciente, y es dirigida por la gente que hizo los spots de Marca Perú. Por si fuera poco, ha contado con el millonario auspicio de una inmensa transnacional como Brahma, que asumió todo el gasto de la promoción y un lanzamiento a lo grande. Ojo, eso sí, los placementes son un poquito exagerados: está bien que Brahma la banque, pero tampoco es un infomercial, ¿no?

Quienes critican Asu mare olvidan que el buen cine argentino que adoran no se construyó sobre el subsidio del Estado –que llegó mucho después–, sino que se forjó, fuerte y robusto, sobre los lomos de las gatitas de Porcel y las lágrimas de Libertad Lamarque, así como el buen cine mexicano de hoy se alimentó de las edulcoradas y simplonas películas de Cantinflas, Pedro Infante y Sara García. Ellos construyeron el gusto de sus compatriotas por el cine hecho en casa, en un lenguaje que entendían, con personajes que les resultaban cercanos y con argumentos que, más que pretender culturizarlos a la fuerza, les brindaban historias de evasión fácil y de diversión masiva.

Muchos de nuestros cineastas no entienden que lo que va a construir el cine nacional no es la plata de los contribuyentes, sino el gusto del público, y el público del cine, aquí y en la China, antes que nada quiere divertirse. Más de una vez he oído decir a más de un amigo cineasta que el verdadero cine no debe bajar al nivel de la masa, sino “hacerla subir” a su altura, por lo que no se deben hacer concesiones. En otras palabras: el que no entiende mi cine culto, que se joda.

Lástima que, por esa actitud, el peruano haya dejado de apoyar a su cine (el último taquillazo fue Pantaleón y las visitadoras, de Pancho Lombardi) y haya tenido que optar por los taquillazos extranjeros de dudosa factura, mientras muchas buenas películas han pasado inadvertidas por culpa del prejuicio de que el cine peruano es aburrido y lento.

El gran aporte de Cachín no va por el lado de la calidad –algo muy opinable siempre–, sino por abrir trocha para que el peruano vuelva los ojos a su propio cine. Tal vez, en un futuro, los hoy exquisitos fans del cine de autor le hagan un monumento, porque gracias a él –y a los otros que vendrán– hubo gente que, por fin, se interesó en sus inteligentísimas y crípticas obras de arte.

La República


Escrito por

Maria Fernanda Palacios

Artista Visual, amante de los gatos. @mariafernandape


Publicado en

Redacción mulera

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